Mientras en 2020 seguimos contando con el despilfarro de información en lo concerniente a la música anglosajona -con la colección de jabones de hotel del guitarra de los Stones y minucias por el estilo se rellenan diariamente columnas en los medios-, mientras conocemos al dedillo las -normalmente- lamentables anécdotas de las estrellas de rock mainstream, a duras penas podemos enterarnos siquiera del año de publicación de discos africanos tan admirables y nutritivos como el que nos ocupa hoy. Es lo que tiene la drástica desigualdad comercial y el colonialismo extenuante. Verán: haciendo una búsqueda somera en Google les aparecerá en algunos sitios -demasiados- que "Star of the Sea", el álbum oficial en solitario -al que añadir uno inédito que pulula por ahí- del músico ghanés Ernest Aubrey Honny se lanzó en 1978. Imposible: si Christiana Satel -el sello beninés encargado de lanzarlo en riguroso vinilo- nos escatimó este dato tan importante en su envoltorio, tuvo sin embargo el detalle de colocar en la contraportada a los músicos que intervinieron en su grabación junto con la relación de instrumentos que enchufaron para la misma. Y si el Yamaha DX7 -por poner solo un ejemplo- que toca nuestro protagonista se empezó a comercializar en 1983, difícilmente puede considerarse un disco de unos cuantos años antes. Así que, comparando el número de catálogo de "Star of the Sea" con el de otras referencias del mismo sello -donde sí se refleja la fecha de registro-, el año de su edición -aproximado pero bastante probable- es 1984. Increíbles malabarismos solamente para situarnos con un mínimo de rigor.
Hasta ese momento Honny era uno de los músicos más solicitados y activos de la escena de su país desde principios/mediados de los años setenta. Liderando por un lado Honny And The Bees Band -los de "Psychedelic Woman", pieza de culto que no puede faltar en cualquier buena recopilación de highlife nativo- y por otra parte como teclista de la Apagya Show Band del mítico Ebo Taylor -del que tuvimos a bien destacar en este blog el año pasado su inédito "Palavel"-: en ambos proyectos Ernest Honny ya destacaba por tu envergadura tanto física como ejecutora. Un poco más adelante -principios/mediados de los ochenta- sin dejar de demandar sus servicios como arreglista en discos tan recordados por el público local como el volcánico "Lover's Songs" de Janet Osei o el "Meko" de la reina del highlife Lady Talata -increíble la canción homónima, todo un hit- es cuando, ya por fin, pudo Honny dejar hueco para perpetrar su puesta de largo como solista, con resultados altamente reconfortantes. En unos modestos pero apañados estudios en Benin -Satel Cotonou- y tras huir temporalmente de la inconsistencia política y sobre todo económica que Ghana sufría en aquella turbulenta época.
"Star of the Sea" se abre con la canción que da título al disco: synthpop atmosférico de autor, escoltado por un coro femenino -Adèle Adeoko y Mary Amegan- de pretensiones entre enigmáticas y sensuales. "Guigo" tiene un tempo de reggae pop alineado con el desprejuicio post-new wave del momento. "New Dance", con recitado incluido, es equiparable al tecno minimal más inquietante que se hacía en el "primer" mundo e incluye un sugestivo solo de sinte de tonalidades jazzísticas (la más highlife del lote, por tanto). Otra canción inequívocamente contagiosa es la reivindicativa "Kaabo Africa", donde Honny vuelve a sentar cátedra con intuitivos arreglos pop que se pegan ineludiblemente al cuerpo. "Happy village" es una balada soul de ajustada pero penetrante mística, y cierra esta pequeña gran obra de arte "Yendanoase", quizá la más cercana a estilos como el pop massoka camerunés o el funaná caboverdiano, con protagonismo vocal absoluto de Adeoko.
Ernest Honny, seguramente con algo más que mero instinto, dio con la tecla mágica para confeccionar un álbum sumamente pegadizo que no ha perdido en todos estos años nada de la frescura con la que fue ideado; reinvindicado fervientemente incluso por figuras del penúltimo hip-hop como Paul White. No es para menos. "Star of the Sea" debe ser considerado como ejemplo mayúsculo del afro-pop más saludable de todos los tiempos: una combinación químicamente perfecta de baile tórrido con porte sintético y sentimiento a flor de piel. Delicious!
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