domingo, 5 de noviembre de 2017

Oblique Strategies





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2006
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viernes, 3 de noviembre de 2017

Isis, de Villiers de l’Isle Adam





El Divino y Glorioso Villiers. A su fama le preceden muchos de sus “Cuentos Crueles” –algunos, como “Vera”, influidos absolutamente por Poe y al altura del calado psicológico y apasionado del bostoniano- o “La Eva Futura”, ese ideal mecánico construido en el laboratorio secreto de Edison para vuestro sueño y el mío. Por no hablar de “La Extraña Historia de Tribulat Bonhomet” -¡el asesino de cisnes!-, una obrita deliciosa de la que guardamos un lejano pero leal recuerdo y que recopilaba diferentes relatos bajo un pretencioso y retorcido regusto conceptual, en busca siempre del sonido definitivo,  entre lo teatral y lo insólito.




Para Rubén Darío, dentro de su estudio de “Los Raros” dedicado a algunas de las almas más singulares y desgraciadas del XIX, Villiers era “un rey; un rey absurdo si queréis, poético, fantástico; pero un rey”. Poco antes Paul Verlaine había dicho de él –frisando el último quejido de aquel siglo- que “camina hacia una posteridad sin fin”  y que “evoca (…) un espectro de mujer misteriosa, reina del orgullo, sombría y arrogante como la noche (…) con reflejos de sangre y de oro en su belleza y en su alma”. Esta última reflexión vale para Hadaly, para “Clara Lenoir”, pero también, indiscutiblemente, para Tulia Fabriana, la protagonista de “Isis”, primera novela de este disidente aristócrata francés que nació entre algodones y acabó tocando con las manos el abismo de la pobreza más absoluta, sintiendo como nadie aquello de que “escribir es llorar”.




 “Isis” cumple a rajatabla el canon villiersiano: fractura espacio-temporal y sustitución de la previsible linealidad por diferentes estadios donde dar rienda suelta por una parte a sus reflexiones filosóficas y, por otra, a su encapsulación poética. Apuntes historiográficos –las disputas entre Güelfos y Gibelinos, a través de los cuales se extraen los orígenes de Fabriana- y apostillas ontológicas llenas de lucidez y prestancia: “la imposibilidad de un aislamiento duradero en cualquier ciudad de Europa (…) se enmaraña alrededor de las personas precisamente en razón de los esfuerzos que éstas hacen por desprenderse. Nadie puede sustraerse a esta vinculación infinita. Llega hasta a hacer a los individuos, sin que lo sepan, solidarios los unos con los otros” dice el viejo diplomático Forsiani, especie de cicerone del príncipe alemán Wilhelm de Strally-d’Anthas, el postulante de este volumen, a la llegada de este a Florencia, centro de operaciones. Ello entroncará con la existencia de Tulia Fabriana, una mujer inaccesible, apegada exclusivamente a su propio conocimiento y disfrute solitario. A medida que vamos conociendo a esta marquesa huérfana desde temprana edad -pero con todas las necesidades más que cubiertas- vamos descubriendo sus oscuras aficiones, sus curiosas tácticas, sus frustraciones, su desdoblamiento de personalidad… “Isis” tiene ya muchos de los elementos que Villiers desarrollará en sus posteriores pasos: emulsiones de extrañeza y erudición mezcladas con sobrado carácter, desprecio por hilos argumentales convencionales y el gusto por un genuino acabado lírico entre el misterio y la emoción. Una ráfaga de luz artificial y subversiva entre los vastos vestigios de una tradición ilustre pero dispuesta siempre a ser intervenida espiritualmente entre insinuaciones de esoterismo y simbólicos decorados. No defraudará en absoluto a los seguidores de los títulos indicados al principio: Jean-Marie Mathias Philippe Auguste, conde de Villiers de l`Isle-Adam, si por algo destacó es por su insobornable compromiso con la rareza, entonada con una potencia terrible y una seguridad más allá del Tiempo y el cliché.