miércoles, 20 de noviembre de 2019

Anarquismo Social o Anarquismo Personal, de Murray Bookchin




Ahora que desde algún que otro sector de la "nueva izquierda" española autodenominada transversal y profundamente anti-proletaria -pero sensata y verde, ojo- se quiere utilizar alegremente la memoria de personalidades libertarias históricas para desbordar (es un decir) en campaña electoral -agregándoles simbología barata en las antípodas de las ideas de los clásicos-, es bueno aprovechar para seguir matizando y desenmascarando a los arribistas, indocumentados y eunucos entusiastas del mejunje ideológico cuya ambición final no es otra que la de perpetuar el socio-liberalismo ramplón, decrépito y ya a duras penas maquillado.

Una manera -como casi otra cualquiera- de volver a calcular las inconsistencias e incoherencias de los que juegan al radicalismo de postal a cambio de un puñado de votos y puestos estratégicos en la insoslayable partitocracia neoliberal es volver a las advertencias de post-marxistas evolucionados a posiciones aún más latentes como Murray Bookchin que, entre otros muchos debates de suma validez e importancia -con el ecologismo como impulso estrella en sus planteamientos- ahondó en la doble vertiente -todavía tan tensional- entre anarquismo comunitario y anarquismo individualista.






Una fricción que de alguna manera pervive en la actualidad, entre los que descartan de manera tajante -y furibundamente desdeñosa- la horizontalidad asambleísta por ilusoria e inoperante -comprando así uno de los mantras más socorridos y codiciados de las élites políticas y económicas- y los que desconfían de los cantos de sirena de las celebrities coyunturales y su endeble y mojigato sentido de las correlaciones. Es una disputa que Bookchin analizó con afilado bisturí sobre parecidas implosiones doctrinarias durante los años noventa -el panfleto que aquí presentamos se publicó justo después, a principios del presente siglo-, detectando un anarquismo renuente a la confrontación, al mutualismo o al replanteamiento constante en pos de un (falso) modelo de ácrata autosuficiente a la búsqueda de una heterodoxia postmoderna bajo el paraguas del primitivismo falazmente anti-tecnológico, del talante new age y de la pose milimétricamente estudiada de yuppie descuidado. En términos tradicionales -porque esto es tan antiguo como la propia lucha de clases-, entre el esforzado colectivismo que promulgaban Bakunin, Kropotkin o Los Solidarios y la metafísica egoísta de Stirner, Proudhon o Tucker. La tesis fundamental de Bookchin es que el modelo individualista supuestamente libertario no solamente no proporcionó cambios importantes en la vida de las personas y sus condiciones más básicas, sino que sucumbió al modelo mezquino de una búsqueda de autonomía -que no es otra cosa que hacer un impostado currículum de cara a la galería- confundida como libertad y que desembocó posteriormente en un irracionalismo mágico y ensimismado y en la dejación de responsabilidades básicas para con el entorno, ideal todo para perpetuar el sancta sanctorum reaccionario y burgués de la desigualdad y la supervivencia selvática dentro del maremagnum financiero depredador y el privilegio por cuestiones de fe, estirpe y/o falta de escrúpulos. Unos polvos -Mayo del 68, Foucault, zona temporalmente autónoma- que, de alguna manera u otra, dieron lugar a estos lodos -el núcleo irradiador, la Operación Merlin o el entreguismo más soez-. Ahí seguimos, como bien se puede comprobar.