Al
grano: la segunda mitad de los ochenta fue el lustro de revelación y
consolidación de uno de los estandartes más aperturistas, cosmopolitas y
populares de la música caribeña de los últimos tiempos. Gracias al colectivo dominicano
4.40 el merengue –ese género trepidante y porfiado- abandonó gran parte la
rigidez de sus estructuras melódicas habituales (con Dioni Fernández y el Fania
All Stars Wilfrido Vargas a la cabeza como ejemplos de un estilo algo
inamovible) para abrazar un eclecticismo vibrante con un oído puesto en los
sonidos anglosajones (The Beatles, el jazz norteamericano) y otro en la siempre
despierta conexión con el son cubano, además de otras influencias imprevisibles
lejos del más inmediato de los radios de acción.
La
secuencia que va del segundo al quinto álbum del grupo es una de las noticias más
felices que tuvo a bien el despegue comercial de los sonidos más calientes en
gran parte del mundo por aquellos años. Subrayar este hecho y hacer hincapié en
él no es sino un acto de justicia poética del que nos sentimos en la obligación
de hacernos eco.
Después
de un primer lp insustancial y pragmático –“Soplando” (WEA, 1984, también
bautizado como “El Original 4.40”-, escorado al jazz latino (con algunas
influencias del samba carioca) donde brillaban por su ausencia canciones memorables
y tenían mucho más peso las evoluciones ceñidas a lo más prosaico del género,
todo cambiaría al año siguiente cuando, gracias a la bendita intuición de
Bienvenido Rodríguez, capo de Karen Records –donde Juan Luis permanecería hasta
mediados de la década de 2000-, la formación decide abandonar los “purismos”
del debut y lanzarse a tumba abierta hacia sonidos más comerciales pero no por
ello menos audaces.
“Mudanza y acarreo”(1985) es el primer aldabonazo a tan celebrada
transformación. Contiene el primer hit compuesto por Guerra –“Si tú te vas”- con los inconfundibles
relevos en las estrofas a cargo de todos los vocalistas del grupo, en especial Mariela
Mercado, que con su paso por el proyecto hasta 1989 simboliza en gran parte el
periodo más fértil de la formación. Pero además pasará a la historia por ser el
disco donde le dieron la vuelta al “Yo vivo enamorao” de Camarón de la Isla
–incluida inicialmente en el “Calle Real” de éste-, donde la segunda vocalista
femenina, Maridalia Hernández, reconstruye parte de la letra original, dando
como resultado un brillante e inesperado ejemplo de ‘nuevo flamenco’ cuando el
término apenas había echado a andar a través de la cruzada de Nuevos Medios.
José Monge “Camarón” les devolvería el homenaje interpretando su “Amor de Conuco” dentro del “Soy Gitano”
de 1989. El apartado de versiones célebres se completa con una sorprendente
versión del “Don’t Stop ‘Til You Get
Enough” de Michael Jackson –aquí denominada “Dame”- y sus electrizantes arreglos de viento.
Otros
dos momentos altamente destacables: “Elena”,
donde Guerra empieza a mostrar sus contrastadas dotes como cronista social
–siguiendo la estela de autores como Rubén Blades-, narrando las duras peripecias
de la inmigración suramericana en pleno Manhattan -con inevitable final trágico
incluido-, y “Ella dice”, un
medio-tiempo de estribillo rotundo, primer baluarte melódico de la revolución
tranquila emprendida por sus protagonistas dentro del merengue.
“Mientras más lo pienso… tú” (1987) afianzará definitivamente la línea emprendida en
el disco anterior, si cabe superándolo en la apreciación global de ambos
repertorios. Además de la citada “Amor de Conuco” –todo un homenaje a
campesinado dominicano, reforzado por una bucólica línea de acordeón- tenemos “Me Enamoro de Ella”, donde Juan Luis
describe un amor imposible –y deducimos que no correspondido- que “no sabe de cuentas”, impagable en su
destreza melódica y su afinado análisis de una sociedad tan clasista y desigual
como la de la república caribeña.
Mi
favorita de todo el repertorio de 4.40 viene en este disco e,
involuntariamente, da titúlo genérico al álbum: “Tú”, de una contumacia pop rayana en la perfección, un prodigio de
canción melódica, romántica y elegante. En una orientación muy similar –aunque
algo más inclinada a la bolerización
de la bachata- despunta igualmente “¡Ay!,
mujer”, impregada de una poesía clara y sencilla siempre acorde al tempo de
la canción. “Mientras más lo pienso” es, seguramente, su mejor disco.
“Ojalá que llueva café” (1989) fue el primer éxito planetario del combo, más allá
del prestigio que hasta ese momento habían adquirido sus cassettes previas
entre las pioneras hordas de recién casados extranjeros a la isla. Milagroso:
fue un disco que logró poner de acuerdo a viejos “progres” de la cuerda
revolucionaria centroamericana con yuppies necesitados de credibilidad más allá
de los predicamentos sintéticos de la new age; a modernos contagiados de la
epidemia tardo-ochentera del mestizaje con habituales de las implacables FMs
del momento. La canción titular abrió la caja de los truenos de la nueva fiebre
por los ritmos al otro lado del atlántico y es, con razón, un clásico a favor
de la erradicación de la desnutrición infantil y la pobreza en general: un
himno.
La
crítica al capitalismo y la alienación laboral de “Visa para un sueño” y la versión de “Woman del Callao”
(“tiene mucho hot, tiene mucho tempo”,
original de los venezolanos Un Solo Pueblo) son otros highlights de un disco que ya empieza a incorporar manifiestas
influencias de los vecinos marítimos a través del son y la salsa (“Razones”), así como del mbaqanga (“Reina Mía”) y el pop internacional (“De tu boca”).
“Bachata rosa” (1990) cierra el periodo más dulce y fructífero de Juan
Luis Guerra y 4.40. Personalizados ya al máximo en la figura desgarbada e
idiosincrática de Guerra, “Bachata rosa” supuso otro incuestionable bombazo
comercial, un producto repleto de hits a cual más impagable ahondando en la vertiente más sensible e
íntima de la fórmula. Buena prueba de ello es, por una parte, la canción que da
título al disco y, por otra “Burbujas de
amor”, con esa nada disimulada colección de metáforas eróticas de una
osadía no al alcance de cualquiera. Por el lado más festivo están “A Pedir su mano” y “La Bilirrubina”, con esa apoteósica manera de rimar en consonante.
Más salsa –“Carta de amor”-, mbaqanga
–la propia “A Pedir su Mano”- y
denuncia política –“Acompañeme Civil”,
que habla a las claras, con una irreverencia cuasi-punk, de la corrupción
institucionalizada a base de sobornos y prebendas- en lo que es, junto con
“Mientras más lo pienso… tú”, su disco más completo.
Tras
este disco terminó por imponerse la individualización de la propuesta, sumando
hasta hoy discos con algunos buenos momentos pero ya lejos de la inspiración
original que marcó un antes y un después en la revitalización de los sonidos de
raíz hispanoamericana a nivel masivo. Sabroso mainstream.
1 comentario:
Buena reseña. Valió la pena leerlo.
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