viernes, 15 de agosto de 2014

La vraie histoire de Gérard Lechômeur (Jaime Lladó, 1982)





Hubo un tiempo en que el cine español fue arriesgado. O al menos lo fue con más frecuencia que en la actualidad (no seamos tan trágicos). El periodo comprendido entre el Tardofranquismo y la Transición fue un claro ejemplo –no todo lo reconocido que debiese-, donde algunos de los más osados, inconformistas y valientes cineastas aún vivían a mitad de camino del exilio inducido tanto a nivel artístico como vital, a caballo entre la necesidad de un desarrollo experimental que la sociedad minada por la incertidumbre política no podía asegurar, y el confinamiento forzoso -y, por tanto, pocas veces pleno- en países como la vecina Francia.

Entre ellos el ensayista, novelista y director Jaime Lladó, que podría formar una hipotética triada nuclear junto con otros heterodoxos e inclasificables ‘todoterreno’ como Fernando Arrabal o Gonzalo Suárez. En el caso de Lladó jamás se traspasó ese umbral de reconocimiento debido seguramente a esa insobornable militancia que le privara de la cobertura mediática que en los demás casos se ha hecho factible en un momento u otro de sus trayectorias.





“La vraie histoire de Gérard Lechômeur” -también conocida como “El Desdichado”- tuvo, como muchas producciones independientes de la época, un parto difícil y sufrió unas cuantas vicisitudes hasta verse estrenada. El rodaje se realizó entre los años 79 y 80 –no llegó a las pantallas hasta dos años después-; de hecho muchas de sus secuencias reflejan la convulsa realidad social de ese último periodo en el poder de Giscard d'Estaing, cuando el paro se desató de manera alarmante en el país galo, provocando masivas concentraciones y huelgas en sus principales áreas. El protagonista de esta historia (Pierre Clementi, actor fetiche de Buñuel o Rivette, entre otros), de hecho, es un joven desempleado con la identidad –y sin la langosta- del genial escritor decimonónico Gérard de Nerval, suicida a los 47 años. No en vano “El desdichado” (así, en español) es el título de un famoso poema de Nerval, incluido en su serie “Las Quimeras”, cuyo texto será recitado en varios momentos del film.

La película pone de manifiesto la alienación en una sociedad gris, represiva y funcionarial abocada a una despersonalización y a una falta casi total –lastimosa- de empatía poética, donde la belleza y el misterio (corporizados en la modelo y cantante Nico) son esquivos y distantes y a menudo se confunden entre la incomunicación y en el maremágnum de las relaciones esporádicas y superficiales.





Además de “El Desdichado”, otros poemas quiméricos como “Artémis” son aprovechados para escenificar la curiosidad por un destino que ya sólo sostienen manos agoreras previo pago. Sumada a ellos, suena impenitente “Tananore”, la nana espectral que Nico viniera interpretando en sus conciertos desde mediados de los setenta y que aquí se presenta en la versión previa a la que finalmente acabó siendo la oficial, incluida en el disco “Camera Obscura”, el último en estudio antes de la trágica muerte de la (aquí) ex-rubia musa de Warhol.

El film coge color para centrarse, en el último tramo, en la tensión descarnada de las protestas sindicales y en el relato del deceso de Gérard de Nerval. “El Desdichado” es una película libre, cimentada en un guión conciso pero nunca complaciente, con los suficientes guiños (literarios, musicales, políticos) como para trazar una línea transversal y sugerente para hacerla señera en sus presupuestos. O maldita, como dirían los más indolentes.


Amad a quien os quiso de la cuna a la tumba;
La única que amaba me ama aún tiernamente:
Es la Muerte –o la Muerta…¡Oh delicia, oh tormento!

La rosa que sostiene es la Malva real.