Creo que hablo en nombre de mucha gente si digo que el primer acercamiento al pop japonés -dejando un poco al margen la Yellow Magic Orchestra y las mil historias de Ryūichi Sakamoto en solitario o en compañía de otros-, ese primer acercamiento en esta parte del mundo (Europa Occidental más o menos) lo tuvimos con Pizzicato Five, allá por mediados-finales de los noventa. En mi caso fue tras quedar obnubilado con la sintonía de un programa radiofónico que tenía Jorge Albi -cuyo buque insignia había sido hasta entonces el imprescindible espacio "La Conjura de las Danzas"- llamado "Déjate Besar", que además dio nombre poco después a un recordado bar en el Barrio de Salamanca de Madrid, abierto por el propio Albi junto a algún otro socio. Dicha sintonía era ni más ni menos que "Sweet Soul Revue", el hit inconmensurable que se publicó originalmente en la obra maestra de los Five "Bossanova 2001" (1993) y que acá nos llegó a través del recopilatorio del sello Matador "Made in USA", publicado un año después.
En aquella época, cuando Internet era poco menos que una entelequia de la que siempre se hablaba en futurible para el común de los mortales, era muy complicado escuchar (más) producción nipona. Apenas se publicaba nada de allá -ahora ocurre lo mismo con el formato físico de dichas latitudes, pero ese es otro tema-, así que había que aventurarse un poco a ciegas si te topabas con alguna cosa que pareciera en la misma onda que P5. Así, me hice con el debut de Fantastic Plastic Machine, llamado como el propio proyecto, y publicado en 1997. Esperaba encontrarme con otro festín burbujeante de ritmos sesentas, estética Bond, música de baile perspicaz y, además -había leído- en este caso con el plus de orientarse más a los ritmos brasileños en los que, huelga decir, ya estábamos inmersos algunos de nosotros por aquellas épocas, valiéndonos como podíamos también de las fuentes originales. El disco de FPM fue una estrepitosa decepción. Estaban ahí todos los condimentos, pero las canciones en sí no acompañaban, la inspiración brillaba por su ausencia y quedaba todo reducido a un muzak impersonal sin brío ni eretismo.
"メタル・ポジション" -algo así como "Posición Metálica"-, el sexto disco de la artista multifacética -y muy misteriosa- Yoichi Takeda bajo el sobrenombre de Pomodorosa, me ha recordado a la fórmula del disco de Fantastic Plastic Machine, pero al contrario que este el de Pomodorosa sí que me ha despertado no solo el interés, sino la excitación y ese efecto placebo que tanto persiguen los japoneses cuando se trata de manufacturar pure pop. En su último álbum -que tiene casi un año, pero que está evolucionando de maravilla- conviven a la perfección rodajas de pop sintético con efectivas recreaciones de samba-canção; chill-out para espíritus exigentes con urban-dance noctámbulo e insinuante. También funciona la simpática versión del "My Favourite Things" de Richard Rodgers y Oscar Hammerstein II que se popularizara gracias a la película "Sonrisas y Lágrimas". Para el final, incluso se interna en el hip-hop con gotas de New Jack Swing (en una onda no muy lejana a m-flo), también con notables resultados.
Takeda, que no se sale para nada de los cánones del shibuya-kei, logra sin embargo imprimir a todas y cada una de las canciones una plasticidad y un savoir faire que la alejan del mero producto confeccionado para sonar muy de fondo mientras te tomas café de importación o un vino exclusivo en un complejo vacacional al uso. Las canciones de "メタル・ポジション" -que, viendo la portada, parecen reformuladas por alguien de aquel mismo futuro algo lejano- tienen una viveza, y hasta la mínima complejidad que se le presupone a este tipo de composiciones -el jazz es en varias canciones algo más que una mera sucesión de acordes previsibles para cubrir el expediente-, sin por ello eludir el carácter meramente hedonista y contagioso del asunto.
Esto sí que es pop funcional cumpliendo (todas) las expectativas.