jueves, 8 de octubre de 2015

Nada hay donde la palabra quiebra, de Stefan George







“Vuestro es lo dulce, lo sublime es mío”


CONSEJO PARA CREADORES

                                                          Qui si parrà la tua nobilitate (Dante)

“¿Por qué emplear las fórmulas habituales adversas a la belleza: “Sí, dijo X”, “No, repuso Y”, “fue en…”, etc. para verter tu interior?. ¿Porque eso es lo que quieres?, ¿no puedes poner todos tus quedos anhelos en el susurro de las flores o en una ligera lluvia de mayo?, ¿todos tus deseos indómitos en una noche tormentosa, en el bramido del mar batiendo la costa, un aullido que resuena desde los bosques desiluminados?, ¿llevar la lucha por lo imposible a las cumbres vertiginosas de montañas remotas aún desde las nubes?, ¿lo vano del ser, y procrear a esa calle de niebla gris sin término, y la desesperación inevitable orgullosa a la sangre y púrpura de un ocaso?.”






Stefan George (1868-1933), gurú y esteta incurable, se acerca más en cuanto a método de trabajo y cosmovisión orgánica a su amigo Rilke -con el que intercambió una anecdótica correspondencia, incluida en este volumen- que a su adorado Mallarmé. Le emparenta con el primero una estimable productividad, diseminada en cuantiosos volúmenes de poemas, de los cuales la edición de Trotta ha hecho selección a modo de antología no solo poética, sino también prosística, incluyendo proemios y exhortaciones varias.

George se entregó casi por completo a la poesía, de tal manera que llegó a sobrepasar su propio trabajo sumando el objetivo de formar una prole que concitara una raza de líricos apegados a una percepción espiritual y armónica alejada del naturalismo predominante en aquella época. Propició una revista poética como Hojas para el arte, donde reflexionó y azuzó a una minoría con modus -vivendi y operandi- extremos, inviolables e insobornables lo que, unido al desarrollo de la especulación teórica sobre su propio país -Alemania- determinó trágicamente que el nacional-socialismo se quisiera apropiar pocos años después del aparato discursivo para su propaganda bestial e insalubre.

Stefan George llevó hasta sus últimas consecuencias el simbolismo, más allá de lo que lo pudieran hacer precedentes como Dante Gabriel Rossetti o Rimbaud, y muy en consonancia con el citado Rilke, con parecida entrega y virtuosismo. Con Mallarmé, además de compartir horas de tertulia en casa de éste, participó de un hermetismo tanto o más formal que en el caso del francés, promulgando una nueva forma de puntuar -o directamente de no hacerlo- y de deconstruir oraciones.

Respecto a esta última estimación, he procedido a puntuar los versos que vienen a continuación, tomándome la libertad de hacerlo partiendo -por descontado- de la labor de la traductora de esta edición, Carmen Gómez García. Espero que semejante osadía no empañe su elogiosa iniciativa. El propósito ha sido exclusivamente el de "normalizar" a George, probando con ello a pausarlo. Mis disculpas anticipadas si con ello he arruinado o frivolizado sobre su obra y la correspondiente traslación al castellano.




ROSA AMARILLA

En la atmósfera cálida tremulante de olores,
En la luz argéntea de un día falaz,
Respiraba circundada de fulgor amarillo,
Envuelta toda en seda amarilla.
Sólo deja adivinar ciertas formas
Cuando su boca se contrae en sonrisa moribunda
Y sus hombros, su pecho, en sobresalto leve.
Diosa misteriosa de Brahmaputra del Ganges,
Parecías creada de cera e inanimada,
Sin tus ojos densamente ensombrecidos
Cuando, cansados del reposo súbito, se elevaron.






LA IMAGEN

Sobrecogido despierto en la noche…
Veo nubes negras e inmensas
Que, sin cesar, se desgarran y mezclan.
Y, mientras, una grey de larvas
Invisible, más bien perceptible
Hace temblar mis labios excitados.
Se me aparece la imagen:
Hoy la he rozado entre muchas…
Al instante, tan hondo, me ha conmovido,
Traspasado me ha dejado de deseo.
Al cabo la olvidé… los mismos sueños
No pudieron resucitarla.
Vengándose su derecho, exigiendo
En los pavores de la noche ha venido,
Poderosa, imponiéndose de nuevo.

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