Basada en un texto original del Crane Wibur –director de “The Bat”, donde nuestro admirado Vincent Price encarnaba el papel de médico custodio de una especie de Agatha Christie asediada por un psicópata con garras-, el versátil Bernard Vorhaus nos introduce en una historia de médiums imposibles -faceta inédita dentro de su filmografía- de indudable encanto kitch. Sentémonos una vez más al calor de una mesa redonda, con una vela en el centro y la entusiasta necesidad de reencontrarnos con aquél o aquélla que ya no está. Les advierto que este tipo de planteamientos quizá acaben convirtiéndose en una debilidad: ahí están “Supernatural” o “Plan siniestro” para ir alimentando a la bestia.
“The Amazing Mr. X” (o “The Spiritualist”, como también es conocida) no espera ni dos minutos para ir metiéndonos el miedo en el cuerpo con voces ultraterrenas y sombras de dormitorio. Es la historia de Christine, una viuda millonaria aún obsesionada con la desaparición de su amado Paul, al que se nos presenta con un click de lámpara de mesilla de noche. Después, bajo un radiante claro de luna y un paseo por la playa que se torna cada vez más amenazante, se topará allí con un espiritista –asistido por un cuervo solitario- dispuesto a sumarla a su cartera de clientes:
“Nos gusta la noche, la niebla sobre el océano, el viento
que nos susurra y… la arena fresca bajo los pies”
Llegados
a este punto, y observando detenidamente a Turham Bey, no parece nada
descabellado imaginarnos al Johnny Depp de "Ed Wood" -bigotillo mediante-
haciendo su mismo papel en un hipotético remake
burtoniano. La historia, desde luego, casaría a la perfección con el
universo del responsable de “Eduardo Manostijeras”, a la cual bastaría con que
le untase con un poco del neogótico acostumbrado.
Lo que
sucede a continuación es de sobra presumible: una cadena de casualidades
mezcladas con visiones espectrales que forzarán a la protagonista a acudir al
ocultista para que su credulidad tome de alguna manera carta de naturaleza. Y
cómo no, el consiguiente gato encerrado.
Otro referente que entronca al milímetro con Burton para esa nueva versión con la que suspiramos: Christine visita a Alexis, el médium, en un apacible barrio de chalets con rectilíneos setos (piensen en Eduardo o “Frankenweenie”) donde se sitúa su tétrica vivienda de estancias con animales disecados y sorpresas delirantes. Mansiones mortecinas en medio de la más ordinaria cotidianeidad que nos recuerdan por otro lado a otros films dentro del terreno de lo fantástico como “La venganza de la mujer pantera”. Es divertida también la situación con el detective que contratan la hermana de Christine y el nuevo prometido de ésta, preocupados por sus incesantes visitas a Alexis. Un detective especializado en parapsicólogos fraudulentos que no duda asimismo en mostrar sus dotes de ilusionista aficionado.
Después vendrán los giros argumentales y nuevas historias de amor corriendo paralelas, hasta tal punto que a Vorhaus se le olvida contarnos cómo termina realmente Christine. Quizá lo ceñido del presupuesto y el conciso metraje al que se vio sometido fueran razones por las que esto nos es arrebatado. Por eso aquí sí que sería de rigor recuperar este pequeño dulce de la serie B y desbordarlo en su verdadera medida.