lunes, 19 de enero de 2015

En busca de Cabo Verde (VI)






¿Es DJOSINHA el más brasileño de los artistas procedentes de Cabo Verde?. Le delata la pronunciación y esas exquisitas versiones seleccionadas con mucho mimo de los cancioneros de artistas del otro lado del charco, como el maestro sambista Paulinho Da Viola. Precisamente hemos escogido la lectura que José Duarte (nombre real de Djosinha) hizo  del “Coração Volgar” del carioca en 1963 junto con A Voz De Cabo Verde, uno de los conjuntos musico-vocales más importantes del país en aquellos años. Todavía en activo y en plena forma, Duarte tuvo que dejar su otra gran pasión, el fútbol, por una accidente fatal en el tendón de Aquiles.






El Conjunto Voz de Cabo Verde (junto con Paulinho Vieira) también están detrás –como grupo de acompañamiento y arreglista respectivamente- de SÉRGIO GÓMES, notable compositor que navegó entre la coladeira y el morna más apegado a la canción melódica. “Sozinho” destaca por un solo de trompeta inconmensurable y ese romanticismo a flor de piel en forma de ‘sodade’ que parece volatilizarse a cada instante.






Discos Monte Clara fue un sello crucial que albergó a muchos de los artistas más interesantes de las islas, caso de Bana, Sérgio Gómes, Luis Morais (miembro de Voz de Cabo Verde) o el propio Djosinha. También a DIONISIO MAIO, que dejó para la posteridad un par de álbumes editados a principios de los ochenta y hoy en día considerados de culto. Influido por el funk, la coladeira y el funaná, ha sido recientemente rescatado por Alma Negra, uno de los colectivos europeos más comprometidos con el mestizaje total, tanto en sus recopilatorios para Sofrito Records (donde se incluye el inédito de Maio “Corpim Sabe” en diferentes versiones, a cual más excitante) como en sus propias creaciones. La citada remezcla es un cóctel explosivo, pero el resto de canciones (con un sonido más acústico) no se quedan atrás, lo cual, unido al misterio que rodea a este músico de un talento que casi se puede palpar, le otorga la etiqueta de joya oculta para paladares refinados y amantes desbocados de la pista de baile más inteligente.

FRANK DE PINA tiene una dilatada carrera desde sus inicios en Os Vulcánicos -competidores folk de Os Tubarões- a principios de los setenta. En los ochenta inicia su carrera en solitario donde da rienda suelta a todo tipo de sonoridades: morna, reggae, zouk, coladeira y pop de toda la vida. Por ahí sigue.






El compromiso abiertamente político tiene en TULIPA NEGRA uno de sus principales estandartes. No hay más que escuchar “Viva F.A.R.P.” (homenaje a las “Forças Armadas Revolucionarias do Povo” que combatieron con todo por la independencia de Guinea-Bissau y Cabo Verde con el fin de liberarse de las cadenas portuguesas), a ritmo de merengue infeccioso y teclados alucinógenos.

NHÚ DE PED’BIA fue otro valiente y poco conocido artista que mezcló a mediados-finales de los ochenta tambora y funaná con sintetizadores. Imparable y pegadizo desde el primer compás.






Por último FERRO GAITA, uno de los grupos más importantes del último funaná. Han devuelto el acordeón a primera línea de actualidad, recuperando de paso un sonido más clásico que prescinde por completo del maquillaje tecnológico para dotar al baile una intensidad y vibración irrebatibles desde una perspectiva más electro-acústica y orgánica: fiesta asegurada.


domingo, 18 de enero de 2015

En busca de Cabo Verde (V)





Tutura Évora (o Dona Tututa, como es conocida popularmente) es una figura más que legendaria dentro de la escena caboverdiana desde los años treinta. Fallecida recientemente (protagonista de un sentido documental que repasa su vida y las reacciones de todos los que la amaron y la aman), esta pianista superdotada aglutinaba aplausos sólo con levantar la tapa de su teclado. Fue la primera mujer de su país en tocar en los night-clubs del país (en Mindelo, su ciudad natal) y hasta el último momento hizo disfrutar a la audiencia con su enorme talento y carisma sin igual. Hija de Antone Tchitche, el primer compositor de coladeiras de la historia, hizo sus grabaciones más apreciadas junto al guitarrista Taninho Évora, con el que compaginaba férreos instrumentales con primorosas coladeiras de arreglos mínimos pero sumamente persuasivos. Por tanto, del disco que firmaron en 1966 como TUTUTA & TANINHO (y reeditado en 1999, cuyo nombre fue “Air Mail Music”, grabado en EEUU) hemos elegido dos de las canciones cantadas, de una modernidad y fuerza insultantes.






Considerado uno de los pintores más sobresalientes de su país (puede recordar indistintamente a Sorolla o a Gauguin), KIKI LIMA ha tenido también en la música otro de sus habituales canales de expresión. “Tchuva”, de 1985 y grabado en su prolongada estancia en Portugal, es un excelso disco de morna con arreglos de cuerda elegantes y una ternura a la hora de cantar fuera de toda duda. A pesar de ser, como él bien dice, una actividad exclusivamente íntima –sólo toca de vez en cuando para círculos muy reducidos), tuvo tiempo de regalarnos este “Tchuva” y “Midj Má Tambor” (ambos ilustrados con sus magníficos lienzos) para la posteridad.

BETINA LOPES publicó un solo disco (“Messagem”, de 1988) y fue una protegida de Paulino Vieira, uno de los músicos más importantes, requeridos y todo-terreno de las islas. De hecho Vieira toca muchos de los instrumentos del álbum. Retirada durante décadas, a partir de 2008 retomó sus apariciones en directo basándose siempre en su única y deliciosa grabación, donde alternaba morna-habanera y coladeira.






El nombre de MIRRI LOBO va ligado inexorablemente al éxito sin paliativos en su país. Ganador de numerosos premios desde sus primeros pasos en la música (como integrante del grupo Djarama), fueron las décadas de los ochenta y noventa las de actividad más incesante. He escogido dos piezas bien diferentes de sus dos primeros discos: la festiva “Cartinha d’Holanda”, con la que arrancaba su debut “Alma Violão”, y uno de los mornas más excelsos, “Matchamor”, que daba título genérico al segundo.

La historia de ZÉ LUIS es ilustrativa de la de la mayoría de los músicos de Cabo Verde. Lleva cantando desde principios de los ochenta, pero ya sea por la imposibilidad de acceder con plenas garantías a un estudio de grabación de la zona (lo que implica tener que viajar las más de las veces al exterior), por los pocos recursos para plantearse una producción (el profesionalismo ahí es una quimera) o sencillamente porque no siempre está en las prioridades de estos artistas el registrar sus canciones, la cuestión es que hasta hace apenas dos años que Luis no ha editado su primer disco. Sea como sea, “Serenata” (lanzado por el imprescindible sello francés Lusáfrica) es de una finura apabullante y desprende un cariño sólo al alcance de los mejores. Se incluye su versión de "Ganha Gasta", popularizada por gente como Bana o Djosinha. La reformulación del romanticismo más desnudo.





CEUZANY fue la cantante de Cordas Do Sol (ver ‘En busca de Cabo Verde II’), “divorciándose” de ellos en 2013 y debutando ese mismo año con “Nha Vida”, que mantiene muchas de las constantes de su anterior grupo. Modernidad y tradición fundiéndose con naturalidad entre funanás y sambas. Como Jacqueline Fortes, es natural de Senegal, y como en el caso de la intérprete de “Valor Di Amor” tiene tatuado en el corazón la tierra caboverdiana que la acogió desde pequeña y donde tiene cautivados a sus conciudadanos.


De NEUZA, la última sensación de las islas, apenas nada que añadir a lo que ya conté aquí cuando publicó el que es hasta la fecha su primer y único álbum, monumento tanto a la sensualidad como a la exuberancia rítmica.





jueves, 15 de enero de 2015

En busca de Cabo Verde (IV)






El funaná es el estilo musical por antonomasia del campesinado y las clases más humildes de los núcleos urbanos de las principales ciudades de Cabo Verde. Apoyado desde su origen fundamentalmente en el acordeón y en una percusión “a cuchillo” sobre algún objeto metálico, poco a poco fue evolucionando y ampliando su paleta expresiva con instrumentos eléctricos y tecnológicos.

Uno de sus principales -y primeros- artífices fue el guarda forestal CODÉ DI DONA (1940-2010) -cuyo nombre también admite variar sensiblemente la grafía de la C a la K-, intérprete de al menos tres álbumes con o sin grupo detrás. En el primer caso y en un disco como “Kode Di Dona's Funana” (1996) se advierten esas raíces primigenias del estilo en todo su esplendor: texturas áridas y sinuosas bajo un cielo sofocante de ritmos sincopados y discurso melódico irregular: todo un desafío para los pulcros oídos de cualquier aficionado del primer mundo. Gregório Vaz (nombre real) como involuntario baluarte que debería ser del verdadero sentido del término “anti-folk” según el prisma occidental. Sin embargo, para esta ocasión hemos incluido en el sampler correspondiente dos piezas más digeribles incluidas en su disco homónimo de 1997: “Pomba” -cuyos coros nos recuerdan poderosamente a los Talking Heads de “The Great Curve” o “Houses in Motion”- y “Teresinha”, ambas bendecidas con acertados bajos musculosos. Codé Di Dona es a São Domingos lo que Faustino Oramas “El Guayabero” a Holguín, allá al otro lado del océano: una respetada y señera figura local que funde la hilaridad y la picardía de las historias del terruño con acordes rudos y garganta ufana.







Los praianos OS TUBARÕES de Ildo Lobo (ver ‘En busca de Cabo Verde I’, cuando incluíamos a Lobo en solitario en el primer recopilatorio) fue el primer combo destacado tras la ansiada descolonización de Portugal. Practicaron todo tipo de estilos (además de funaná se bregaron en la coladeira, el morna y el pop internacional) y armaron una admirable y muy consecuente discografía que quizá tenga en “Djonsinho Cabral” -su segundo elepé, publicado en 1979- el punto más álgido de su discurso, aunando tradición y atemporalidad sonora de la manera más efectiva posible. No obstante, hemos elegido dos canciones de su disco final, “Porton D'nos Ilha” (1994), dos coladeiras trepidantes como son “Mula Mansa” –ilustrativa muestra de costumbrismo literario apegado a las volcánicas superficies que conforman muchos de sus pueblos- y “Tunuca”, más sofisticada y reivindicativa, celebrando de manera exuberante la emancipación nacional. Lobo aunaba de alguna manera el físico de Juan Luis Guerra con la desbordante retórica de Renato Russo.







Un punto de inflexión en la historia del funaná fue BULIMUNDO. Formados a finales de los setenta, revolucionaron el género ya en los ochenta añadiendo guitarras eléctricas y demás cacharrería contemporánea a sus esquemas. Liderados por su añorado guitarrista Katchás, flirtearon –a su manera- con el art-rock, la música de baile anglosajona y el post-punk de raigambre “étnica” gracias a la utilización de acordes energéticos no muy alejados de lo que hoy conocemos como ‘jangle’, lo que dio a su obra una versatilidad pasmosa y rica en matices. He seleccionado las dos primeras canciones de su obra maestra, Êxodo (1983), donde en muchos de sus cortes no suenan nada alejados en planteamientos “mestizos” de propuestas de la época como los primeros Ciudad Jardín, los Coyotes de “Mujer y sentimiento” –“Di Modis Ki”- o los citados Talking Heads. Una orquesta fundamental y siempre sorprendente.







La escisión más sonada de Bulimundo fue FINAÇON, el grupo liderado por los hermanos ZECA y ZEZÉ DI NHA REINALDA, dos de los primeros cantantes de los de Katchás. Como éstos u Os Tubarões, consiguieron un éxito tremendo tanto en su país como en otros más  o menos con los que los une un profundo  hermanamiento –caso de Guinea-Bissáu-. Finaçon tienen en “Horizonte” (1985) y sobre todo “Dotorado” (1989) los larga duración más definitorios de su carrera. El funaná “eléctrico” se hace con ellos definitivamente más expansivo, llegando a su plena normalización. He incluido de ellos hits tan incontestables como “Indifido” o “Si Manera”, forrados con teclados ‘verbeneros’ absolutamente irresistibles, y con la vigorosa voz de Zeca Di Nha Reinalda por bandera, todo un portento expresivo.

De los hermanos he escogido también dos canciones (por artista) de sus respectivas carreras en solitario. De Zezé tanto la festiva “N Ka Kulpadu” como el morna-vals “Mundu Mas Bunitu” (esta segunda con una intro que haría palidecer a los grupos de pop siniestro de la época en que se publicó: finales de los ochenta), dando muestras de un infatigable y siempre mudable talento afro-pop.





Zeca Di Nha Reinalda, toda una estrella en su país –considerado merecidamente ‘O Rei do Funaná”- tiene ya una larga trayectoria al margen de los fenecidos Finaçon, desembocando en un electro-funaná lindante con la música ‘dance’ al uso (“Engana Deus”), de bases martilleantes, sensibilidad ‘pop’ y plenitud verbal.


Para cerrar, algo alejado del funaná pero que aun así comparte algo del desparpajo de Zeca Di Nha Reinalda en lo que respecta al maridaje de ritmos caboverdianos y música de baile cosmopolita. MARIZIA (DO ROSARIO), que está más cerca de otros estilos como el zouk o el kizomba, fue a finales de los noventa y principios del nuevo siglo la auténtica sensación caboverdiana en las discotecas de las islas. Dance-pop insolente y meridianamente comercial que tiene en “Daily”, de 2003, su disco más celebrado e irrebatible. Colmado de hits potenciales (entre Fantcha y Kylie Minogue) y prístinos arreglos synthpop, “Cabeça No Ar” (incluida en el disco citado) sería el más rotundo. Para acompañar “Taõ piquenin”, canción estrella que diera título genérico a su anterior disco: para gente sin complejos.


lunes, 5 de enero de 2015

El catecismo revolucionario, de Bakunin & Nechayev






“Tan sólo a partir de una gran destrucción pueden aparecer de nuevo elementos vivientes, y junto con ellos, elementos nuevos: lo nuevo emerge de los materiales de desecho y deshechos.”

Esta proclama en favor de una deseable purificación del ser humano la escribió Mijaíl Bakunin en la introducción de su “Dios y el estado” poco tiempo después de que, supuestamente, escribiera a cuatro manos, junto con su cómplice revolucionario Serguéi Nechayev, este “libro maldito de la Anarquía”, que incluye mandamientos complementarios del tipo: “La meta es la misma: destruir lo más rápida y seguramente posible esta ignominia que representa el orden universal”.






De alguna manera, sobre esta presunción (¿participó realmente Bakunin en este elemental y furibundo texto?) flota el desarrollo de este tratado y su leiv motiv que, sincerémonos, es lo menos destacable de esta, por otra parte, exquisita edición de La Felguera (¿la gran sensación editorial de los últimos tiempos?: desde luego este volumen y  las “Ilustraciones al Libro de Job” de William Blake, entre otros, dan buena fe de su elocuente criterio). Mucho más interesante resulta el prólogo de Alberto Eiriz y Servando Rocha que nos pone en antecedentes sobre la turbulenta relación entre ambos autores (y donde, a través de las propias palabras de Bakunin, parece deslizarse una historia de amor más allá de componendas estratégicas: “desearía no solo estar unido a usted, sino también hacerlo de modo más estrecho y firme”). Relación que incluso hace repensar las posibles analogías con otras famosas “guerrillas” sentimentales y contemporáneas –como acertadamente se apunta en dicho prólogo- del tipo Verlaine-Rimbaud, para –concédannos la licencia- sustituir al segundo por un Conde de Lautréamont quizá aún más acorde con el espíritu volcánico y enigmático de Nechayev.






En este sentido son fundamentales las cartas reproducidas más adelante del autor de “Estatismo y anarquía” -sobre todo la dirigida directamente a su impenitente acólito-, además de otras de Fiódor Dostoyevski, testigo de excepción de la bulliciosa vorágine terrorista y conspirativa en esos años en Rusia, unos cuantos antes del triunfo de la revolución socialista. Un Dostoyevski –que describió con su acostumbrada tenacidad psicológica a Nechayev en la novela “Los Demonios”- que, dicho sea de paso, ostentó una evolución ideológica que desgraciadamente nos recuerda tanto a otros plumillas de la actualidad devenidos en “transversales” de un conservadurismo atroz y deleznable. Menos mal que aquél, al contrario que éstos, es un escritor dotado sobradamente, muy por encima de filias o fobias “contractuales”.


“El Catecismo Revolucionario” –más bien parte de lo que rodea al escrito- también pone el énfasis en las maniobras de Nechayev –al que nunca veremos tomar la palabra para defenderse de tantas y tan duras críticas: Bakunin acabó renegando de él- y la eterna sospecha de su fraudulento papel en proyectos, revueltas y demás consideraciones de la acción directa, sirviendo un poco como prototipo para esa idea de que la Historia es, las más de las veces, poco más que una concatenación de falsedades, heroicidades impostadas y biografías postizas bastante probable.