viernes, 3 de octubre de 2014

Earwig, “Under My Skin I Am Laughing” (1992) / Insides, “Euphoria” (1993)






De Kirsty Yates, por lo que se desprende de sus cuentas de Facebook y Twitter, se intuye que está dedicada actualmente y en exclusividad “a sus labores” (no sabemos exáctamente cuáles, pero al menos no parece que éstas sean musicales) mientras deja constancia de su amor por Todd Rundgren, Bowie, Sparks o John Cale en sus actualizaciones; a su compañero en ambas aventuras -Earwig primero; Insides después- Julian Tardo (de origen brasileño) le podemos encontrar como productor y dueño de los Church Road Studio por donde han pasado, entre otros, gente como Pram, Fujiya & Miyagi o Chromeo. Ambos fueron –con la compañía de Dimitri Voulis en la etapa de Earwig- los responsables de dos de los discos de pop ambiental más sobresalientes de su tiempo -allá por los primeros noventa- y de cualquier otro.

Como otros contemporáneos que irrumpieran con fuerza en el –se decía entonces- panorama alternativo de esos años -Stephen Immerwahr de Codeine o Ian Crause de Disco Inferno- y que después han tenido unas trayectorias posteriores bastante intermitentes –cuando no casi inexistentes o decididamente mediocres-, en el caso de Kirsty y Julian la luz se fue apagando inexorablemente poco después de la publicación de su obra maestra, “Euphoria”, para volver puntualmente en el año 2000 con un segundo disco bastante discutible y decepcionante, “Sweet Tip”.






Primero desde el pequeño sello La-Di-Da –que alguien me diga si, aparte de Earwig y Dead Famous People hubo algo más que salvar ahí de la quema-, los por entonces bautizados como Earwig empezaron publicando varios ep’s –casi todo ese material se recogió posteriormente en el recopilatorio “Past”, en 1992- donde las similitudes en cuanto a sonido y registro vocal con Lush saltan más que a la vista –lo segundo también se puede aplicar con, por ejemplo, la Darling Buds Andrea Lewis-. Son unas grabaciones un tanto bisoñas, con no excesivo carácter pero bastante dignas que se debaten entre el shoegaze –los ineludibles My Bloody Valentine asoman por sus surcos-, el punk-pop de guitarras afiladas y el punto pseudo-gótico que aún se practicaba entonces con cierta insistencia.






“Under My Skin I Am Laughing” fue otra cosa. Más reposados y atmosféricos, empiezan a incluir en sus piezas programaciones, loops y demás especulación electrónica para dotar a sus propias composiciones de un hipnotismo bastante conseguido y una personalidad más definitoria que al principio. La voz de Yates pierde agudos y gana en misterio y frialdad hasta el punto de recordar a la inevitable Nico o a la coteánea Laetitia Sadier. In crescendos contagiosos y persuasivos –“Every Day Shines”-, confesiones paisajísticas –“Safe In My Hands”-, ensoñaciones con intromisiones ruidistas –“When You’re Quiet”- nanas post-punk –“We Could Be Sisters”, que recuerda al autismo de los belgas Berntholer-, pulsos espectrales –“Never Be Lonely Again”, su particular “Decades”- o diamantes melódicos –“Shickhair”, no muy lejos de The Durutti Column- integran un disco desgraciadamente desapercibido que bien merecería, junto al resto del material, una reedición en condiciones que, no me cabe la menor duda, haría reconsiderar todo su potencial a más gente aparte de los estrictamente incondicionales de este tipo de sonidos.






Si la repelente etiqueta ‘indietrónica’ tiene algo de validez será, desde luego, para reconocer a “Euphoria” –ya desde la escudería 4AD- como uno de sus principales estandartes a la hora de fusionar con maestría pop lánguido y hasta cierto punto audaz con ritmos sintéticos. A las ex-vocalistas de The Velvet Underground y Stereolab hay que añadir aquí semejanzas en el timbre y en algunos dibujos melódicos con Björk –exacto: sin histrionismo- o Corinne Drewery –no en vano “Sweet Tip” les emparentará definitivamente con la misma fórmula rejurgitada de indie, easy-listening y cadencias brasileñas que tan bien practican aún Swing Out Sister-.






“Euphoria” tiene guitarras más atenuadas y arreglos mucho más pop, aunque en lo sustancial se aleje bien poco del único álbum de Earwig. No obstante, es un paso adelante dentro del universo de un –ya entonces- dúo aplicado en el minimalismo, el baile ralentizado –“Distractions”- los cálidos pianos –“Relentless”, o cómo el espíritu de la ex-Sugarcubes es detectado más que nunca- o el ambient jazzístico –“Yes”-, sirviendo de involuntario acicate para propuestas futuras necesarias y hasta imprescindibles –The Montgolfier Brothers o The Radio Dept- y, lamentablemente, otras muy vulgares y con nula capacidad de emoción –Múm o Dntel-. Una ecuación que no tuvo continuación y que se conforma como uno de los pocos objetos de auténtico culto que sacar en claro en esa década paupérrima y farisea en que le tocó exponerse.

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