Heine, azote de los conformistas, martillo mordaz
de los escritores cortesanos (detectaba con ojo clínico no solamente los
movimientos del adversario, sino los pasos en falso o la deserción de sus
compañeros de fatigas), hoy también sería un autor incómodo. Literaria e
ideológicamente confrontado en su día a todo bicho viviente, censurado después
hasta la extenuación por el régimen nazi y arrinconado finalmente por la
República Federal en plena campaña de reafirmación territorial que en la
actualidad está dando (de nuevo) infaustos frutos, su condición de poeta
“político” –donde todo es rigurosamente cuestionado- ha sonado siempre a
improcedente para el oficialismo burgués no solamente alemán sino también para
el europeísta en general.
Enemigo acérrimo de los accesos patrióticos por
erigirse éstos en castradoras tomas de conciencia, por el contrario fue amante
de una noción vernácula abierta al debate (su marcado individualismo le
convirtió en presumible paria), anteponiendo las ansias de una Europa expansiva
y transformadora respecto a las maneras ruines e hipócritas de la jerarquía anquilosada
y la estructura inmovilista y empobrecedora de cada estado.
“¡Toca, clama, atruena
siempre,
hasta que huya el
último opresor!
Canta sólo con esta
tendencia,
pero mantén tu poesía
cuanto más general,
mejor.”
Heine El Desengañado, el homicida del Romanticismo
(y, paradójicamente, su último gran exponente) hoy, como siempre, es necesario.
Para plantearse todo, relativizarlo (“Aunque
nos queríamos mucho/no nos llevábamos mal”) y atizar desde la tribuna
respecto a toda injusticia, atropello o abuso. Desde “El Libro de las
Canciones”, donde se encuadrará a sí mismo en la corriente literaria
predominante y a la que disputará su fortaleza y vigencia, Heine empezará a
coleccionar una serie inabarcable de decepciones que irán más allá de exclusivo
ámbito amoroso para alcanzar lo puramente existencial (pasando por el revolucionario de mediados del XIX), cristalizada en los
Romanceros (sus últimos volúmenes poéticos oficiales) y los poemas de la última
cosecha.
Heine retorcía hasta el propio poema, y lo rebatía
desde sus entrañas. Se empeñaba en demostrar la finitud de las emociones a
través de giros casi copernicanos que terminaban revolviendo el tono precedente
de las composiciones. Y eso, insistimos, tanto desde el punto de vista
sentimental como desde el diplomático o el puramente vital:
“(…) Puede que toda una
chusma de deidades
espectrales haya tomado
por huerto
propicio a su recreo
impertinente
la concha hueca de un
poeta muerto (…)”
“Florece mayo. En el
verde bosque
trinan alegres los
pájaros;
muchachas y flores
sonríen virginales,
¡ah, bello mundo, te
abomino”
Heinrich Heine, más actual y valioso que nunca.
Heinrich Heine, más actual y valioso que nunca.
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