sábado, 14 de septiembre de 2019

Taeko Ohnuki





No la incluí en mis especiales de pop japonés de hace tres años por pura mala suerte: me puse entonces con sus discos de los setenta, que aparecían en muchos sitios como los más valorados de su extensa carrera musical. Pero ni el segundo “Sunshower” (PANAM, 1977) ni el tercero “Mignonne” (RCA, 1978), que fueron mi primera toma de contacto con la tokiota, dejaron mejor sensación que la de un sophisti-jazz derivativo y poco memorable si exceptuamos alguna que otra canción en ambos álbumes.

Seguí con otras (muchas) cosas de aquellas latitudes y aparqué ahí esta puntual investigación, pero sin deshacerme de la corazonada de que más adelante encontraría cosas dentro de su amplio repertorio que me harían volver a focalizar el telescopio en la ex-Sugar Babe (mítico grupo de mediados de los setenta de efímera andadura: un solo –pero prestigioso- disco). Esta vez –verano de 2019- la intuición y la perseverancia han dado sus frutos de largo: la discografía de Ohnuki durante todos los años ochenta se me ha revelado como una de las rachas más fructíferas -¿la que más?- del pop nipón de esas añadas. Algo que, también sea dicho de paso, ella prácticamente no ha vuelto a repetir después, a excepción de los discos que hizo con presencia más que fundamental de Ryuichi Sakamoto: “Lucy” (Eastworld, 1997) y “Utau” (Commmons, 2010), este último firmado a medias y de lo mejorcito a su vez del Yellow Magic Orchestra.

A continuación analizo de manera resumida las diez referencias que, entre 1980 y 1988 -faltaría el showcase "Pure Acoustic" del 87-, colocaron a Taeko Ohnuki como la artista más talentosa y sensitiva de la escena japonesa de aquel momento. Destacadas en recuadro las que considero las tres obras mayores de toda su trayectoria.





“Romantique” (RCA, 1980)

A pesar de ser más bien un disco de transición entre sus producciones setenteras –de instrumentación entonces más “noble”- y las siguientes –que en buena parte hacen por inaugurar el fértil periodo del techno kayō-, es claramente su primer disco tímidamente escorado hacia el pop electrónico, si bien el uso de los sintetizadores es aún un tanto tosco –aunque muy a juego, por otra parte, con el empleo que hacía la mayoría de grupos y solitas por esas mismas fechas en el resto del mundo-. Pero el repertorio, obviando algunas taras concretas, ya es mucho más preciso a nivel compositivo que grabaciones anteriores. La new wave intrépida de “Carnaval” le asemeja con lo que en esos momentos hacen figuras ascendentes como su compatriota Susan o la estrella del proto-space-pop italiano Patrizia Pellegrino. “Decayed night” refina el city pop del pasado con un estribillo más rotundo que de costumbre. Obviando resbalones como “Hatenaki Ryojou” -que nos retrotraen a las oscuras aguas estancadas del prog-, son las baladas bien melosas y urbanitas –“Ame no Yoake”- bien neoclásicas –“Wakaki Hi no Bourou”, “Keibetsu”- marca de la casa, y las fusiones magistrales supurando una melancolía a la manera de Antonio Carlos Jobim -a juego con las armonías locales de “Bohemian” y “Atarashii Shatsu”- las que nos predisponen atinadamente para todo lo (aún más maravilloso) que vendría después. Arreglos compartidos por Sakamoto y Kazuhiko Kato.




“Aventure” (RCA, 1981)

En la línea misma de “Romantique” pero definitivamente perfeccionada. Sobresale “Samba de mar”, que acierta de pleno en su mimetización con la mejor samba-canção de siempre: parece escrita por Ary Barroso y/o Dorival Caymmi. Muy cerca en esas intenciones está “Grand Prix”. Además, aires de sintonía televisiva en el europop finolis de “La Mer, Le Ciel” o “Avu-anchuriēru” (algo no especialmente baladí si tenemos en cuenta alguno de sus futuros discos, concentrados en aquella orientación) o sábanas de philly sound –“Terumine”-. Cada cara del disco original se abría con dos impetuosos y redondos números -“Koibito-tachi no ashita” y “Chansu”- y se cierra de manera igualmente impecable con el pop urbanita de “Burīkā sutorīto no seishun” y “Saigo no hidzuke”. Por otra parte la lista de arreglistas, que mantiene a los dos del disco previo, se agranda con las aportaciones de Kenji Omura o Haruo Togashi. Una auténtica cima del pop oriental.









“Cliché” (RCA, 1982)

Enlazando con la intensidad baladística de pura canción melódica con la que había terminado “Aventure” se inicia este “Cliché” –“Kuro no kurēru”-, que contiene también electro-ultra-pop-tropical de fantasía –“Shikisai Toshi”- de vocación entre exótica y tribal –“Labyrinth”-, techno kayō juguetón y, por tanto, paradigmático –“Peter Rabbit and me”-, nana de carrusel –“Hikari No Carnival”- mostrándonos a una Ohnuki quizá no tan plena como en “Aventure”, pero por contra cada vez más imaginativa y plena de recursos pop. El compositor especializado en bandas sonoras Jean Musy –Costa-Gavras, Franck Apprederis- y cuya jurisdicción se nota especialmente en piezas finales como “Memorie” o “Natsuiro No Fuku” se encarga de dirigir esta vez el (notable) invento.





“Signifie” (Dear Heart-RCA, 1983)

El city pop ha dado paso ya definitivamente al techno kayō y para aprovechar la ola se crean sub-sellos tirando a concentrados en el asunto, como es el caso de Dear Heart, hogar de otros artistas como Saeko Suzuki, Akiko Yano, Ohnuki (su primera referencia en la escudería) o el propio Sakamoto. El french pop de “Natsu ni Koisuru Onna-tachi” arranca otra obra capital de extrema elegancia y versatilidad. El funk travieso preñado de saxos en “Signe” -con Suzuki a los teclados- o el tecno-pop recio y pegadizo de “Genwaku “ y “Teddy Bear” (en esta última casi eurovisivo) entran en perfecta comunión con el tango cibernético de “Patio”, la tarantela de “Lucrezia”, el pop africanista de “Siesta” (chúpate esa, Paul Simon) o los efluvios del Próximo Oriente –“El Tourmanie”-, redondeando un nuevo e inspiradísimo capítulo de la firme tutela por parte de Ohnuki en esos momentos.










“Bande Originale De Kaie Sortie Du 5 Juin 1984” (Dear Heart, 1984)

Como su propio nombre indica, una banda sonora para un programa del canal japonés de televisión NHK (según Wikipedia “la mayor radiodifusora pública en Asia y la segunda más grande del mundo, solo superada por la BBC”) que, no obstante -el programa en cuestión- se nos antoja de limitada repercusión habida cuenta de la nula información recogida al respecto. Taeko se hace acompañar esta vez de un selecto equipo mixto franco-japonés (no falta el fiel Sakamoto) en una grabación por momentos con clara inclinación orquestal –arrimándose a la chanson en la grandiosa “Amour Levant”, con letra de Pierre Barouh-, pero también al pujante –y oscuro- tecno-pop -“Le Courant De Mecontentment”-, alternando versiones instrumentales y piezas cantadas. Otra joya donde básicamente todo es aprovechable.




“Copine.” (Dear Heart, 1985)


El sophisti-pop anguloso (vertiente funk-punk) de “Les Aventures De Tintin” inaugura el tercer trabajo indispensable de los ochenta para Ohnuki. Llaman la atención –entre tanta ambrosía- la canción (electro) ligera de “Amico, sei felice?” -Momus daría más de un brazo por haberla compuesto- o la muy Paolo Conte “Siena” en lo que es, por lógica, el disco más italianizante de su currículum. Pero también incluye la caribeña “Shiawasena otokotachi e” –un poco en la línea de “Dos congas y un café” que Esclarecidos perpetrarían ese mismo año- y el pop bacharachiano de –“Jaques-Henri Lartigue”-, dedicada al efectista pintor y fotógrafo que, curiosamente, moriría un año después.








“Comin' Soon” (Dear Heart, 1986)

Disco conceptual sobre personajes ficticios de la literatura y el cómic para todos los públicos. Así, la ex-Sugar Babe rescata títulos de discos anteriores donde ya tanteó dicha temática: “Peter Rabbit and me” -de “Cliché”-, “Teddy Bear” -en “Signifie”-, “Otenki no ī hi” -incluida en el contemporáneo “African Animals Puzzle”- y  “Les Aventures De Tintin” –perteneciente a “Copine.”-, con lo que también funciona en parte como una especie de grandes éxitos a los que añadirle una “Alice” en clave tropical -y, claro, de compases surrealistas-, “Robotto māchi” –con guiños al pasodoble electrónico-, “Momo” –más confesional y acústica- o la tin pan alley “Small Days In A Big World”, demostrando una vez más que Taeko es capaz de adaptarse (casi sin querer) a cualquier modelo de canción, siempre con resultados más que óptimos, sobresalientes.





“Africa Doubtsu Puzzle” (Dear Heart, 1986)

La llamada de la naturaleza para otro disco que, como “Kaie”, combina instrumentales con canciones como tal. Tonadas retozonas –“Otenki no ī hi”-, rock’n’ roll playero a la manera de Eiichi Ohtaki –“Nijiwotsukamuotoko”, “Hadashi no ronsamu kaubōi”-, grabaciones de campo y ambient pop. Safari emocional: otra exquisitez. 





“A Slice of Life” (Dear Heart-Midi Inc, 1987)

Se abre con “Anata ni nita hito” en clave de blues-pop a la manera de las producciones de Roberto Ciotti, y supone la primera pista sobre un cambio de intenciones en arreglos, más adultos y clásicos, pero sin perder frescura aún por el camino. Vuelve Musy y desaparece Sakamoto. “Ningyo to suifu” la emparenta en finura con los entonces pujantes Dip In The Pool y, además, contiene los ineludibles números de exaltación de satén al piano que siempre suben la nota media.





“Purissima” (Midi Inc, 1988)


El fin de una década tan rotunda –el siguiente, “New Moon”, ya en 1990, supone un considerable bajón creativo- se cierra con un disco que sigue la estela de anterior, enfatizando esta vez los ropajes jazz con toques portuarios –“Cavalier Servente”-, brasileños –“Você é carioca”- e easy listening, todos ellos de alto voltaje. Si esto no es un tour de force, que venga Benzaiten y lo vea.