sábado, 17 de diciembre de 2022

Discos Favoritos de 2022




Algunos de los elegidos: The Aluminum Group, Cate Le Bon, Luna Li, Santiago Auserón (Juan Perro) y Oneide Bastos



Entre tanto blockbuster indie-urban-r&b-americana que circula por ahí y martiriza con su bombástica transitoriedad hay, menos mal, espacio para los álbumes (y algún que otro ep) que dejan poso: los que más me han llegado a lo largo del año. Así hasta llegar a 43. Un inventario personal e intransferible, relacionado por orden alfabético (as usual). This is pop!







40 Watt Sun – Perfect Light (Svart)

Feliz evolución la del británico Patrick Walker, de los sonidos más cercanos al metal del principio al folk-slowcore de este su último disco que, espero, marque la definitiva tendencia en su trayectoria. Afortunadamente, recuerda más a Red House Painters -también a los Low más inspirados: los que cortaban el aliento melódicamente- que a Sun Kil Moon. Explotación extensiva (esos minutajes...) que, aquí, se antoja más que disculpable: la intensidad vencida y el intimismo lacerante no pierden pulso en ningún momento. No obstante "Colours", quizá por ser la más corta, resplandece con inusitada delicadeza respecto al resto.







1969 Collective – 1969 (Les Éditions Mo Fat)

No solamente exhala los aromas del folk más cuidado y exquisito de finales de los sesenta, sino los de catálogos de sellos históricos como el brasileño Elenco o el belga Les Disques du Crépuscule, así como el de discos trascendentales como "La Question" de Françoise Hardy. Un disco (des)comunal, pleno de sentido y sensibilidad, reducto de almas cultivadas e insobornables totalmente al margen del impuesto contrarrevolucionario del algoritmo o de la rutina del 'me gusta'. 







Acid Coco – “Camino al Mar” (El Palmas)

Muchas antenas se giraron, merecidamente, hacia el "Mucho Gusto" de 2020 de los colombianos Andrea y Paulo Olarte. "Camino al Mar" está a la altura de aquel álbum para mayor gloria de la mejor cumbia electrónica, del reguetón minimalista. El despliegue integral de auto-defensa y respuesta frente el machismo tóxico e invasivo conforma el sello indeleble y distintivo con el que vienen perfiladas sus letras.







Alaíde Costa – “O Que Meus Calos Dizem Sobre Mim” (Samba Rock)

Leyenda viva de la primera bossa nova, Costa redobla el magnetismo del género en 2022 con firme delicadeza, vertiendo el alma en cada línea vocal, muy lejos del mero despliegue mecánico. Escoltada por una nómina de compositores de diferentes generaciones -Tim Bernardes, Erasmo Carlos, Céu- y unos arreglos de alto copete (dirigidos por el ex-Nação Zumbi Pupillo), la carioca ha reconfigurado el mapa de la emoción en ocho piezas dolorosamente magistrales: poca broma.







Alex Siegel – “Courage” (autoeditado)

Al arrojo constante de escribir canciones que a duras penas escuchará un reducto inaprensible, volátil, es a lo que se dedica el de Santa Mónica. Mucho más consistente que en su anterior entrega "Castle In The Sky", Siegel ha armado una colección de pop meloso absolutamente irresistible, de guitarras escuálidas y asientos electrónicos vaporosos. Entre Michael Seyer y Josh Fudge, hipnagógicamente hablando.






Alice Cohen – “Moonrising” (Styles Upon Styles-Dinosaur City)

Descubrí a Alice Desoto de casualidad, un buen día enredando por bandcamp, allá por 2019. Su "Articials Fairytales" no me terminó de convencer al 100%, pero me predispuso a rastrear en su prehistoria, The Vels, y esa joya synth-new wave que es "Velocity", de la que di buena cuenta aquí. "Moonrising" es mucho más consistente que "Artificials", con reminiscencias del college rock más lírico de los ochenta -las primeras Throwing Muses- o de cantautoras heterodoxas tipo Jane Siberry. Contiene canciones que huelen a clásico instantáneo -"Under Chandellers", "Fragile Flowers"- en medio de un discurso penetrante bien pertrechado de matices ornamentales.







Aline Frazão – “Uma Música Angolana” (Flowfish)

Como ocurre con Mayra Andrade o Nancy Vieira en Cabo Verde, y Eneida Marta en Guinea-Bissau, a Aline Frazão se la debe considerar ya entre las voces más importantes de las últimas décadas en la música africana occidental. Después del "Dentro da Chuva" que la catapultó como referencia, su último disco gana aún más en madurez, espaciosidad, carácter y capacidad para reforzar puentes con la hermandad brasileña, algo -esto último- que la emparenta indisimuladamente con su compatriota el malogrado Waldemar Bastos. 







The Aluminum Group – “The Aluminum Group” (autoeditado)

Retorno por sorpresa de los hermanos Navin catorce años después de su anterior obra, "Little Happyness". Y a la chita callando han entregado una de sus grabaciones más completas, ahondando en ese pop de cámara ultra-refinado que hizo de los de Chicago uno de los secretos mejor guardados de la década de los noventa desde el iniciático "Wonder Boy". Exuberantes, selectos, crooners nada fingidos, elevan el concepto easy-listening hasta cotas de verdadera obra de arte. Es inútil, no insistan: no van a encontrar una colección de canciones publicadas en los últimos doce meses con más clase que aquí.







The Ano Nobo Quartet – “The Strings of S​ã​o Domingos” (Ostinato)

Cabo Verde en crudo. Siguiendo el rastro de auténticos maestros como Travadinha, Humbertona, Simentera o el propio Ano Nobo -al que homenajean en el nombre-, el grupo liderado por Pascoal "El Bruto" (ex-soldado de las FARP) reconstruye a través del amor consumado por la guitarra los resortes rítmicos y evocadores de la coladeira. Incluye "Canta Ku Alma Magoado", que ya conocíamos en las versiones de figuras como Bana o Ana Firmino, y que representa como pocas el trasvase natural entre el son cubano y la idiosincrasia del oriente de la isla caboverdiana de Santiago.







Bala Desejo – “SIM SIM SIM” (Coala-Noize)

La revelación carioca hipster. En sus filas Dora Morelenbaum, hija de una institución en Brasil sobre la que no hacen falta presentaciones, y en sus maneras una erudición patente desde el trepidante arranque sunshine-samba de "Baile de Máscaras (Recarnaval)" pasando por la cálida caricia pop  lejanamente aflamencada de "Lua Comanche" o el reggae zumbón de "Clama Floresta". El resto del disco se desvía hacia una psicodelia tropicalista de corte más íntimo, tan eficaz como su parte jubilosa.







Banda de Juan Perro – “Libertad” (La Huella Sonora)

En 2022 ha habido Santiago Auserón por partida doble: además de "Libertad" el maño ha publicado "Arte Sonora" (Anagrama), una extensa y docta investigación sobre el rastro -a menudo meramente especulativo- de la música en la Grecia clásica, de la que se pueden destacar jugosas deducciones como la que sigue: "la penuria rítmica centroeuropea y la sublimación de la armonía guardan relación con la sacralización de la palabra y con la notación escrita, con un dominio clerical de la cultura que sujeta el ritmo a las reglas de la prosodia grecolatina" (pág 338). ¿Algún cantante de éxito -pasado o presente- que, además, facture ensayos tan rigurosos y obsesivos como este o "El ritmo perdido" (2012)?: cuéntenme, soy todo oídos (y ojos). Parece ya como un tópico, pero el ex-Radio Futura es una rara avis en medio de un negocio que no se suele distinguir precisamente por albergar mentes demasiado despiertas más allá de círculo vicioso del ensayo-disco-gira y las balbucientes explicaciones de turno.
Su último disco funciona -y de qué manera- como un compendio de todo lo desplegado desde que Auserón iniciara su andadura en solitario: hay motivos netamente soneros -"Quemando caña"-, rodajas de mestizaje vigoroso -"Gibara"-, canciones que parecen descartes de "La Canción de Juan Perro" -"La ley del camino"-, boleros arrebatadores -"La última rosa"-, efluvios serratianos -"El sueño"- y swing de alto standing -"Collar de cuentas", "Magnolia"-. Mención aparte para la propia "Libertad", una poco disimulada crítica a políticos cínicos y criminales -estas últimas apreciaciones corren exclusivamente de mi cuenta- que gobiernan diariamente desde la más vergonzosa impunidad ("hay quien tu sagrado nombre osa repetir y tiene los labios congelados de tanto mentir"). Otro trabajo fino fino.







Beach House – “Once Twice Melody” (Sub Pop)

Su mejor disco desde el ya lejano "Bloom" de 2012. Dream-pop apabullante y pegadizo. Despliegue esplendoroso de versos y melodías siempre a flor de piel, sin espacio para desviaciones experimentales gratuitas. Se nos presentan un poco ya como grupo blockbuster, pero hasta que terminen por convertirse -o no- en su propia parodia, disfrutemos por completo de esta nueva perfección (doble).







Blood Knows – “Mood Swim” (Too Good to Be True)

Bedroom-pop con atenuante retrowave -en la onda de Eagle Eyed Tiger- en "Happy to Be Wrong". Sophisti-pop de funk aguado en "Body". "Bumblebee" o el hi-energy de baja intensidad (pero infeccioso). Smooth soul de tono confidencial en "Waking up (Slow)". Tecno-pop clasicista de FM en "Lui's In The Kitchen". Y también psych-wave a la manera de Part Time en "503 AM". Menuda vacilada camaleónica se ha sacado de la manga el australiano Leigh Craft.







Bronze – “Skyline” (8BallTown)

Kim Hwi-dong es un muy solicitado arreglista, productor y DJ surcoreano que se suele rodear de lo más granado de las últimas generaciones pop de su país para confeccionar discos exquisitos bajo el apelativo de Bronze. El city pop -representado desde la misma portada, tan paradigmática del género- se entrelaza aquí con el k-pop a las mil maravillas, con varias piezas que recuerdan poderosamente a los mejores Shakatak -"Ondo", "Odissey"-. Además, YUKIKA se reserva una de las más destacadas -"Time Slip"- y el trayecto acaba inmejorablemente en plan bossa nova -pero a la manera shibuya-kei- con "Smooth Flight". Bellas vistas.







Cate Le Bon – “Pompeii” (Mexican Summer)

No cabe duda: es su disco más logrado hasta el momento. El viejo concepto art-rock, que inventó otro insigne galés como John Cale -cómplice de Le Bon-, cristaliza en "Pompeii" en toda su flemática extensión. Destaca "Moderation", que parece escrita por 10.000 Maniacs en su época más gloriosa. En otras, como "Harbour", parece compartir el espíritu de la primera Anna Domino o incluso el de Jane Siberry. La manera calculadamente dislocada de introducir arreglos de piano, sintes, guitarra o saxo, junto con esas melodías maravillosamente sorpresivas hacen que, paradójicamente, todo acabe en su sitio. Bendita indolencia.







Chelsea Rose  – “Truth Or Consequences” (Paul is Dead)

Como dirían Devo, he aquí una nueva tradicionalista. Chelsea Rose, como en su día Molly Burch o ahora mismo Laufey o Alice Sandahl, mira al pop americano de los 60 más detallista, melódico y soñador: brill building, The Turtles o Phil Spector en el retrovisor, a los que sumar gotas del country más accesible... ya saben. O hasta soul incandescente, como el de "Love is Power". Que se atreva con un rapeado en las estrofas de "Fallin'" y no solo salga indemne sino que la canción en cuestión sea una de las más destacadas dice bastante de todas sus posibilidades.







Chris Flynn  – “The Same Moon” (autoeditado)

Misterioso personaje que ha inundado este verano bandcamp con una ristra de álbumes conceptuales que se proponen trasladar la eterna canícula de los ochenta al tremebundo paisaje actual. De entre todos ellos "The Same Moon" se alza como el más inspirado: con un registro de voz que puede recordar lejanamente a Mark Hollis, va del retrowave al italo disco con pasmosa destreza, y sin privarse de sonido de saxos, como en "Baby Don't Lose Your Heart Tonight". Para fans incorregibles de Sandy Marton, Gazebo o FM Attack.







Dana Gavanski  – “When It Comes” (Flemish Eye)

Recuerda indistintamente a Broadcast, Stereolab, Nico o Margo Guryan, pero con la suficiente personalidad para no caer en el cliché (se entiende que no es Pram, por ejemplo). Pop pastoral arty resuelto con mucho mimo y acunado con certero sentido de la plasticidad. Contiene monumentos en clave Moog -"Knowing to Trust"- y hits en miniatura -"Indigo Highway"- como anzuelos para una experiencia que camina todo el tiempo por el fino hilo entre lo onírico y lo insomne.







Elvis Costello & The Imposters  – “The Boy Named If” (EMI-Capitol)

Discografía irregular la de Declan Patrick Aloysius MacManus en estos últimos veinte años. Y eso es comprensible teniendo en cuenta la larga trayectoria y la abultada obra que atesora ya el jefe indiscutible de la new wave. Inquieto como de costumbre -a menudo disperso- y pantagruélico -bandas sonoras de ballet, discos de americana, colaboraciones infinitas- en este último periodo, es cuando se orilla a su estilo más inconfundible donde da todavía sus mejores prestaciones: ahí están "Look Now" (2018), este "The Boy Named If" y, en menor medida, "Momofuku" (2008).
Ya desde los primeros acordes de la inicial "Farewell, Ok" sentimos al Costello que muerde y vitamina como en los mejores tiempos. "Penelope Halfpenny" o "The Difference" nos retrotraen al quintaesencial "Trust" (1981). "Paint The Red Rose Blue", la mejor del lote, es una balada a la altura de las mejores de "Spike" (1989) o "Mighty Like a Rose" (1991). El aliento a vodevil conduce con decisión el pulso de "The Man You Love To Hate" y "Trick Out The Truth". Urgencia power-pop (¡esas energéticas guitarras cortantes!) recubierta de melodías turgentes marca de la casa: cuando se cocina en este fuego nada puede fallar.







Fievel Is Glauque  – “Aérodynes” (La Loi)

Zach Phillips y Ma Clément rescatan uno de los highlights propios del primero con Blanche Blanche Blanche -"The River"- y se acuerdan con "Arrow Through Me" de los Wings: dos buenos incentivos para sumergirse en el particular universo del dúo, que es ese pop ligeramente atonal, inquietante e imprevisible (como es, por otra parte, el corpus de Phillips hasta el momento en todas y cada una de sus reencarnaciones). El work in progress como rigurosa dieta artística,  una descoyuntada reinterpretación de la exótica, el jazz o la canción de autor de tercera vía. Cada vez más discernibles -y, por tanto, disfrutables- dentro de su intrínseca excepcionalidad, han facturado otro artefacto avant la lettre rematadamente delicioso.







해파 Haepa  – “죽은 척하기 Playing Dead” (Mirrorball)

La mitad del dúo coreano Siot and Breeze debuta en solitario con un disco sobriamente aletargado que expone sin miramientos sus miedos más interiores, representados a través de su ardua relación con el medio líquido en grandes espacios. Sus canciones reflejan a la perfección esas experiencias ante un mar abierto o una piscina de grandes dimensiones que no solamente nos dejan sin aliento, sino que amenazan con dejarnos reducidos a la casi más absoluta insignificancia. Dream-jazz-pop (que se va haciendo más rugoso en la parte final de la grabación) de tenaces acordes espectrales para sofocar la autoestima tocada.







Kevin Temmer – “The Weird Songs In My Head” (3605359)

Temmer ha decidido recopilar sus más locas ideas con marionetas y animaciones varias con las que habitualmente trabaja como reputado youtuber en esta colección que se pasa como un suspiro y que nos recuerda a Duplex!, Bo Burnham o  Sesame Street. Cartoon pop que puede parodiar con soltura y desvergüenza "Saturday Night Fever" ("The Bad Thoughts") o el rocanrol teatral ("I Just Wanna Be Spooky").







Laufey – “Everything I Know About Love” (Laufey-AWAL)

¿Qué viene después de alcanzar la perfección con tu primer álbum?. Se cumplen las mejores expectativas a lo apuntado en su ep del año pasado "Typical of Me": aquí en su debut las manifiestas aptitudes de Laufey Lín Jónsdóttir se ven todavía más estilizadas con sublimes arreglos de cuerda, conocimiento de la etiqueta y coros de capricho. Y esas melodías de categoría que recogen lo más destilado del jazz-pop de los años cincuenta y sesenta. Ya se vistan de bossa nova -"Fragile", "Falling Behind"- o de standard -"I've Never Been In Love Before"- contestado en la consecutiva -"Just Like Chet"-. Canciones fuera de tiempo, romanticismo de otro lugar.







Lotte Kestner – “Lost Songs” (Saint-Loup)

La mejor cantautora del siglo XXI -sin permiso de Marissa Nadler- volvió un lustro después de su anterior colección de canciones mayormente inéditas para tenernos nuevamente en vilo con su desarmante fragilidad, con su recia hondura. "Lost Songs", en contra de lo que podría presuponer su aleatorio título, es tan embriagador como sus otros discos de material propio (todos mayores, al menos en un mundo ideal), incluida su extraordinaria versión del "Everything I Wanted" de Billy Eilish. 







Luna Li – “Duality” (In Real Life)

Lo primero que fascina del debut de Hannah Bussiere Kim es esa producción cuidada que, sin embargo, supura -por vaya a saber usted por qué oscuro secreto- un minimalismo tremendamente adherente, adictivo -el apartado rítmico destaca en ese sentido-. Y lo segundo son esas melodías tan astutamente ensambladas que no se recordaban desde Sade. Por no hablar de las efectivas progresiones de la propia Li a la guitarra, siempre al servicio de las canciones -y no al revés-. Un triunfo total, en definitiva, el conseguir una atmósfera tan personal para un disco con claras pretensiones mainstream -"Afterglow" a la cabeza- que, a la vez, coquetea sin concesiones pero en su justa medida con el lounge más exigente. ¿Disco del año? Desde luego, y como mínimo, la gran revelación de la temporada.







Marcos – “Saudade” (Groovie)

Máquina de ritmo burbujeante -la canción titular- que incorpora refrescantes ritmos de rocanrol casi nuevaoleros -"Ncata Bebe"-, de coladeira obnubilante -"Na Mundo Deos Quita Manda" o funaná traqueteante -"Graça Bali", "Passagem Areeiro"-. El ubicuo Paulino Vieira fue parte responsable en esta referencia subterránea de 1984 que ha sido felizmente rescatada para solaz de los fans insaciables del mejor pop africano.







The Monochrome Set – “Allhallowtide” (Tapete)

Estoicos supervivientes de la edad dorada del pop independiente -finales de los setenta y principios de los ochenta-, son los de Bid a menudo citados -por aquellos que corren a hacerse los listillos sin apenas haberlos escuchado- pero a la hora de la verdad muy poco ensalzados, y esta es una oportunidad indudable de resarcir un poco una trayectoria irreprochable como pocas. "Allhallowtide", quizá porque nos recuerda poderosamente también a Scarlet's Well, incide de manera sobresaliente en ese refinado cancionero marca de la casa tan literario como vigorizante, con piezas impecables de post-punk-folk urgente como "Really in the Wrong Town" o "I, Servant".







Nature TV “Heartbreak Skyline EP” (autoeditado)

Impoluto indie-pop desde Brighton descubierto a través de The Daily Dose que recuerda en el tratamiento exquisito de las guitarras a Max Eider -en solitario o con The Jazz Butcher- o a Sean O'Hagan. Bastante maduro -lejos del cutrerío ramplón normalmente propio del estilo-, no regatea ni en sofisticación -"Tell Me Something Good", "Loopholes"- ni en emoción crepuscular -la propia "Heartbreak Skyline"-.







Norma Tanega – "I'm The Sky: Studio And Demo Recordings 1964–1971” (Anthology)

Lo primero que hay que dejar bien claro respecto al volumen doble de grabaciones de esta amante de Dusty Springfield y especialista en Gershwin es que es la segunda de las dos partes la que congrega con diferencia el mayor interés -por ser más folk y menos rock&soul-, desde la inaugural y decidida "Love Is Such A Happy Thing" a la anhelante "Illusion", pasando por la velvetiana "La Jolla" o la desoladora "A Song For A Friend Who Died". Aun así el primer tomo también se guarda en la manga la hermosa y delicada -con oportunos arreglos de cuerda- "Magic Day" o la caricia psicodélica de "Elephants, angels and roses". Los fans de Nick Drake, Linda Perhacs o Ruthann Friedman deberían acudir como moscas a la miel.







Oneide Bastos – "Oneide Bastos” (Oneide Bastos-Tratore)

Tercer disco en solitario de esta veterana cantante del norte de Brasil, bañado en elegantísima contemporaneidad -"Pedra de Rio", "Taemã"-, en el diálogo inopinado entre la música popular amazónica y el morna -"Congá", "Jurupari"- y, en general, en la espiritualidad que concede el amor efusivo por las fuerzas de la naturaleza (auténtico leivmotiv del álbum). Una grabación maestra de sincretismo devoto, poético y sonoro con suntuosos arreglos. Exactamente como canta en "Suprema": "a mais preciosa gema/essa luz que se agiganta".







Parade – "Mares Poco Profundos” (Jabalina)

Como ya avisó en su momento Antonio Galvañ, "Mares Poco Profundos" es algo así como el contrapunto al disco del año pasado "¿Chispa o Calambre?". Si el segundo apuntaba al lado más díscolo del murciano, el primero nos devuelve en toda su intensidad a la melancolía de, por ejemplo, "La Fortaleza de la Soledad" (2009). Eso sí: aquí con la mirada digamos centrada musicalmente en la corriente de los 'nuevos acústicos' de mediados de los ochenta. De uno de ellos -Everything But The Girl- recupera una de esas canciones -"Before Today"- que originalmente quedaron deslucidas por esas producciones trip-hop que sonaban desfasadas y pastosas casi desde el minuto uno: "Anteayer", sin embargo, suena afortunadamente más orgánica y plena, vía bossanova. Enésimo festín de buen gusto que tiene en la anti-nostálgica "Pasado, presente, futuro" su baza estrella.







Perapertú – "Pantera Eras Tú” (El Genio Equivocado)

No es cómodo hacer una valoración crítica -aunque sea mínima- cuando están de por medio buenos amigos (y ex-compañeros: los tiempos de Sector de Agitadas...), porque de hecho ya tuve una experiencia desagradable cuando escribía en Música en la Mochila por otra aventura, pero creo que esta vez la ocasión lo merece de largo. El segundo álbum de Perapertú -ya reducido el núcleo a dúo- supone un paso de gigante respecto a su anterior referencia. Orientado hacia el tropicalismo cantábrico de elástica expresión -ese desbordante exotismo de bazar- y melodías realmente pegadizas, "Pantera eras tú" suena exultante, rico en matices y más resuelto que nunca, hasta permitirse mirar de frente al Gainsbourg de "Aux Armes et caetera" y así terminar de cuadrar el círculo.








Perfect Young Lady – "PYL 2nd SEASON​.​.​.” (autoeditado)

Muchas veces, para hacer música naif hay que desprenderse de autenticidades, no apostarlo todo a la candidez y priorizar en cambio en imaginación y desparpajo, porque si no corres el riesgo de aburrir hasta a las ovejas. De inventiva y descaro anda sobrada esta artista japonesa que, con herramientas de baja fidelidad aúna influencias de las girl groups de los sesenta, del pop tropical, del techno kayō y del minimal de computadora: como tratando de hacerse un hipotético hueco entre Strawberrry Switchblade, Dolly Mixture, Plus-Tech Squeeze Box y Miharu Koshi. La refrescante continuación de su también destacable "PYL DEMO AND .​.​." del año pasado.








Peter The Human Boy – "Stranger's Life” (autoeditado)

¿El Mac DeMarco austriaco? Aunque algo -o bastante- de eso hay -como también de Travis Bretzer en "Let's be Hippies"-, personalmente considero que no llega ni mucho menos a los niveles de emulación  descarada de un Boy Pablo, por ejemplo. Lo de Peter Mathis son buenas rodajas de pop atemporal, perezosamente florido en el plano melódico, que bien se pueden sostener muy puntualmente en The Beach Boys -"I Miss the Music"- o hasta en el trote de Split Enz -"I Feel Like Myself Again"- sin perder un ápice en persuasión.







Post Nebbia – "Entropia Padrepio” (Dischi Sotterranei-La Tempesta Dischi)

Basta con leer alguna de las charlas que circulan por la red con Carlo Corbellini, el líder del grupo del Véneto, para darse en cuenta que es un tipo con la cabeza bien amueblada, con capacidad para reflexionar y proyectar más y mejor que la media en aspectos de teoría social. "Entropia Padrepio" va a juego: funciona como un magnífico ensamblaje retro-futurista -la portada engaña: no es, por suerte, ninguna zarrapastrosa reformulación gótico-industrial para estos tiempos-, engranaje alquímico y hasta bailable que balancea entre la psicodelia oscura y la melopeya característica del país transalpino. "Pensiero Magico" y, sobre todo, "Cristallo Metallo" ejercen de reclamo inmediato para sumergirse en su propuesta, mientras "Viale Santissima Trinita" se reserva el aliento místico y expansivo del lote. Santos de devocionario.







Prep – "Back to You” (Bright Antenna)

Mirlos blancos de la última hornada yacht, estos meticulosos británicos que deben tener su segundo álbum al caer nos obsequian con un ep de transición que les mantiene tan hidratantes como en su espectacular primer larga duración. Héroes anónimos de una FM que se pierde en la noche de los tiempos, PREP saben darle al synth-funk el pellizco preciso, con un empaquetado listo para ser resuelto sin compasión en la pista de baile.







Rodrigo Campos, Juçara Marçal & Gui Amabis – "Sambas do Absurdo, Vol. 2” (YB)

De muy fructífera se puede catalogar la colaboración intergeneracional de tres de las mentes más curiosas de la escena brasileña. Tan oscuras y sugerentes como las del primer volumen, estas nuevas "Sambas do Absurdo" -con la muerte y sus paradojas insalvables como hilo conductor de los textos- retensionan en el plano rítmico la MPB hacia paisajes de densidad introspectiva tan deudores de Sidney Miller como hermanados con los de Rodrigo Amarante.







Silvana Estrada – "Marchita” (Silvana Estrada-Glassnote)

La renovación del panorama musical mexicano no es que sea algo imparable, es que hace tiempo que vino para quedarse y echar raíces penetrantes, solo que en esta parte de Europa, como siempre, nos enteramos tarde y muchas veces no precisamente bien. Las canciones de Silvana Estrada, apegadas al terruño -¿quién dijo folk?-, tienen en el arrebato desnudo y en unas letras claras de prodigiosa sensibilidad y lirismo superlativo -tan volcánico como el de Pita Amor- sus tantos ganadores.







Sofie Royer – "Harlequin” (Stones Throw)

Entre el cabaret 'open all night' -"Schweden Espresso", "Someone is smoking"-, el retrowave -"Baker Miller Pink"-, el post-glam de los setenta y ochenta -"Ballad of Bobby Beausoleil", "Court Jester"- y la tragicomedia existencial -"Klein-Marx"-, la nueva Hermine ha pulido su electro-pop de autor respecto al muy aprovechable debut de 2020 -"Cult Survivor", no obstante mucho más amateur que "Harlequin"- y eso ha desbordado la confianza tanto de su responsable como de su creciente grupo de adeptos.







Sondre Lerche – "Avatars of Love” (PLZ)

"We picked our poisons, composed ourselves/embodying the passions wasting on our shelves/all that excitement, long bottled up". El más ambicioso disco del noruego desde "Duper Sessions" (2006), con el espíritu de Paddy McAloon siempre en el retrovisor -también el de Cohen: en “Now She Sleeps Beside Me” se le va la mano con la melodía de “Suzanne”-, consiste en un puñado de canciones-río ("Disintegration loop") que van creciendo a cámara lenta. No todas necesitan ese tratamiento: también hay espacio para un hit impepinable -"Cut"- que sumar a los que ya acumula en más de veinte años de carrera.







Stevie Zita – "Lucid/Luna” (autoeditado)

Algún día se debería hacer inventario riguroso sobre los héroes anónimos del bedroom pop que, sobre todo en los últimos diez años, han dado muestras de un talento que muy probablemente el radar del Light in the Attic de turno en 2050 no sea capaz de detectar por sí mismo. Zita -descubierto también en The Daily Dose- es uno de esos músicos que quedarán relegados desde el inicio a la escasez de mejores oportunidades desarrollando, eso sí, un pálpito melódico desaplicadamente adhesivo que no debería caer en el olvido, tanto si le da a la balada sedosa -"Luna II"- o a la electrónica -"Lucid"-. Créanme que con apenas cuatro piezas da más que de sobra para tantear todas las posibilidades de este canadiense.







Tears for Fears – "The Tipping Point” (TFF-Concord)

Después de un disco de reconciliación como "Everybody Loves a Happy Ending" (2004), sumergido más que nunca en su beatlemanía (y que entroncaban con la sonoridad de los XTC más adultos) pero que no convenció a muchos -entre los que me cuento-, el nuevo regreso de Curt Smith y Roland Orzabal hacía presagiar escepticismo máximo o incluso desinterés. Craso error: "The Tipping Point" nos devuelve a unos TFF plenos, sabios en su pegajosa comercialidad ochentas, sin ninguna canción de relleno y sin cambios de guión caprichosos. El disco más completo del dúo posiblemente desde el inicial "The Hurting" (1983) reincide en sus influencias de siempre: The Beatles -"Master Plan"-, Depeche Mode -"My Demons"- o el gospel mainstream -"River of Mercy"-. Destacan sobremanera "Break The Man" -que toca el problema de la toxicidad masculina con esa efectiva épica a la vez tan característica-, "End of Night" -con esos coros tan adecuadamente henchidos- y la propia "The Tipping Point", que consigue el efecto pretendido: poner el vello de punta ante la pérdida más fatal. Un triunfo muy especial para un grupo muy especial (pese a quien pese).







wor_kspace – “workspace” (autoeditado)

Miembro esporádico de veteranos como BMX Bandits o Teenage Fanclub, Finlay Macdonald da rienda suelta en este proyecto en solitario a su pasión por el pop electrónico de arraigo retro (esos vocoders) sin perder armonías o languidez por el camino. Europop a la manera de Telex ("hotels") o La Bionda ("song"), o intimidad fabril tipo Kraftwerk ("adidas" y, sobre todo, "quantum") como asideros más reconocibles. Mención especial para el cierre con la evocadora "starship", que pone broche de oro a una grabación que merecería muchísima más cobertura. Salta la sorpresa.





Y si han llegado hasta aquí, a continuación la mejor canción de cada disco en la siguiente playlist (falta Perfect Young Lady y a Chris Flynn lo ha castigado la plataforma con la indisponibilidad):