miércoles, 5 de julio de 2023

Adviento nocturno y La barca, de Mario Luzi






Si hay un autor que, dentro del saco del Hermetismo (de algún modo prolongación de las corrientes decadentista y simbolista), recoge como nadie el azogue del gran precursor Stéphane Mallarmé, ese no es otro que el florentino Mario Luzi y, dentro de su extensa obra, son sus dos primeros libros -recogidos en esta deliciosa edición bilingüe de 2012 de la Editorial Universidad de Córdoba en connivencia con la Universidad de Almería-, escritos en un periodo infausto en la historia de Italia -segunda mitad de los años treinta del siglo pasado-, con su clase trabajadora constreñida de manera infame y humillante por el fascismo, poco antes de la segunda escalada bélica mundial.

"La barca" y "Adviento nocturno" -por orden cronológico- marcan una supeditación metafísica, ambivalente y hasta punto irracional de la tradición inmediatamente anterior, tomando las enseñanzas del autor de "Igitur" como verdadero faro sobre el que desplegar el magma estructural y atmosférico de los poemas incluidos en ambas obras. Todo ello, y hasta cierto punto paradójicamente, desde una militancia crítica plenamente consciente, pues Luzi siempre destacó por tratar de argumentar sin vacilación su apuesta decidida por la abstracción y el retorcimiento de la sintaxis, colmándolos de un armazón propositivo. Como indica Francisco Deco en el estudio introductorio de esta edición, se trata de alguna manera de reagrupar todos los símbolos al alcance para generar las potencialidades de lo oscuro, en un viaje vertiginoso que nunca da como segura la consecuencia de su desembocadura, pero sí sus herramientas. 




La poesía de Luzi en esos primeros años es, podríamos decir, de un cierto costumbrismo impenetrable. Los ambientes rurales y proto-urbanitas y su devenir cotidiano establecen el punto de partida hacia el abismo. Con simbología recurrente: las mujeres -así, normalmente en plural- como figuras siempre presentes, tanto por lo que inspiran como por lo que ellas proyectan de vuelta en el ambiente. Sirva como ejemplo el más sugerente poema de "La barca" titulado "Serenata di Piazza D'Azeglio": un paseo en carro del autor -autodenominado como "inmenso pasajero", priorizando el carácter supraconsciente a la hora de escarbar en lo etéreo- que va anunciando en cada elemento que visualiza su intención más recóndita a través de la actividad manifiesta según el caso.

En "Allure" -ya perteneciente a "Adviento nocturno"- esa búsqueda de lo oculto en lo frecuente logra fundirse a cada paso, se entremezcla de tal manera que logra formar un 'tercer universo', y en ese ámbito Luzi -que lo ha relatado en pasado- hace un llamamiento a la persistencia de lo, a estas alturas, revelado:


"Piensa en mí si en palas de aventar la noche
late aún con esencias escondidas
y de mí te habla junto a las cerradas
ventanas que tú amas."


Más cercanos a la fatalidad de Dino Campana están poemas como "Tango", cuya bailarina ya en sí misma "era una sombra intangible en un soplo de músicas moradas" y donde, a través de la música "percibía el acento de la noche", transformado esto segundo finalmente en "suceso aciago de su vida sin rescate".
Versos enhebrados con la aleatoriedad en los signos de puntuación, urdiendo en apuestas como esa la condición imponderable del Universo que Luzi procuró surcar con valentía en sus primeros pasos.

Más tarde -y, como en el caso de otro iconoclasta contemporáneo como Vicente Aleixandre- fue dotando a su poesía de cierto pragmatismo formal, hasta alcanzar la destilación más armoniosa con esa maravilla que es "Invocación" (incluida en un libro posterior, "Primicias del desierto", de 1952).

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