¿Se acuerdan? Su nombre era
pronunciado con fruición en los años ochenta en espacios radiofónicos como “El
cubo mágico” de Radiocadena -con el malogrado Antonio Fernández- o en emisoras
como Radio Vinilo. Era sinónimo de música de calidad, canciones de alta gama
–como diría Diego A. Manrique- y producciones impecables. Fusión paradigmática de
funk, soul, pop, ritmos latinos y jazz, el grupo británico Shakatak permanece
en activo de manera prácticamente ininterrumpida desde su formación, allá por
1980. Continúan editando discos y girando: principalmente en Japón, donde a
menudo publican álbumes exclusivos para dicho país, confirmando el poder de
talismán del público nipón para con muchos de aquellos artistas que, apartados
por el fragor de las modas musicales, aún pueden saborear las mieles del
reconocimiento al menos en aquellas latitudes.
Conviene indicar que Shakatak es
uno de los grupos más influyentes de las últimas décadas. Si queremos hablar de
pop refulgente, con pespuntes funk, bases imponentes, solvencia instrumental y
voces blancas –a ser posible femeninas- con temple ‘negro’, el nombre de
Shakatak debe ser absolutamente requerido. Swing Out Sister (¿sus alumnos más aventajados?),
Dip In The Pool, Everything But the Girl, Sade y hasta Saint Etienne o Ciudad
Jardín beben, de una manera más o menos directa, más o menos consciente, del
influjo del combo londinense. Pero su música no surgía de la nada: ellos
previamente habían armado su sonido gracias a las escuchas compulsivas de gente
como Steely Dan, George Benson, Manhattan Transfer o Boz Scaggs, solo por poner
algunos nombres.
Los primeros discos de Shakatak,
hoy considerados clásicos, ya venían con ese concepto incuestionable y
canciones emblemáticas como “Night Birds”, “Out of this World” o “Dark is the
Night”. Sin embargo, también adolecían de un porcentaje elevado de
intrumentales que restaban peso y potencial comercial a su propuesta, por eso
cuando llegó “City Rhythm”, su sexto lp, de alguna manera marcó un nuevo
periodo donde los de Bill Sharpe y Jill Saward impulsaron un mayor énfasis en
canciones con mayor predominio vocal, siendo éstas ya definitivamente
mayoritarias. Algo que después no siempre vuelto a ser así, reservándose el
grupo las dos cartas en posteriores referencias, manteniendo ese carácter dual
que les ha acompañado desde siempre.
“City Rhythm” se abre ni más ni
menos que con “Day by Day”, a dúo con Al Jarreau (sí, el de la canción
principal de la serie “Luz de Luna”, pero también una de las trayectorias más
consecuentes del smooth jazz), otra de los modelos confesos de Shakatak. La
canción se convertiría en uno de sus mayores éxitos e incluso daría título
genérico a alguna reedición de este “City Rhythm”, en detrimento del título
original. A partir de aquí y prácticamente hasta el final asistimos a un
banquete de sophisti-pop pleno de elegancia, expresividad e inmediatez. La otra
pieza realmente célebre del disco sería la propia “City Rhythm”, una tonada que
ya desde los primeros susurros en el arranque reconocemos como uno de los hits
indispensables de aquella década, una salmodia que no deja aún hoy de incitar
al baile y a la felicidad.
Más poderío ultra-funk con
regusto mainstream y agudeza pop: las trepidantes “Physical Attaction”, “Goodby
Mickey Mouse” o “I Must Be Dreaming” podrían haber sido perfectamente tan
famosas (singles potenciales, se decía) como las anteriores y permanecen como
esas gemas inmarchitables que cualquier programador medianamente puntillista de
la época no dudaba en rescatar, ya fuese en la pista o en las ondas hertzianas.
El contrapunto intimista lo ponían “Secret” o “Africa”, la segunda con esos
coros-pastiche supuestamente tropicales tan deliciosos que pretendían hacernos
vivir en una aventura exótica de pálpito espiritual y peligros inciertos. Un
disco excelente que no necesita de análisis demasiado sesudos o filosóficos:
pura plasticidad e indiscutible aplomo para una de las reivindicaciones más
urgentes de aquella década.
OTROS DISCOS RECOMENDADOS:
“Into the Blue” (Polydor K.K, 1986)
Primera de las producciones de
Shakatak originalmente destinada en exclusiva al mercado japonés. Destaca la
apabullante “Catch Me If You Can”, arquetípica de la prestancia tanto vocal –Saward-
como instrumental de grupo (en especial el solo de saxo a cargo de Phil Todd,
habitual de Paul Hardcastle). Ritmos samba y latin jazz –“Dèja Vu (To The Wind)”-,
delicias pop –“Perfect Smile”- y ambientes sedosos –“Secret Garden” en una
grabación donde instrumentales y canciones cantadas se alternan casi al cincuenta
por ciento.
“Never Stop Your Love” (Polydor K.K, 1987)
Otra colección pensada solo para
el aficionado nipón. Fueron singles “Mr. Maniac & Sister Cool” (con esos
injertos de voz tratada tan típicos de aquellos años) y “Something Special”. Me
gusta especialmente la segunda porque está escorada de alguna manera y con
mucha gracia al hi-energy y no desentona nada en la vertiente euro-dance de la
época. También son muy apetecibles “Releasin’ The Feelin’” (festín de teclados
y sintetizadores 80’s) o la inicial “Time Of My Life”, con su estribillo
pletórico y rompedor.
“Da Makani” (Polydor K.K, 1988)
Enésima cesión al país del sol
naciente. Arranca con una “Da Makani Suite” de 11 minutos dividida en cuatro
instrumentales con aires de jazz improvisación. Menos accesible que los discos
anteriores (dominan los temas sin voz), contiene no obstante maravillas pop
como “Only Yesterday” o la muy tórrida “Racing with the Wind”. Canciones estas
últimas con desarrollos instrumentales más o menos prolongados antes de que
lleguen las voces de Jill Saward y sus compañeras Jackie Rawe y Tracy Ackerman:
un recurso muy habitual tanto en este disco como en otros de Shakatak. Cierra este
disco de concepto tan marítimo -no hay más que ver la portada- la evocadora “Eyes Of The Sea”, tercer pilar de
uno de sus discos más personales.
“Afterglow” (Secret Records-Victor, 2009)
Con 25 discos a sus espaldas
(producción que asciende en el momento de escribir estas líneas a 29: no paran),
una carrera sin sobresaltos y una afición siempre fiel, Shakatak se destaparon
a finales de la década pasada con uno de sus discos más completos e inspirados.
Un golpe de genio necesario para reevaluar la capacidad creativa de unos
veteranos que, no obstante, siempre pueden deparar sorpresas tan agradables
como la que ahora nos ocupa. “Afterglow” se abre con “Footprints In The Sand”,
un comienzo exultante -¡con qué goce y savoir faire canta aquí Saward!- que da
la perfecta medida del estado de gracia de los ingleses. “In My Heart”
impecablemente melódicamente gracias a sus recovecos armónicos y del bajo –de
hecho está compuesta por George Anderson, el músico encargado desde siempre de
las cuatro cuerdas-, “Freefall” (compuesta por Saward) y su sempiterna querencia
por los ritmos brasileños, la exquisita balada “Lullaby” o la propia
“Afterglow” son otras de las bazas irrenunciables en este resurgimiento en toda
regla. Son unos Shakatak especialmente atemporales, sonando con una calidez y
una maestría que solo pueden dar los años y la creencia sin ambages en su
sonido característico.