Jessica Pratt: carácter en alza. Gran protagonista del año
Termina la década y para el último año de la misma los resultados no han podido ser más satisfactorios: he elegido los 32 discos más destacados bajo mi humilde (y exigente) criterio. Incluye un poco de todo: novedades, rescates, reivindicaciones, recopilatorios... Mucho mucho pop, vestido con un buen ramillete de ropajes. Desde Estados Unidos hasta Ghana, de Corea del Sur a Canadá, de Dinamarca a Japón, de Brasil a Finlandia, de España a Nueva Zelanda... la música está más viva que nunca around the world y cada día resulta más imprevisible y apetecible, porque uno siempre tiene la sensación de que no da abasto y que, además, se le quedan por el camino cosas fantásticas con las que, quizá, cualquier día se cruzará. Frente al pesimismo de los aburridos -y anacrónicos- agoreros que sermonean año sí y año también con la decadencia de la música (así, en general, a golpe de brochazo), aferrados a los patéticos asideros del consuelo de los tiempos pasados y la nostalgia acomodaticia -todo ello producto a partes iguales de ignorancia, pereza, vejez mental y una superioridad moral que producen risa, cuando no directamente pena- a cambio contamos los demás con la fascinante investigación de buenos y excitantes discos, las más de las veces escondidos en las plataformas de turno: exploración palpitante y apertura de mente siempre necesaria frente al cuñadismo y sus opiniones de garrafón. Para seguir disfrutando con la actualidad hay que echar mano de la curiosidad, del trabajo y de la predisposición a vivir nuestro tiempo con ese hormigueo que produce descubrir una nueva canción, un nuevo artista o directamente una escena no transitada hasta ahora. Sin olvidarnos de los que se mantienen ahí haciendo trabajos de interés o, también, de los que vuelven convenientemente para recordarnos su grandeza.
A continuación el resumen de 2019 -como siempre en riguroso orden alfabético- tal y como se ha vivido desde Vailima.
A continuación el resumen de 2019 -como siempre en riguroso orden alfabético- tal y como se ha vivido desde Vailima.
Ana Frango Elétrico – “Little Electric Chicken Heart” (Risco)
El destino, la casualidad o la mera insistencia en una forma todavía fascinante de reinterpretar la MPB ha querido que "Little Electric Chicken Heart" cierre una década que, de una manera muy parecida inició -pero, por lo que se ve, con menos vocación de hype- Tulipa Ruiz con "Efêmera": en base a un tropicalismo espontáneo -con muchas ganas de agradar- con el tiempo de cocción en su justo punto "desafinado". Una de las principales virtudes del disco de Ana Frango Elétrico radica en su brevedad, y en condimentar con las medidas exactas pop vivaracho y psicodelia mutante galcostiana sin caer en el desvarío. Al rico chocolate aquí.
Angelo De Agustine – “Tomb” (Asthmatic Kitty)
El chico-Martini de este año (aporta para el anuncio de marras la loureediana "Time") remite más que perceptiblemente a Neil Halstead y Nick Drake en un compendio de filigranas contenidas y puntillosas -con algún que otro detalle sintético en las bases- que ha hecho las delicias de los espíritus más ensimismados: su disco más atinado con diferencia. Pueden hacer costura con ello aquí
Big Thief – “U.F.O.F.” (4AD)
Hasta ahora Adrianne Lenker, ni con los propios Big Thief ni en su aventura en solitario había conseguido la cuadratura del círculo como en "U.F.O.F." -su otro disco de 2019, "Two Hands", no pasa de correcto-. El trasnochado indie-rock de los noventa -del que aún quedan remanentes puntuales un tanto feos, como en "Jenni" o en la parte final de "Contact"- vuelve a cobrar por lo demás (algo de) sentido, inusitadamente, gracias a la orientación folk con apropiadas melodías de amargor en espiral -ya sean confesionales o puramente atmosféricas- de los neoyorquinos. La holgura tensional de "Open Desert" o la fragilidad de "Terminal Paradise" dominan desde la atalaya telúrica de un sello discográfico que, por otra parte, parece querer resistirse a claudicar del todo. Pueden rememorarlo aquí.
Black Marble – “Bigger Than Life” (Sacred Bones)
Algo menos oscuros que en su anterior "It's Immaterial" (2016), Black Marble proponen una nueva vuelta de tuerca a los preceptos sonoros de Joy Division/New Order, OMD, The Wake, The Magnetic Fields, Orlando Gloom o Family: tecno-pop a ratos sombrío, a ratos más bien lluvioso. Once dardos, directos y eficaces, llamados a instalarse para siempre en un rinconcito de nuestros corazones mientras se baila recatadamente. Enternézcanse aquí.
Divino Niño – “Foam” (Winspear)
El disco más refrescante del año lo ha elaborado este grupo de Chicago de orígenes colombianos. Imposible resistirse a hits veraniegos como la titular "Foam" o "Coca Cola", entre el jangle licuado (hay mucho del Travis Bretzer de "Lady Red") y el shoegaze tropical. Un talento indudable para deslizar sorbetes por doquier -"Melty Caramelo", en la mejor tradición de mid-tempo soul-funk a la manera de Edwyn Collins-, manejando a su antojo el efecto placebo del pop más aparente (la portada despista: ni rastro de vaporwave). Disco de hamaca psicodélica, disco sexy hasta el tuétano. Pueden pedir acomodo desde aquí.
Ebo Taylor – “Palaver” (BBE)
Grabación inédita de este idolatrado compositor ghanés, perpetrada originalmente en 1980 y recuperada en los últimos compases de esta década que ya expira. El calypso de la canción titular, el afro-funk mercurial de "Ab Ebrese" o la identitaria "Help Africa" se benefician de una sección de vientos espectacular: fluida y vigorizante. Otro ejemplo que muestra el poderío del Ala Oeste del continente, siempre más pegadiza y tonificante con respecto a la del Este. Déjense llevar desde aquí.
Líneas de sintes subrayando constantemente unas partes vocales que se mueven entre la valentía, la intensidad y el equilibrismo sin red -"Lost My Baby"-. Crooner lo-fi (unas veces más Almond, otras más MacKenzie) que debería ser de referencia, desde ya, dentro de esa utopía post-electrónica que llamamos -paradójicamente- retrowave. Incluye como aliciente alguna que otra muestra de toma de partido explícita -"Proletariat"- en medio de su ímprobo ánimo para el baile secreto. Tiren de drama aquí.
Hipnóticas reinterpretaciones de tradicionales venezolanos -María Márquez es natural de aquel país- con finos ropajes etno-sintéticos que, en algún caso, recuerdan insospechadamente a nombres contemporáneos del pop latino como Ciudad Jardín o Radio Futura -"Campesina"-, entretejidas con exóticas reinterpretaciones de un folclore misterioso -"Tonada de ordeño"-, sofisticaciones a lo Sade -la ultrasexy "Loveroom"-, a lo Isabelle Antena -"Bein' Green"- o a lo Working Week -"Down By The Rio"-, circundadas por instrumentales -todo supervisado por el "multitocador" estadounidense Frank Harris- que preconizan a fuego y sal el muzak-chill-out. Una barbaridad que llevaba oculta -a excepción de alguna muestra publicada en su día en pequeños formatos- desde 1985 y que suena tan actual que hasta da miedo: rescate del año. Unas muestras aquí.
23 años después de su último disco -el excelente "That's Life" (1996)- Allan Jensen y Henrik Balling regresaron prácticamente en el mismo punto en el que lo habían dejado, como si hubiese pasado tan solo un suspiro: infalible tecno-pop de tiralíneas a la manera de los mejores Pet Shop Boys, Electronic o Depeche Mode. "Whatever It Is" está a la altura de cualquiera de las obras mayores de los daneses -que es como decir prácticamente su discografía completa-. Romanticismo pop químicamente perfecto, dominando como muy pocos indistintamente el hit dance o la balada sedosa sintética. O se vuelve en este plan o mejor te dedicas a otra cosa: clásicos continentales felizmente recuperados. La constatación aquí.
Del revelador recopilatorio "Sky Girl" (2016) del sello Efficient Space uno de los participantes más notorios era el francotirador de San Antonio Gary Davenport, que por fin tiene su rescate independiente. "Scattered Thoughts" es una selección de sus mejores momentos ya sea en solitario o con su partenaire Mark Champion, bien firmando con sus propios nombres o bajo el genérico de Mannequin. Uno de los eslabones perdidos de la escena norteamericana más oscura entre finales de los setenta y principios de los ochenta por fin reconstruida. Muestra más que tentadora entre dos vertientes: una casi pre-indie a la manera de, por ejemplo, Television Personalities o los primeros The Go-Betweens -"Trust In Authority", "A Desperate Situation"- y otra de folk terminal y planeador -"Symbols", "Romanticizing Again", la propia "Scattered Thoughts"-. La revelación de lo presentido aquí.
Testigos de excepción de la segunda diáspora caboverdiana a Europa, y tras los pasos de personalidades como Dionisio Maio y formaciones históricas como Bulimundo y Tulipa Negra (con los últimos, sobre todo, compartían su riguroso ideario marxista), los de Antonino Gomes recogieron el testigo del mejor electro-funaná durante los años noventa. "Leite quente" (sustituto en el exilio continental a la bebida por excelencia del archipiélago, el grogu) es puro calcio para las pistas de baile, y recoge algunas de las piezas más pegadizas y rotundas de un repertorio que ya habíamos empezado a paladear en el imprescindible recopilatorio de Ostinato "Synthesize The Soul". Guitarras vitamínicas, bases trepidantes, acordeones regios y teclados desacomplejados: el pasaporte a la excelencia de un pueblo con un espíritu siempre eruptivo. Pueden beber y bailar aquí.
Roberto Carlos Lange es el Carlos Valderrama del indie: la comparación no viene a solo a cuenta de la envidiable cabellera que ostenta, sino también por esa genuina capacidad para ralentizar el juego (aquí sería la trama sonora) y conseguir el mejor rendimiento en la melodía corta y con los recursos -en apariencia- justos. Folktrónica que algunas mentes perversas han llegado a rebautizar como 'braguetrónica', por esa predisposición -potenciada en directo- a los paisajes libidinosos a los que ha terminado por arrimarse su principal responsable, este norteamericano de orígenes ecuatorianos que jamás había logrado un 'trance' hipnótico tan sugestivo como en esta manera de sonreír. Mientras imaginamos lo que sería capaz de hacer si continúa con este ánimo, pueden 'erotizarse' aquí.
Otra agradecida confirmación: la californiana no nos había enamorado hasta ahora como lo ha hecho con esta exquisita y pluscuamperfecta colección de arrullos donde tan pronto riza el rizo con un guiño directo al "Ave María" de Schubert -"Silent Song"- como se deja empapar de la saudade sesentera más sobria -"As The World Turns"- o hace despliegues armónicos -"Poly Blue", "This Time Around"- a la altura de los maestros. Folk élfico de cuya plausible concisión fuimos además testigos en un directo impecable. ¿Disco y artista del año? Quizá, pero solo en el improbable caso de que nos entrara la tontería de ponernos jerárquicos. Pueden relajarse aquí.
Siguiendo la estela de sus discos más intimistas -"The Pillowmaker", "Human Cry" y "Niagara"-, el más infravalorado songwriter del siglo XXI entregó este año otro prodigioso compendio de sensibilidad 'out of time'. Con un registro de voz cada vez más dylaniano -pero como si el de Duluth cantara bien- y un talento que parece inagotable, este inglés afincado en Canadá profundiza en su algo hermética y traviesa poética, por otro lado cada vez más purificante. Adopta una autopista hacia el centro del alma aquí.
¿Hay algún vínculo candente entre el ryūkōka japonés y la copla andaluza?: la respuesta (más que afirmativa) la tienen en esta compilación consagrada a la gheisa-diva de los años treinta del siglo pasado Kouta Katsutaro. Si ponemos juntos los desarrollos interpretativos de esta junto a los requiebros de gigantes de la canción española -y contemporáneas de la nipona- como Estrellita Castro o Imperio Argentina la comparativa no solo no es para nada descabellada, sino que cobra un inusitado sentido. Esclarecedor documento al que pueden acceder desde aquí.
Mientras farsantes de la talla de Car Seat Headrest hacen caja en base a un impostado -y calculado- lo-fi trendy que no es más que el rock alternativo convencional que padecemos desde hace treinta años, aquí tenemos un disco del que debería realmente hacerse eco todo el mundo. Poco más de 22 minutos -grabados hace unos pocos fines de semana- que nos enseñan cómo maximizar todas las limitaciones del extenso mundo del bedroom pop. "Climb" safisface toda nuestra morbosa apetencia por el sonido más outsider, retorcido e ingenioso: desde el post-trap -"My Perfect Drug"- al minimal synth oscuro -"Kind"-, con la cacharrería al servicio de beldades pop de perversa dejadez en el resto. Cierra una de las canciones más concluyentes -y sentidas- del año: "Fear". Seleccionen su batido aquí.
Manteniendo el nivel más que óptimo de su anterior "Taika tapahtuu", la finlandesa Sanna Klemetti vuelve a dar con la tecla del mejor proto-prog-pre-punk-new wave... "Ding Ding Dong" es otro disco que parece saltarse de un plumazo los últimos cuarenta años de pop y querer recoser la historia, en el inverosímil supuesto que esta se hubiera deshilachado en 1979. Frescura e imaginación para retrotraernos a los tiempos heroicos -y libérrimos- de Gruppo Sportivo, Paraíso, Magazine o The Modern Lovers. Un camino no siempre felizmente transitado por otros en este holgado lapso y que Litku vuelve a resolver con nota (alta). Pueden ir de tarambanas aquí.
Componente importante de los siempre recomendables Graveola e o Lixo Polifônico, la de Minas Gerais ahonda en la tradición del pop elástico brasileño de vocación mayoritaria que tiene hasta el momento en Marisa Monte su versión más definitoria. El segundo por libre de Brina hace ojos, entre otros, al tropicalismo jamaicano -"Quero Cantar", en la onda de su adorado Gilberto Gil- y al pellizco lánguido más acertadamente tradicionalista -"Queremos saber"-. Incluye la canción más bonita y emocionante del año: "Acorda Para Ver o Sol", con madera de clásico. Recompónganse aquí.
Definitivamente este estadounidense de origen filipino se desenvuelve mejor en las distancias cortas: los hallazgos más notables de su anterior y aplaudido larga duración "Bad Bonez" se encuentran en este ep emancipados y realzados. La voluptuosidad perezosa de Marvin Gaye o -desde un prisma eminentemente indie- los últimos Orange Juice se entrelaza con maneras del city pop japonés -Seyer se reconoce fan confeso de figuras actuales del género como la gran Hitomitoi-. Premio a la portada 'rhinestone' de la década: pocas veces una carátula casó tanto con el contenido del disco correspondiente. Y lo más interesante, por otro lado, es la intuición de que aun así lo mejor de Seyer está por llegar. Suspiren aquí.
Proverbial indie-pop entre la melosidad extrema y la suspensión dream-pop menos afilada. El mejor disco -todo un tratado sobre la ausencia, de ahí lo explícito tanto de portada como de título- de estos tokiotas minuciosos -con ecos de los primeros Flipper's Guitar o The Hit Parade- que ya pueden presumir de una dilatada trayectoria (diez años) a sus espaldas. Sientan el frescor de las convenciones aquí.
La canadiense Josianne Boivin ha debutado con un irrefutable caramelo electro lo-fi calculadamente derretido y afrancesado -tanto si se expresa en el idioma oficial de su región o lo hace en inglés- que debería ser la envidia de impostoras como Molly Nilsson o Carla Dal Forno. Entre Broadcast, Lio y Anna Domino, las canciones de su proyecto Munya de momento están siendo mejor valoradas por sus vecinos del sur que en su lugar de origen. Lo lógico sería que sus manifiestas capacidades, tarde o temprano, terminen por derribar muchas más fronteras. Todas las razones aquí.
2 de 2. La confirmación de que su debut "Green Juice" no fue fruto de la casualidad. El dúo maravillas parisino continúa con su fijación por los sonidos mágicos de "High Land, Hard Rain", "Steve McQueen" o "Pelican West", por la ambrosía del sunshine soft-pop o el funk de coctelería. Además, y gracias a los dioses, fuimos testigos este mismo año de su apabullante directo y la confirmación de Ulysse Cottin como un espectacular guitarrista y animador sin igual. Las viñetas sofisticadas aquí.
Pese a los altibajos -inevitables por el interés dispar de cada una de las interpretaciones ajenas- Antonio Galvañ continúa igual de fresco que el primer día en su obcecada búsqueda de la más entrañable canción perfecta. Al grano: las mejores piezas corresponden casi una por una con las interpretadas por nuestros invitados favoritos a este cataclismo emocional. "Letras, Canciones, Literatura" (a cargo de Single), "Ruido de Motor" (con Charlie Mysterio), "Yoli Pendenciera" (Lidia Damunt) y "Manzanas para dos" (Espanto) se llevan las medallas. Mención aparte para "Esa Música": Galvañ se reserva la joya de la corona -¿la mejor canción de toda su trayectoria?- de pura hermosura y desgarro. El "Wasps' Nests" de aquí sobresale sin aparente esfuerzo en medio de la ya más que alarmante decadencia del pop hecho en España. La promiscuidad aquí.
La memoria del bostoniano Peter Ivers se resiste a pasar a la historia apenas por aquella "In Heaven" incluida en el "Eraserhead" de David Lynch (quien se encargó de la letra) de la que hicieron versiones destacadas gentes como Pixies o Tuxedomoon. Para paliar semejante reduccionismo está este nuevo recopilatorio que incluye la canción de marras, además de otras infinitamente superiores, como el caso de "I've Seen Your Face" o "The Night You Didn't Come". Escuchando a Ivers uno no puede dejar de pensar en los mejores Robyn Hitchcock, Paul Roland, Colin Lloyd Tucker, Martin Newell o Clive Pig. Esto es: viñetas que, paradójicamente, le emparentan más con la tradición del pop alucinógeno puramente british que con los aromas arenosos de su país. También hay que situarle, claro, muy cerca de David Bowie y Marc Bolan -"Take Your Chances With Me", "Eighteen and Dreaming"- o de una de las mejores épocas de Kevin Ayers, como es la de "Sweet Deveicer" -"Holding the Cobra", "Jamaica Moon"-. Además se le debería considerar uno de los pioneros del bedroom pop -"Even Stephen Foster"- y uno de los padrinos no reconocidos de la new wave -"Deborah"-. De su espantosa y desconcertante muerte en 1983 que se atrevan los de Netflix. Las intimidades sonoras de este magnífico compositor aquí.
Hace años estaba de moda regodearse en el concepto del "difícil segundo disco" para tratar de amortiguar desde la crítica los bandazos que suelen dar los artistas tras un buen disco de debut. En el caso de Pictured Resort no hace falta andarse con justificaciones paternalistas: la continuación al delicioso "All Vacation Long" va a satisfacer de sobra las expectativas tanto de sus fans como de los que se inicien ahora en su muy cristalino y abstraído pop de estructuras perfectas y evocación enfermiza: referencia absoluta dentro de la escena de Osaka. Subidón de azúcar aquí.
Puniden ha lanzado este año tres eps, a cual más maravilloso. En la muy difícil elección nos decantamos por el primero de ellos -cronológicamente hablando-. Picopop a la manera (alocada) de Plus-Tech Squeeze Box -"Mirai Addiction"- jazz-pop futurista -"Rotten Candy"- y regurgitante funk bajo la sombra de MACROSS 82-99 -"Imaginary Boi", "Silent Kiss"- conforman este regalo del post-pop japonés que, en las siguientes entregas, se ha decantado por el comodín de la bossa nova, con resultados igualmente dignos de mención. Despliegue de fantasía oriental aquí.
Más allá de la singularidad con la que ha sido grabado todo el disco -un órgano del siglo XIX, que no deja de conferirle un carácter único e intranferible-, "The Queen Who Stole the Sky" es la (re)confirmación de una escritora de canciones más que necesaria y merecedora de mucha más cobertura mediática: tiene ya una colección de grabaciones previas que quita el hipo. El estado de gracia de una intérprete (neozelandesa, para más señas) intensa, arrebatada, doliente y, ahora además, litúrgica. El gótico americano (engalanado de gospel fantasmagórico) debería ser exactamente esto. Esto es un no parar: ya es inminente su disco para 2020. Vayan a darse un chute de solemnidad aquí.
Espectral piano-pop a cargo de la ex-Crowsdell que invoca los ambientes de su colaboración con Yann Tiersen de 2004. Los susurros purificantes de Vashti Bunyan, The Innocence Mission, Louise Le May o la Aldous Harding de "Party" parecen recubrir cada compás de este disco intachable de principio a fin. También el primor chopiniano y koczalskiano, como no podía ser de otro modo. Pueden pasar al otro lado del abismo aquí.
El momento en el que se alinean todos los astros para Tim Bernardes. Nunca el paulistano había elaborado, ni de lejos, un disco tan pleno y convincente. La perfecta combinación de Sydney Miller, el Caetano sesentero o el pop barroco de aquella década. Todas las canciones están teñidas de un preciosismo de atardecer calinoso imposible de sortear, con unas melodías de una brillantez indiscutible, buscando en todo momento la redondez y el enamoramiento: sin digresiones, vanos o cualquier otra maniobra de distracción de entregas anteriores, solo o con grupo. Hay espacio, además, para la autocrítica: "Dividido, indeciso/Me cansam tantos/Hipsters e modernos/De plantão". Profunda batucada aquí.
Sophisti-pop de presupuesto casero, impetuoso y melodramático, que remite a formaciones como ABC o Wah!. Como en el caso de Porches, hay autotune, pero empleado con elegancia, evitando las estridencias intrínsecas del invento, y mezclado con interludios que parecen sacados directamente del "Let's Change the World with Music" de Prefab Sprout... Al contrario que lo que indica la portada, estas canciones son más de chaqué que de cazadora vaquera. La heroicidad de sacar adelante un modesto pero distinguido trabajo pese a las zancadillas del ánimo. Espíritu de campanillas aquí.
Otro expediente histórico gracias a la incalculable labor de investigación de nuestro sello favorito. Para los que se quedaron con las ganas de más después de la notable compilación dedicada al Mestre Cupijó (integrante también de "Jambú"), aquí tienen una visión más panorámica de la escena alrededor de los sonidos nordestinos brasileños que se fueron cociendo en el caldero de la ciudad de Belém en la segunda mitad de los setenta y la primera de los ochenta. Eso de ser puerto de mar provoca, indefectiblemente, un comercio vivo con los diversos ritmos procedentes de África, el Caribe o los caminos interiores, todo ello unido al mestizaje mágico y devoto. "Jambú" está milimétricamente confeccionado para hacernos bailar todo el tiempo, celebrando las dádivas de los dioses, incluso aunque no se crea en ninguno de ellos. Merengue tribal para el porvenir aquí.
Como en el caso de Gain, la ex-15& se sitúa en la avanzadilla del k-pop más noble y ambicioso artísticamente hablando. 6 grageas harto sugerentes (la séptima, "I Don't Know", aparece por partida doble en diferentes versiones) que se mueven entre el r&b más etéreo y "smooth", Sade y el tono confesional adolescente más apremiante, ese que suspira entre sentimientos encontrados y anhelos sencillos pero utópicos. Vuelvan al primer amor aquí.
Flammen – “Montreux” (Retrosynth)
Frank Harris and María Márquez – “Echoes” (Strangelove)
Hipnóticas reinterpretaciones de tradicionales venezolanos -María Márquez es natural de aquel país- con finos ropajes etno-sintéticos que, en algún caso, recuerdan insospechadamente a nombres contemporáneos del pop latino como Ciudad Jardín o Radio Futura -"Campesina"-, entretejidas con exóticas reinterpretaciones de un folclore misterioso -"Tonada de ordeño"-, sofisticaciones a lo Sade -la ultrasexy "Loveroom"-, a lo Isabelle Antena -"Bein' Green"- o a lo Working Week -"Down By The Rio"-, circundadas por instrumentales -todo supervisado por el "multitocador" estadounidense Frank Harris- que preconizan a fuego y sal el muzak-chill-out. Una barbaridad que llevaba oculta -a excepción de alguna muestra publicada en su día en pequeños formatos- desde 1985 y que suena tan actual que hasta da miedo: rescate del año. Unas muestras aquí.
Gangway – “Whatever It Is” (RCA)
Gary Davenport – “Scattered Thoughts” (Numero)
Grupo Pilon – “Grupo Pilon: Leite quente funaná de Cabo Verde” (Ostinato)
Helado Negro – “This Is How You Smile” (Rvng)
Jessica Pratt – “Quiet Signs” (Mexican Summer)
John Southworth – “Miracle In The Night” (Tin Angel)
Kouta Katsutaro – “Kouta Katsutaro” (Death Is Not the End)
Ken M – “Climb” (autoeditado)
Litku Klemetti – “Ding Ding Dong” (Luova)
Luiza Brina – “Tenho Saudade Mas Já Passou” (YB)
Michael Seyer – “Nostalgia” (Human Sounds)
Definitivamente este estadounidense de origen filipino se desenvuelve mejor en las distancias cortas: los hallazgos más notables de su anterior y aplaudido larga duración "Bad Bonez" se encuentran en este ep emancipados y realzados. La voluptuosidad perezosa de Marvin Gaye o -desde un prisma eminentemente indie- los últimos Orange Juice se entrelaza con maneras del city pop japonés -Seyer se reconoce fan confeso de figuras actuales del género como la gran Hitomitoi-. Premio a la portada 'rhinestone' de la década: pocas veces una carátula casó tanto con el contenido del disco correspondiente. Y lo más interesante, por otro lado, es la intuición de que aun así lo mejor de Seyer está por llegar. Suspiren aquí.
Mitsume – “Ghosts” (Space Shower)
Proverbial indie-pop entre la melosidad extrema y la suspensión dream-pop menos afilada. El mejor disco -todo un tratado sobre la ausencia, de ahí lo explícito tanto de portada como de título- de estos tokiotas minuciosos -con ecos de los primeros Flipper's Guitar o The Hit Parade- que ya pueden presumir de una dilatada trayectoria (diez años) a sus espaldas. Sientan el frescor de las convenciones aquí.
Munya – “Meet” (Luminelle)
Papooz – “Night Sketches” (Half Awake)
Parade – “La Deriva Sentimental” (Jabalina)
Peter Ivers – “Becoming Peter Ivers” (Rvng)
Pictured Resort – “Pictured Resort” (Sailyard)
Punipunidenki – “Mirai Addiction” (autoeditado)
Sarah Mary Chadwick – “The Queen Who Stole the Sky” (Heavy Machinery)
Shannon Wright – “Providence” (Vicious Circle)
O Terno – “atrás/além” ( Risco)
Tim Lindsay – “Put My Head Down” (Pop Spirit)
Various Artists – “Jambú E Os Míticos Sons Da Amazônia” (Analog Africa)
Yerin Baek – “Our Love Is Great” (JYP)