Me temo que, como en el caso de Depeche Mode el año pasado, hoy tampoco voy a ser demasiado original. Si los de Martin Gore, hasta la publicación de "Memento Mori" no firmaban un disco reseñable desde "Ultra" (1997), PSB han hecho algo muy similar con "Nonetheless" desde "Yes" (2009): hacer un disco que superara dos absolutos desastres como fueron "Elysium" (2012) y "Electric" (2013), además de otros dos artefactos completamente insulsos y desfondados titulados "Super" (2016) y "Hotspot" (2020). Los dos primeros respondían al intento desesperado de -supuestamente- tratar de no perder el tren de los tiempos, echándose en brazos de la electrónica de baile más fútil para camuflar lo que era no más que inoperancia, y en los dos anteriores al nuevo "Nonetheless" a la preocupante escasez de talento (llámalo quizás simplemente agotamiento) aun queriendo volver a los sonidos más inmediatamente discernibles del dúo maravillas.
"Nonetheless", también hay que decirlo, no sorprende en absoluto y, afortunadamente, arriesga lo mínimo o incluso menos que eso. James Ford, el productor, como en el caso de otros trabajos en los que ha sido requerido, caso del citado "Memento Mori" -o "The Ballad of Darren" de Blur, otra apetecible recuperación- ha preferido con buen criterio ensalzar los mejores atributos de Neil Tennant o Chris Lowe antes que lanzarse a aventuras inquietantes que, a estas alturas, se ha comprobado ya que no tendrían demasiado sentido. Son diez canciones cuyas construcciones remiten caminos ya sobradamente transitados, pero no por ello menos celebrables o gratificantes. "Behaviour" o "Very" están en su ADN: opulentos arreglos orquestales, melancolía revitalizante y un retorno a las melodías y los dramas 'bigger than life', ahora de nuevo bien engarzadas, que tanto seguimos necesitando. Ya lo adelantó "Loneliness", el primer single de la última singladura, un más que resultón reinicio de las fantasías pop a las que nos tenían muy bien acostumbrados en su reinado, que se corresponde desde la segunda mitad de los ochenta a la primera de los noventa.
Pero también hay guiños manifiestos a los primeros discos (incluida la portada, en la onda de "Please" o "Actually"): el rapeado y el tono costumbrista de "New London boy" aluden de algunas maneras a "West End Girls", y "Dancing Star" al italo-disco sabrosón de "Domino Dancing". Pero son sobre todo las transiciones sinfónicas de "A new bohemia" y la triada final las que terminan de empoderar esta feliz reentré en nuestros corazones: "The secret of happiness" (más que posiblemente la mejor de todo el conjunto), con su desarmante mecedura brill building coloreada de easy-listening; "Bullet for Narcissus", entre el Hi-NRG, el restallido funk y esas guitarras a lo New Order (además de los dardos en la letra a los bufones de la extrema derecha que en tiempo real campan con total impunidad); y la tensional "Love is the law", que concluye sin remilgos y con pulsión de film neo-noir un álbum mucho más que digno.
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