sábado, 13 de agosto de 2011

En busca de Cabo Verde (I)




El flechazo fue algo tardío pero seguro, circa 2006 con “Rogamar”. Después llegó Tito Paris, pero ha sido este 2011 el del aluvión personal y el del intentar poner poco a poco las cosas en claro. El influjo de estas islas es algo que ya no se puede parar. Este pequeño Brasil, apadrinado por el oeste lisboeta, el ‘charme’ francés y el romance caribeño no deja de producir, especialmente en los últimos veinte años de la mano de Cesária y su pionero arranque mediático, a músicos e intérpretes que ejemplifican a la perfección, con sobriedad y destreza, la natural mezcolanza de sonidos populares y maneras de ambas orillas del Atlántico. El morna, ese fado caboverdiano de tamiz tropical africanista, es la excusa, aunque bien entrecruzada con otros ritmos y pronunciaciones. Para los que no hemos llegado a sucumbir al fadismo continental, ese es nuestro remedio. Y mucho más.



Se trata de tres compilaciones sobre lo que, a juicio personal, es lo más interesante de la música cocinada en Cabo Verde o con indisociables vínculos con dicha denominación de origen. Por supuesto, ha habido criba: como ocurre en cualquier sitio, no es oro todo lo que reluce, aunque bien es cierto que han sido los menos los que han quedado fuera en el tiempo que me ha dado hasta hoy a sondear el terreno. Uno de los rasgos más marcados es el del poderío casi absoluto de la presencia femenina, por lo menos en lo que se refiere a la interpretación, sospecho también que independientemente de mi visión particular. No obstante, para un mayor conocimiento del material aquí expuesto, se recomienda visitar el blog de Afrocubanlatinjazz, fuente virtual indispensable de lo que ordinariamente se conoce por otra parte como músicas del mundo. Yo, como en todo, me limito a ser mera correa de transmisión de unos sonidos apasionantes y unas canciones fascinantes, sin ánimo alguno de sentar cátedra ni nada por el estilo. En todo caso, con el único y humilde objetivo de compartir este entusiasmo que ya no se puede atenuar.



Lo primero, los clásicos. O los más clásicos de entre los clásicos. BANA es figura señera ya desde la época colonial, y las canciones seleccionadas pertenecen a esos años, aunque ha seguido en activo hasta nuestros días, con un saber estar a prueba de bombas. “Fidjo de ninguem” y “Nossa signora da fatima” son dos coladeiras de fuerte conducta sonera, como buena parte del cancionero que este caballero ha venido interpretando desde entonces. El morna, en sentido más estricto, ya viene de la mano de TITINA que, auspiciada toda por el repertorio de B.Leza, uno de los compositores caboverdianos más importantes e inevitables –algo así como el equivalente isleño de monstruos como Noel Rosa, Wilson Batista o Ary Barroso-, se da un homenaje de góspel y sodade a partes iguales. Más dulce y aguda es la voz de CELINA PEREIRA de la que he elegido, entre otras, un “Ave Maria Do Morro” por tener esa guitarra con efecto tan pop y por fundirse con total naturalidad con ese “Ave maría” de Schubert, sin atisbo de bizarrismo o vulgaridad, algo muy común por otra parte cuando se juntan música “culta” y popular. De CESÁRIA EVORA sobran las presentaciones: figura capital e influyente, y una de esas voces que es capaz de levantar la canción más indefensa hasta las más altas cotas. He elegido dos clásicos, “Cize” y “Cretcheu di ceu”, incluidos en su merecidamente aclamado “Mar Azul”, aunque bien podría haber elegido cualquiera dentro de su ya más que dilatada discografía, incluso entre sus injustamente menospreciados primeros discos de reentré de finales de los ochenta, con cajas de ritmo y arreglos tipo “gitano con la cabra” que siguen sonando deliciosos, por otra parte.



Lo de HERMINIA es muy fuerte en todos los sentidos: cantó toda su vida por los rincones caboverdianos prácticamente olvidada, para grabar sólo un par de discos casi a final de su existencia, sobre todo el impresionante “Coraçon leve”, con esa garganta añeja ya de por sí, repleto de mornas mágicos y pintado con arreglos mínimos y elegantes. Sin lugar a dudas uno de los mejores discos de los noventa fue el de esta hechicera y ella es en sí toda revelación. ILDO LOBO, voluntarioso protector y difusor de la cultura de su país, lideró Os Tubaroes en los setenta y su temprana muerte provocó una conmoción en todos los estamentos sociales de las islas. Es poderoso y con un punto muy romántico en sus producciones. El “Viva vida” de ANA FIRMINO es una de esas joyas donde cabe un poco de todo pero siempre con criterio y desenvoltura. Ya lo dice uno de los estribillos más gloriosos de este genial disco: “Morna, batuque, coladeira, contradança, kabule e funaná”. Pero también, añado, pop o MPB de alto voltaje emocional y festivo. No obstante, me he centrado en sus mornas, por ser este estilo el predominante en la primera de las tres recopilaciones. Que la disfruten.


En busca de Cabo Verde I

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