sábado, 26 de enero de 2013

Ubú en bicicleta, de Alfred Jarry



¿Entretenimiento para burgueses proscritos?, ¿broma inocua y antirracionalista para las grandes ocasiones?, ¿cohorte de bufones pseudo-masones en busca de un nuevo tradicionalismo? A trece años de la ’desocultación’ del Colegio de Patafísica y ciento cuarenta del nacimiento de su más que involuntario fundador sigue habiendo motivos para la empatía, y en las páginas de este librito compilatorio tenemos algunas pruebas de tan entusiasta aseveración.




Extrapolando su personaje estrella a otros momentos tan tronchantes o más, nos encontraremos, por ejemplo, dos artículos que vertebran la concepción álter humana aplicada a las ¿dos? ruedas. El “Ciclo-guía Miran Ilustrada” y “Adelfismo y Nostalgia” son las verdaderas piedras filosofales de lo que Jarry entendía por ciclismo: mecánica física y mental imperturbable y cínica, alejada por completo de cualquier acceso de propensión sentimental y adalides ambos del movimiento perpetuo. A éstos hay que añadir “La marcha”, donde uno puede percibir la velocidad con el mismo acceso de virulencia conceptual.

El chiste que subyace de la columna “Los peatones temerarios” se explica desde el mismo título con una voluntad enfática similar a los textos anteriores: la educación vial implica el mismo compromiso por parte de la gente de a pie que el que tienen vehículos más o menos motorizados. Sin embargo, la realidad aún asusta a día de hoy por su constante incumplimiento. Y así nos va.





Cuando uno se acerca a “El Supermacho”, la novela de Jarry donde combina el erotismo de Apollinaire con la especulación tecnológica de un Villiers de L'Isle-Adam o un H.G. Wells, jamás podrá olvidar “La carrera de las diez mil millas”, su capítulo más antológico y disfrutable: una batalla despiadada entre un tren y varios ciclistas que, dopados o no, muertos o no, fantasmas o no, parecen competir desde una máquina que se nos asemeja más a una piragua o a aquel barco de las gestas y opiniones del Doctor Faustroll que a cualquier otra cosa. Creo que la expresión “tour de force” para describir semejante epopeya le va como un guante.






Para un amante del vértigo como Jarry, tampoco podría faltar un homenaje en “Looping the loop” a los velódromos de formas imposibles y justamente circenses, y si tenemos que apostar por otro momento cumbre (nunca mejor dicho) de esta antología, ahí tenemos ni más ni menos que a Cristo en “La Pasión considerada como una carrera de montaña”, un sketch con muchos de los protagonistas bíblicos haciendo de “bidoneros”, periodistas, espectadores o espontáneos en una mítica contrarreloj con un podio final a su vez más que emblemático. Siempre al encuentro de la excepción, como ustedes positivamente saben.

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