Alice Cohen es una compositora, cantante y
videoartista afincada actualmente en Nueva York pero proveniente de Filadelfia
y a la que contemplan cuarenta años de trayectoria imprevisible y tenaz. En
este 2019 ha publicado un muy interesante “Artificial Fairytales” -bajo el
nombre de Alice Cohen & The Channel 14 Weather Team-: de alguna manera el
regreso al pop refinado y heterodoxo que marcó a fuego sus primeros pasos en el
negocio musical. Como indica su bandcamp, Cohen tuvo la suerte de disponer de
una cuidada educación -hija de músicos de jazz- y desde temprana edad estuvo
influida por el inevitable philly sound, como atestigua su fugaz intervención
en el proyecto Alice Cohen & Fun City (a los que les dio tiempo a publicar
al menos una canción, “Save The Best For Last”, en el recopilatorio disco
“Breakout” de 1979) y la escritura en 1982 de un éxito menor del sello Atlantic
como el “Deetour” de su paisana Karen Young.
Pero lo mejor vendría a continuación: Alice (en
esta época rebautizada con el apellido DeSoto), junto con el ex-The Normals (efímero
punk buzzcockiano desde Nueva Orleans)
Charles Hanson y Chris Larkin formaría The Vels, publicando tan solo dos álbumes
para pasar después a mejor vida. “Velocity”, el primero de ellos, es testigo
privilegiado de toda una época: pop de consumo en apariencia intrascendente
destinado a colarse como fuese en la vorágine de las impenitentes listas de
éxitos de mediados de los años ochenta. Y tenían muchas papeletas para
triunfar: publicado en una major como Mercury y producido por el jamaicano
Steve Stanley, uno de los chamanes tras la mesa de mezclas del mejor
post-punk-disco del momento (Tom Tom Club, Lizzy Mercier Descloux, Ian Dury,
The B-52’s), “Velocity”, escuchado treinta y cinco años después, no decae ni
por un momento (juega con la ventaja de ser un disco corto de apenas 8
canciones): arranca con todo un rompepistas como “Tell Me Something” –entre The
Belle Stars y Madonna-; la siguiente, “Secret Garden”, por tempo y arreglos es
ineludible asociarla a otro éxito incipiente como el “Cruel Summer” de
Bananarama. Es mayormente tecno-pop (guitarras postergadas a canciones
puntuales y muy de fondo, como corresponde a un producto así) con ribetes
melódicos de funk aguado y r&b juguetón –“Coming Attractions”-; tímidos rapeados -"Look my way" - y certidumbre
new wave –“Day After Day”- sin digresiones ni ángulos muertos: ‘stranger
things’ con denominación de origen.
The Vels estiraron la aventura –reducidos a dúo-
con un “House Of Miracles” (1986) que palidece ante la espontaneidad y
clarividencia del debut, con lo que imaginamos una rescisión de contrato por
bajas expectativas financieras y recogida de trastos no sin antes darse el gustazo de
oficiar de teloneros en la gira americana de aquel año de The Psychedelic Furs (con los
que no pegaban ni con cola, todo sea dicho de paso). Entonces es cuando nuestra
DeSoto volvió a ser Cohen para reciclarse en oportunista embajadora del
(glups!) college-grunge con Die Monster Die. Pero esa es otra coyuntura,
definitivamente olvidable. Ahora vive una tercera juventud: graba regularmente
con su nombre bajo la promiscuidad editorial indie y justamente ha sido en la
actualidad cuando ha tenido a bien, a través del citado “Artificial Fairytales”, de refrescarnos la memoria y hacernos viajar inconscientemente a “Velocity”, un
sinóptico disco de pop comercial perfecto en su militante funcionalidad. ¿Cuándo
lo veremos reeditado?