Dentro de la centenaria tradición del teatro 'kabuki' japonés, en su apartado sobrenatural tienen un lugar preeminente las historias de fantasmas y, de entre todas estas, las de Yotsuya se alzan como un fenómeno artístico de primer orden.
Si de todas las adaptaciones al cine que se han realizado hasta el día de hoy de la representación original de Nanboku Tsuruya es la de Nobuo Nakagawa de 1959 la más recordada -por la inusitada espectacularidad, en aquel momento, de sus efectos especiales-, bien cabe poner el foco en el díptico de Keisuke Kinoshita emprendido diez años antes.
Kinoshita, al contrario que Nakagama, buceó muy pocas veces en su filmografía la ficción terrorífica o simplemente fantástica. Ese fue, en cambio, el pilar sobre el que el segundo se especializó toda su vida, alternando producciones con presupuestos holgados -la citada Yotsuya Kaidan del 59- con otros productos de serie B donde primaba más el disimulo de las carencias presupuestarias que el acabado del guión -o eso es al menos lo que se puede deducir de títulos como "Bôrei Kaibyô Yashiki" ("The Mansion of the Ghost Cat"), que es más recordada por la perspicaz combinación de escenas en blanco y negro con otras en color que por su afinada trabazón argumentativa o sus aciertos en la puesta en escena-.
El caso de Keisuke Kinoshita fue el de una exploración del drama sin apenas artificios en todas sus vertientes, y eso es algo que se percibe meridianamente en su "Yotsuya Kaidan" de 1949. No hay que olvidar que se trata del cineasta de títulos clásicos más reconocidos de cara a crítica y público como "Narayama Bushiko" ("La balada de Narayama") de 1958, que penetra en otro mito nipón como es el de acompañar a los mayores en sus últimos compases de su existencia en una montaña no precisamente muy accesible pero sí lo suficientemente solemne para que los ancianos puedan reunirse con los dioses, o "Yorokobi mo Kanashimi mo Ikutoshitsuki" ("Tiempos de Alegría y Dolor") de 1957, una 'lighthouse movie' sobre itinerancia laboral y cómo esta afecta a las relaciones familiares de sus protagonistas, todo bajo un propósito epopéyico bigger than life.
Es importante recalcar esta preponderancia casi absoluta en Kinoshita por el melodrama, ya que quien se acerque a estas dos partes de "Yotsuya Kaidan" y espere encontrarse con una mera película de terror oriental al uso -de la época- puede llevarle quizá a ciderta frustración.
El arranque de la película, desde el travelling inicial, invita a la sugerencia por el cine carcelario -con su intento de fuga casi fallido incluido, introduciendo la prototípica figura del chivato- a través de la posterior trayectoria de dos de sus evadidos: uno, Kohei, en busca de la geisha -Oiwa- con la que mantuvo relaciones antes de acabar entre rejas, y otro, Tamiya, casado con la misma a posteriori pero desengañado de su matrimonio. A Tamiya se le añadirá como escudero de aviesas intenciones Naosuke, una mezcla de celestino y Mefistófeles movido por propósitos oscuros para forzar a Tamiya a cortejar a una noble de la zona -Edo, de donde era natural el autor Tsuruya- que a su vez está enamorada de Tamiya pero comprometida con otro hombre.
¿Están justificadas las más de dos horas y media en total de este folletín escénico con ribetes de thriller psicológico tan de los años cuarenta? Rotundamente sí: por ritmo, planificación, actuaciones e insinuación del pánico. Dos cintas de muchísima enjundia por el precio de una.
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