"Rememorar nuestro pasado, aun sabiéndolo tan nuestro, se nos antoja en el tiempo ajeno a nosotros"
Losey, víctima de las purgas macartistas, fue -tanto por circunstancias personales como, ya de paso, por intrínseca inquietud sobre las posibilidades del medio- uno de esos directores omnívoros que transitó por filmografías de diferentes países (además de su país natal, Estados Unidos, rodó para Reino Unido, Francia e Italia) e intentó tocar casi todos los géneros, dejando una impronta donde la sobriedad y la distinción fuesen marca de la casa, independientemente del tono de cada película. A menudo irregular e insuficiente, y otras muchas efectivo y hasta clarividente, Joseph Losey cargó desde muy pronto -principios de los años cincuenta- con cometidos que le dejaron en una situación hasta embarazosa -pienso en su famélico e impersonal remake nada menos que de "M. El Vampiro de Düsseldorf"- que compaginó con esforzadas cintas noir ya entonces de marcado corte social -"The Lawless", "The Big Night"- o de un simpático minimalismo -"The Prowler"-: todas ellas Made in USA, antes de su exilio forzado a Europa.
Tras una primera aventura específicamente italiana, debutó en su país de adopción -Reino Unido- con la primera de sus obras de verdadera envergadura: "The Sleeping Tiger" -con una memorable evolución psicológica a cargo de la actriz Alexis Smith-, a las que siguieron bandazos que subrayaban lo estilizado y lo conceptual de sus thrillers -"The Intimate Stranger", "Blind Date", "The Criminal"- con lo torpe a nivel interpretativo de algunos de ellos -"Time Without Pity"-. Por entonces ya experimentaba en paralelo con la incipiente (e inquietante) sci-fi british -"X: The Unknown" y, sobre todo, la apócrifa continuación fílmica del pueblo de los niños malditos, "The Damned", ambas en la entonces pujante Hammer- hasta llegar a la que casi unánimemente está considerada como su mejor y más carismática película: "The Servant", lejana precursora de fenómenos cinematográficos actuales como la coreana "Parasite". Quizá "El Sirviente" funcione también como punto de inflexión en la carrera de Losey (que venía de fracasar artísticamente con la petulante y vacua "Eva", desgraciadamente poseída por la cargante influencia de "La Dolce Vita" de Fellini), acatando a partir de ese momento esa referida sobriedad que decíamos al principio y que se identifica de manera más acentuada en el último tramo de su carrera, sin dejar de trufarla, según el caso, de un soterrado sentido del grand guiñol, ubicando en esto último a "Secret Ceremony" (su particular "What Ever Happened to Baby Jane?) o la propia "The Servant". El amor fou de "Accident", la ascendente del "Duel" de Spielberg "Figures in a Landscape" o el drama político alrededor de la falsa identidad de "Monsieur Klein" son las -abigarradas- muestras de una parte final nunca exenta de vaivenes de consideración, muchas veces a merced de la inspiración del guionista de turno.
Enfilada igualmente en su época de madurez podríamos situar "The Go-Between", muy posiblemente la más sutil de todas sus producciones. Basada en la novela de L.P. Hartley -publicada esta en castellano por Pre-textos-, "El Mensajero" (que también podría ser traducida como "El Correveidile") arranca con una deslumbrante muestra de naturalismo pictórico deudor de las líneas suaves y la luminosidad de autores como Waterhouse, Inchbold o Brett. La música -a cargo del recientemente fallecido y reivindicado Michel Legrand-, entre el dramatismo y la exaltación, nos da una pista sobre el carácter anhelante y a la vez trágico de la cinta. La historia, apoyada si se quiere en un extenso flashback, remite a los recuerdos de infancia y primera adolescencia de un chico de clase humilde a principios del siglo XX en unas vacaciones de verano en la mansión de un compañero de colegio, y que significará un acusado punto y aparte -sin retorno- en su vida.
La importancia de esta película radica ya desde los primeros minutos en la transparencia con la que Losey coloca y conduce la cámara, sin apenas dejar hablar a sus personajes como no sea para algún diálogo a lo sumo pretendidamente intrascendente. El compañero del protagonista pasará muy pronto a un segundísimo plano para centrar el desarrollo de la película en la relación del chico protagonista con la hermana mayor del compañero -Julie Christie-, y en las intrigas epistolares de esta con su pretendiente y a la vez con el encargado de las caballerizas. Todo desde una perspectiva costumbrista, pero que a su vez indice en la doble lectura sobre la que girará el guión: el cóctel explosivo que supone unir las diferencias de clase con el conflicto sentimental en el despertar de los afectos, más allá de la simple amistad, del niño, pero haciéndose extensible a empleado.
Sobre la primera de las estas dos cuestiones giró, por otra parte, gran parte de las temáticas de Joseph Losey como realizador. Izquierdista certificado, Losey diseccionó la lucha de clases y sus sempiternos conflictos en multitud de cintas: "The Servant", "The Sleeping Tiger", "Accident"... la lista es bastante extensa y, a la vez, fue tratada desde diferentes ángulos. Hecho este que le coloca más de actualidad que nunca, pues como es sabido la disputa no solamente es una cuestión jamás erradicada, sino que resopla latente hoy en día con toda su crudeza tras el intento de amnesia colectiva del neoliberalismo que aún sufrimos.
"The Go-Between" es un afilado pero a la vez vaporoso tratado sobre la fascinación amorosa que desemboca en la adoración no correspondida, la hipocresía, la especulación del despertar sexual y la salvaguarda de las falsas apariencias. Finalmente, quedará la decepción mezclada con una incomprensible lealtad más allá del tiempo (y de la vida) a la que el infante -ya mayor: interpretado de manera sobrepasada en los últimos compases por uno de los actores talismán de Losey, el legendario Michael Redgrave- se verá postergado.
¿Quién no ha sufrido alguna vez una situación similar? El paso de la niñez a la adolescencia es el caldo de cultivo para viajes iniciáticos, estancias, miradas y secretos proclives a la confusión, a la interpretación más atroz que luego afecta amargamente al corazón, y más si se sazona con amaneramientos de condición socio-económica. Creo que sé algo sobre un tema como este. Quizá hasta el punto, en fin, de sentirme bastante identificado con el protagonista principal.
P.D.: "The Go-Between", al menos el título, fue inspiración -o eso dice la leyenda- unos pocos años más tarde para el bautismo de cierto grupo de pop australiano sobre el que, casualmente, estos días se cumple el aniversario del deceso de uno de sus dos responsables. Sirva esta reseña a su vez como un modesto recuerdo, en pleno confinamiento, a la memoria de Grant McLennan, al que se le echa mucho de menos.
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