No deja de resultar curioso: mientras a partir de
los noventa parece que surgen hasta más etiquetas que grupos, en los ochenta casi te
las tienen que poner después de muerto.
Sophisti-pop. Un género que nunca existió en su
momento y que desde hace algo más de una década sirve para catalogar a una
serie dispar de proyectos que tenían como mínimo común denominador –allá por el
ecuador de los ochenta- la influencia de la música negra, los arreglos límpidos
y la elegancia tanto en el vestir (según el caso) como en sus canciones. El
jazz, el sonido philadelphia o el soul eran adaptados a la idiosincrasia new
wave, neorromántica y post-punk en general.
Blue Rondo à la Turk, precedente inmediato de Matt
Bianco, pertenecían en parte a ese estrato escurridizo en el que, además,
impregnaban de latinidad su propuesta. Pero Blue Rondo (más cerca de Kid Creole
& The Cononuts que de The Blue Nile, para entendernos) quedó condenado a un
coyuntural ostracismo al que la posteridad tampoco ha ayudado a sacar a flote.
Comprensible por otra parte: apenas dejaron canciones memorables y sí mucho
ejercicio de estilo ideal para pasar el rato pero no para tomarlo mucho más en
consideración. La estética años cuarenta de sus portadas era, de lejos, lo más
atractivo que tenían.
Paralelamente se estaba cociendo otro grupo con
una intención menos marginal y, por lo menos en su primera época, más proclive
a crear canciones mucho más manejables (o digeribles, si se prefiere). Danny
White y Mark Reilly, teclista y guitarra de Blue Rondo respectivamente, forman
junto con la vocalista polaca Basia Trzetrzelewska la marca Matt Bianco,
mediante la cual acabarán compitiendo ferozmente en las listas con otros
inevitables de los sonidos pulcros y las formas refinadas.
Aclaremos que, detrás de tanta finura, había mucho
relleno. Muchos minutos de embelesamiento con las formas heredadas del jazz
vocal y los ritmos negros en general que se traducían en álbumes aparatosos
donde iba decreciendo la atención a medida que se terminaban los singles de
éxito. Ahí están los ejemplos de Sade, de cuyo primer disco –“Diamond Life”-
apenas resisten el paso del tiempo “Smooth Operator”, “Your Love is King” o
“Hang On Your Love” (curiosamente respaldadas con semejante inspiración por sus
caras bés: “Spirit”, “Love Affair
With Life” o, sobre todo, “Should I Love You”), aunque bien es cierto
que el tono general mejoraría con los dos siguientes lps. O The Style Council,
que aunque ganan considerablemente en porcentaje, también introdujeron bastante
material inservible en los surcos de sus álbumes.
En el caso de Matt Bianco también será así con
discos como “Matt Bianco” (1986), donde sólo destaca la versión del “Yeh Yeh”
de Gergie Fame, “Dancing in the Streets” y “Undercover” (es decir,
exclusivamente el arranque del disco), o “Indigo”, de la que sólo sobrevive con
brío e interés el bombazo “Don’t Blame It On That Girl”.
“Whose Side Are On You?” es, sin embargo, otra
cosa. Poco menos que un milagro. Un disco completo convincente y disfrutable de
principio a fín. Podemos decir, sin miedo a equivocarnos que, a excepción de un
par de instrumentales (“Matt’s Mood” y “Matt’s Mood II”, con los que inopinadamente
no se baja el nivel), es un disco repleto de hits que han resistido sin
problema alguno el paso del tiempo. La sublimación del jazz-pop latino más
irreverentemente comercial, apoyado en líneas melódicas muy pegadizas y
recursos ajustados, donde nunca hay espacio para la digresión gratuita.
El disco arranca con los ganchos de rigor: “Whose
Side Are You On”, la contundente bossa “More Than I Can Bear” o el single “Half
A Minute”, a ritmo de samba ineludible. Del cha-cha-cha de “No no never” es
imposible quitarse de la cabeza las segundas voces de Basia, así como uno
tampoco es capaz de resistir al ritmo desenfadado de “Get Out of Your Lazy Bed”,
que mezcla jazz, revisal ska y hasta charlestón. “It’s Getting Late”, contiene
coros soleados y un pseudo-rapeado sobre la acostumbrada base sintética de jazz
y pocos singles de la época son tan perfectos y contagiosos como “Sneaking Out
The Back Door”. “Riding The Wind”, casi finalizando el disco y con fairlight
desbocado incluido, confirma que las musas se pusieron del lado de Mark, Danny
y Basia como ya nunca más lo estuvo el proyecto Matt Bianco. Si le añadimos la
funcional “Big Rosie” o el instrumental “The Other Side” tendrán la edición
perfecta que, a día de hoy, se le sigue negando a este disco sugestivo y
apetecible como pocos dentro de la impronta mainstream de la época.
El grupo acabaría disgregado con Reilly como único
superviviente de la primera formación y liderando una continuación insulsa sin
el punch del primer disco y empantanado en el R&B y el easy-listening más
precedible. Basia, por su parte, haría vida en solitario siguiendo la estela de
Isabelle Antena, pero con la mitad de gracia.
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