Leída malamente –no tanto por comprensión como por escasez de horas- y escuálidamente reeditada, sigue guardando uno de los secretos más insondables y fascinantes de la leyenda literaria de este país, el de Alberto, símbolo místico que hace por mantener la tradición de las eternas epopeyas sentimentales y ultraterrenas de los Dante y Petrarca de turno y que daría –por ir aportando ideas- para algún reportaje de investigación –aun siendo casi todo inventado: no importa- o para alguna película de rigor. Menos mal que en el remozado Museo Romántico de Madrid ocupa un lugar preeminente (algunos objetos personales, mayormente) y de paso merecido. De reunir sus obras completas ni hablar (en cualquier otro país civilizado donde valoren algo a sus heroínas ya estarían, lo juro). Volver a ver juntos, por ejemplo, a Safo o Santa Teresa con el susodicho Alberto, aunque sea de vez en cuando en un diálogo cogido por los pelos. Un poco de aquella manera:
“Cuál de su pensamiento la corriente,
Cortada estrechamente
Por el dique de bárbaros errores,
En pantano reunida,
Quedara corrompida
En vez de fecundar campos de flores!”
“Lecho de tierra y silencioso olvido
Solo del mundo la hermosura alcanza:
El estrecho sepulcro a do(nde) se lanza,
Los rayos borrará de haber nacido.
Cual sueño pasará, si el genio alzando
La poderosa voz no la eterniza,
Su cantar que a los siglos se desliza
Vida preciosa a sus cenizas dando”
“Safo aparece en la escarpada orilla,
Triste corona funeral ciñiendo:
Fuego en sus ojos sobrehumano brilla,
El asombroso espacio audaz midiendo.”
Cortada estrechamente
Por el dique de bárbaros errores,
En pantano reunida,
Quedara corrompida
En vez de fecundar campos de flores!”
“Lecho de tierra y silencioso olvido
Solo del mundo la hermosura alcanza:
El estrecho sepulcro a do(nde) se lanza,
Los rayos borrará de haber nacido.
Cual sueño pasará, si el genio alzando
La poderosa voz no la eterniza,
Su cantar que a los siglos se desliza
Vida preciosa a sus cenizas dando”
“Safo aparece en la escarpada orilla,
Triste corona funeral ciñiendo:
Fuego en sus ojos sobrehumano brilla,
El asombroso espacio audaz midiendo.”
El segundo y tercer fragmento no están incluidos en la antología de Torremozas, para darle sentido a la reivindicación y puesta a punto de esta escritora liberal –entendido este adjetivo desde una óptica considerablemente diferente a como lo hacemos hoy mismo-, vibrante, tierna y encantadora.
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