De
Kirsty Yates, por lo que se desprende de sus cuentas de Facebook y Twitter, se
intuye que está dedicada actualmente y en exclusividad “a sus labores” (no
sabemos exáctamente cuáles, pero al menos no parece que éstas sean musicales)
mientras deja constancia de su amor por Todd Rundgren, Bowie, Sparks o John
Cale en sus actualizaciones; a su compañero en ambas aventuras -Earwig primero;
Insides después- Julian Tardo (de origen brasileño) le podemos encontrar
como productor y dueño de los Church Road Studio por donde han pasado, entre
otros, gente como Pram, Fujiya & Miyagi o Chromeo. Ambos fueron –con la
compañía de Dimitri Voulis en la etapa de Earwig- los responsables de dos de
los discos de pop ambiental más sobresalientes de su tiempo -allá por los
primeros noventa- y de cualquier otro.
Como
otros contemporáneos que irrumpieran con fuerza en el –se decía entonces- panorama
alternativo de esos años -Stephen Immerwahr de Codeine o Ian Crause de Disco
Inferno- y que después han tenido unas trayectorias posteriores bastante
intermitentes –cuando no casi inexistentes o decididamente mediocres-, en el
caso de Kirsty y Julian la luz se fue apagando inexorablemente poco después de
la publicación de su obra maestra, “Euphoria”, para volver puntualmente en el
año 2000 con un segundo disco bastante discutible y decepcionante, “Sweet Tip”.
Primero
desde el pequeño sello La-Di-Da –que alguien me diga si, aparte de Earwig y
Dead Famous People hubo algo más que salvar ahí de la quema-, los por entonces
bautizados como Earwig empezaron publicando varios ep’s –casi todo ese material
se recogió posteriormente en el recopilatorio “Past”, en 1992- donde las
similitudes en cuanto a sonido y registro vocal con Lush saltan más que a la
vista –lo segundo también se puede aplicar con, por ejemplo, la Darling Buds
Andrea Lewis-. Son unas grabaciones un tanto bisoñas, con no excesivo carácter pero
bastante dignas que se debaten entre el shoegaze –los ineludibles My Bloody Valentine
asoman por sus surcos-, el punk-pop de guitarras afiladas y el punto pseudo-gótico
que aún se practicaba entonces con cierta insistencia.
“Under
My Skin I Am Laughing” fue otra cosa. Más reposados y atmosféricos, empiezan a
incluir en sus piezas programaciones, loops y demás especulación electrónica
para dotar a sus propias composiciones de un hipnotismo bastante conseguido y
una personalidad más definitoria que al principio. La voz de Yates pierde
agudos y gana en misterio y frialdad hasta el punto de recordar a la inevitable
Nico o a la coteánea Laetitia Sadier. In
crescendos contagiosos y persuasivos –“Every Day Shines”-, confesiones
paisajísticas –“Safe In My Hands”-, ensoñaciones con intromisiones ruidistas
–“When You’re Quiet”- nanas post-punk –“We Could Be Sisters”, que recuerda al
autismo de los belgas Berntholer-, pulsos espectrales –“Never Be Lonely Again”,
su particular “Decades”- o diamantes melódicos –“Shickhair”, no muy lejos de
The Durutti Column- integran un disco desgraciadamente desapercibido que bien
merecería, junto al resto del material, una reedición en condiciones que, no me
cabe la menor duda, haría reconsiderar todo su potencial a más gente aparte de los
estrictamente incondicionales de este tipo de sonidos.
Si
la repelente etiqueta ‘indietrónica’ tiene algo de validez será, desde luego,
para reconocer a “Euphoria” –ya desde la escudería 4AD- como uno de sus
principales estandartes a la hora de fusionar con maestría pop lánguido y hasta
cierto punto audaz con ritmos sintéticos. A las ex-vocalistas de The Velvet
Underground y Stereolab hay que añadir aquí semejanzas en el timbre y en
algunos dibujos melódicos con Björk –exacto: sin histrionismo- o Corinne
Drewery –no en vano “Sweet Tip” les emparentará definitivamente con la misma
fórmula rejurgitada de indie, easy-listening y cadencias brasileñas que tan
bien practican aún Swing Out Sister-.
“Euphoria”
tiene guitarras más atenuadas y arreglos mucho más pop, aunque en lo sustancial
se aleje bien poco del único álbum de Earwig. No obstante, es un paso adelante
dentro del universo de un –ya entonces- dúo aplicado en el minimalismo, el
baile ralentizado –“Distractions”- los cálidos pianos –“Relentless”, o cómo el
espíritu de la ex-Sugarcubes es detectado más que nunca- o el ambient
jazzístico –“Yes”-, sirviendo de involuntario acicate para propuestas futuras
necesarias y hasta imprescindibles –The Montgolfier Brothers o The Radio Dept-
y, lamentablemente, otras muy vulgares y con nula capacidad de emoción –Múm o
Dntel-. Una ecuación que no tuvo continuación y que se conforma como uno de los
pocos objetos de auténtico culto que sacar en claro en esa década paupérrima y
farisea en que le tocó exponerse.
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