La proximidad geográfica y la consanguinidad idiomática (y geopolítica) de Guinea-Bisáu y Cabo Verde hacen que, musicalmente, ambos territorios compartan a menudo semejanzas armónicas e incluso rítmicas. Así, con todos los matices que estemos dispuestos a debatir, el equivalente a la coladeira cavoverdiana lo tendríamos en el gumbe de Bisáu, no tan exportado como la primera –gracias al empuje del morna-, pero igualmente proclive a la mezcolanza con los cánones occidentales en cuestión de arreglos y recursos técnicos.
La representante máxima del gumbe es Dulce Neves, fantástica compositora de todas sus canciones. Pionera de la canción en su país contra viento y marea –fue la primera en grabar y dedicarse plenamente al negocio-, Neves se abrió paso en una sociedad dominada absolutamente por músicos varones. Sin apenas recursos, conciliando trabajos varios con actuaciones nocturnas semi-clandestinas, conseguiría triunfar finalmente con este primer disco, derrumbar de paso muchos tabúes e incluso girar por buena parte de Europa y Estados Unidos.
Su discografía es un hermoso misterio (parece que ya va por el cuarto elepé) del que sólo el disco “Nha Distino” ha llegado sano y salvo a oídos del aficionado del primer mundo. Incluida después en el recopilatorio “An Afro-Portuguese Odyssey” del sello neoyorquino Putumayo World Music en 2002, compartió honores en dicho sampler con Manecas Costa, con seguridad el más conocido representante de los sonidos de Guinea-Bisáu en el exterior. También se tiene constancia de la presencia de Dulce -unos cuantos años antes- haciendo voces en el “Na Cambança” de los pujantes y aperturistas Super Mama Djombo, uno de los grupos clave del primer periodo post-colonialista de Guinea-Bisáu.
El propio Manecas se encarga de buena parte de la instrumentación de este “Nha Distino” (publicado en el sello portugués Sonovox, donde también grabaron grandes del morna, caso de Celina Pereira o Titina), como la programación o las guitarras con sus correspondientes efectos electrónicos. También acústicos, como los que poseen ese influjo flamenco que anega piezas como “Kuidú” o “Sufridur Ta Padi Fidalgo”.
Como ocurría sobre todo con el segundo disco de la otra gran precursora Cesária Évora (“La Diva aux pieds nus”), los sonidos sintéticos –incluso en las voces- se imponen sobre los más tradicionales, consiguiendo un efecto inesperado y refrescante. Ora trepidante y con trazos de jazz improvisación (“Sukundi”) ora soukou (“Singa”, “Bubaque”). Hay hasta refinadas baladas sedosas (“Kadjabrandade”) con un poso de pop mediterráneo (¿o será más bien al revés?) que son pura delicia.
Otras piezas de su repertorio a las que se tiene rápido acceso son “Nha’Tchancha” (incluida en el recopilatorio indicado anteriormente), “Doenca di Mundo” o la afrocubana “Si Mortu Tem Di Leban”, con un sonido más natural y mayor despliegue de medios. Todas ellas dominadas siempre por la voz templada y entusiasta de Neves, una mujer única con un coraje fuera de toda duda.
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