"Yön mustia kukkia" (Fonal) es tratar de llevar la fascinación hasta las últimas consecuencias. Revestir la inspiración que generan determinadas imágenes con una banda sonora que funciona como un traje de camuflaje casi perfecto. Hacer hablar, cantar (¡moverse!) a seres que existieron hace cien años, y cuyas fisonomías resistían congeladas milagrosamente en los cimientos de las ruinas de un lugar llamado Salmu House.
El retorno de los finlandeses Paavoharju -capitaneados por Lauri Ainala, exclusivo impulsor del concepto de este último disco- retoma a su vez los ambientes espectrales e intangibles de sus dos primeros álbumes -por eso "Yön mustia kukkia" se anuncia como el capítulo final de una trilogía, basada en trabajo de campo extremo-, ese folk preñado de sombras ilusorias y de ecos que invitan a descifrar recuerdos insospechados: ambient tan glacial como perturbadoramente bello. No importa de manera inmediata de qué hablan las letras de lo que se entona en las piezas llevadas a tal efecto: la poesía prospera de manera intrínseca en las partituras, en el espacio sonoro y en sus melodías. Aun así títulos como "Todo oscuro", "Canción de las flores del valle" o este "Flores negras de la noche" pueden servirnos para darnos pistas aproximadas sobre las intenciones de sus autores.
Son tonadas con vocación de himno mortuorio -"Haihtuu", "Jää"-, que no desestiman la electrónica latente -"Pyhään aukiopaikkaan"-, que recrean bailes de salón casi olvidados -"Unen polka"- y gorjeos a la manera de sus paisanos Eleanoora Rosenholm -la canción que da título a la colección-.
Grabación de cabecera si no se le teme al abismo y sus implicaciones.
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