Escoger
un solo disco de Paolo Conte es misión imposible, a no ser que anden de por
medio -para el que lo hace- cuestiones sentimentales o de índoles similares. Y
no va a ser el caso. Así que me decido por uno prácticamente al azar. Los fans
del piamontés somos así de chulos y andamos así de sobrados. Mañana podría ser
otro; ayer hubiera sido un tercero y así ad
eternum. Desde que un buen día –con 37 años: nunca es tarde si la dicha es
buena- decidiera pasar de componer para otros y dedicarse un poco más a él
mismo, pocas discografías tan apabullantes y con escasos resquicios para el
desliz, el vacío o la negación.
Quizá
mejor hablar de periodos favoritos: la de los ochenta fue para Conte una década
especialmente fértil en inspiración, frescura y canciones memorables, de esas
que marcan a fuego un buen repertorio. Y en “Paolo Conte” (1984), el tercero –y
de momento último- de los discos homónimos oficiales del artista hay mucho de
eso. Tanto que podríamos pensar por ello que sería el disco perfecto para
iniciados. Es posible. También uno de los más imprevisibles y variados. Pero
este “Paolo Conte”, sin embargo, no se cuenta entre los discos –creo yo- más
completos del autor de “Un gelato al limon”: ese honor debería recaer en otros
de la talla de “Paris Milonga”, “Appunti di Viaggio” o “Aguaplano”. Es decir,
sus compañeros de viaje en la década indicada.
“Paolo
Conte” (su sexto álbum), para empezar, está marcado por su primer cambio de
compañía discográfica. Venía de casi diez años con RCA, y la elegida para el
salto a otros horizontes sería la milanesa CGD Records, donde previamente
habían triunfado ilustres tan dispares como Gigliola Cinquetti, Gino Paoli,
France Gall, Marcella Bella o Ennio Morricone. Otra novedad: empieza su
estrecha colaboración con Renzo Fantini (como manager y arreglista),
complicidad que se prolongará prácticamente hasta nuestros días.
Estas son las diez canciones que lo componen:
Estas son las diez canciones que lo componen:
“Sparring Partner”. Una de las ineludibles en sus shows. Incluida un año antes en versión instrumental en la película “Tu mi turbi”, que supuso el debut de Roberto Benigni tras la cámara. En cuanto tuvo letra se convirtió ni más ni menos que en un poema pugilístico donde Conte tan sólo utiliza el inglés para nombrar y titular la pieza: uno de esos recursos habituales en un autor que, como siempre ha reconocido, tan sólo domina dicho idioma para soltar frases puntuales o titular alguna canción.
“Chiunque”. La fauna continúa. Si en el simbolismo de la
anterior entraba un mono, un tigre y hasta un elefante, en ésta aparece el zorro,
pero como el personaje literario y cinematográfico que ha quedado en el
subconsciente popular para contar una historia de despedida y consuelo,
dominada por el saxo tenor y la voz confidencial e irónica de Paolo.
“Come Di”. Ecos de foxtrot, tan habituales en él desde el
primer disco, para un texto que se empapa de la estética vintage con el fin de
recrear los escenarios donde dicho género tuvo sus más claros días de gloria:
trenes, hoteles y binoculares.
“Simpati – Simpatia”. Sólo le ha hecho falta acercarse una vez al
post-punk para sentar cátedra, mientras cientos de miles de grupos “siniestros”
con discografías interminables jamás podrán siquiera igualar esta deliciosa y
oscura pieza donde Paolo aprovecha para empaparse lo justo de los sonidos del
momento y lanzar una reflexión sobre la fama y sus máscaras.
“The Music, All?”. Instrumental contenido con el vibráfono –a cargo
del propio Conte a la manera de Hampton en la orquesta de Goodman- y los sutiles
cambios de ritmo como moneda de cambio.
“Sotto Le Stelle Del Jazz”. Un homenaje al género en forma de pequeña
autobiografía –frente a los que no entienden sus múltiples rompecabezas- y la
segunda de las imprescindibles en los conciertos.
“L'Avance”. Si “Paris Milonga” supuso una ofrenda en toda
regla hacia el tango y la tarantela –aunque siempre estuvieron presentes en el
resto de grabaciones-, en el crisol tan heterogéneo que propone aquí PC no
puede faltar el balanceo porteño. Una joya oculta no especialmente reconocida
con el particular surrealismo zoológico en los versos.
“Gli Impermeabili”. El “Mocambo” es un bar de provincias al que
recurre Conte para fantasear con diferentes historias que irán tomando forma en
distintas canciones, de tal manera que existe toda una saga temática de las
mismas. Todo empezó con “Sono qui con te sempre più solo”, del disco de debut
del 74, siguió con “La ricostruzione del Mocambo” del segundo (1975), y cuando
parecía que con ésta se cerraba la trilogía del bar imaginado, en 2004 se
convirtió en tetralogía con “La nostalgia del Mocambo”, en el disco “Elegía”.
“Gli Impermeabili” habla de un encuentro fugaz y ambiguo con la lluvia de fondo
y la oscuridad como panteón sagrado. Musicalmente recurre a insistentes
teclados y caja de ritmos nada excesivas pero propias de los ochenta, además
del kazoo, el instrumento inventado por Conte que suena a una mezcla entre
trombón y silbato. Hay quien prefiere las versiones más naturalizadas de esta
canción en directo y los hay que, como yo, prefieren todas porque esto es un
clásico total.
“Come Mi Vuoi?”. Emoncionantísima canción con la misma predisposición
instrumental que “Chiunque”. “Dame un
sandwich y un poco de indecencia” o cómo revestir –nuevamente- de
surrealismo la compleja línea entre la simulación del espectáculo y las
necesidades más básicas, entre la ilusión y el negocio.
“Macaco”. Conte se despide a ritmo de foxtrot –y music hall- de nuevo con
una letra incomprensible pero que, como muchas otras, acomoda los versos a la
melodía con total naturalidad, consiguiendo el deseado efecto hipnótico.
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