Sondre Lerche, posiblemente el gran protagonista del año en nuestra isla: perseverancia y buena letra
Mundo aparte fuera de modas, tendencias y postureos postmodernos. A continuación el resumen de 2020 -incluye algunas reediciones, rescates.. todo, como siempre, en riguroso orden alfabético- tal y como se ha vivido desde el confinamiento en Vailima:
The Apartments – “In and Out of the Light” (Talitres)
El latido comatoso habitual de Peter Milton Walsh está aquí definitivamente más conseguido y concretado atmosférica y melódicamente que en su predecesor "No Song no Spell no Madrigal" (2015). Así lo certifican gemas rotundas como el arranque de "Pocketful of Sunshine", aguerridas como "What's Beauty to Do?" (que nos retrotrae a su debut en formato grande "The Evening Visits... And Stays for Years" de 1985), despechadas como "I Don’t Give a Fuck About you Anymore" (la alevosía que le faltaba al álbum anterior)... y el estremecedor final de "The Fading Light". Su mejor y más completo disco desde el ya lejano "A Life Full of Farewells" (Hot, 1995). Suena aquí.
Bandé-Gamboa – “Horizonte-Revamping Rare Gems from Cabo Verde and Guiné-Bissau” (Heavenly Sweetness-Pura Vida Sound)
Este disco se posiciona en diferentes planos: por un lado en contra de la "arqueología chic" del material africano (normalmente consumido por público blanco de las grandes "metrópolis" del "primer" mundo), práctica en la que también cae el autor de esta reseña, potenciando la recreación de piezas históricas -y como se indica desde el mismo título- no muy evidentes del cancionero caboverdiano y guineano, orientadas principalmente al oyente originario de ambos países. Por el otro, recoge una selección de canciones de estos pueblos siempre hermanados que durante los años sesenta y setenta estuvieron a punto de formar una sola nación, propósito liderado por el legendario revolucionario marxista Amílcar Cabral (en la portada), a la vez que trataban de echarse de encima el colonialismo portugués de las espaldas, algo que se desliza en buena parte de sus letras. Todo ello coordinado en este 2020 por el productor Francisco "Fininho" Sousa, que ha rematado un disco impoluto y vigorizante de ritmos alternados entre el funaná y el gumbé por un "dream team" de músicos virtuosos de las respectivas zonas. Gloria y reconocimiento en estado puro. Suena aquí.
Benee – “Hey u x” (Republic)
El 'fenómeno TikTok' del estado de alarma de principios de año ha sido visiblemente menospreciado, entre otros, por los tuercebotas de Pitchfork y su legión de predecibles acólitos. Sin embargo, la neozelandesa Stella Rose Bennett ha facturado un muy atractivo disco de pop de consumo rápido pero no estúpido, muy variado y con unas cuantas dianas pegajosas en su haber. A medio camino entre Kero Kero Bonito y Billie Eilish, "Hey u x" cuenta con una desigual ristra de colaboradores -en el apartado de prescindibles el "Sheesh" con Grimes a la cabeza- compensada con una plasticidad general apoteósica. El dream pop in crescendo de "Same Effect", la bomba mediática de "Supalonely", la interpretación hipersensual de "Plain" (con Lily Allen y Flo Milli), la peleona "Kool" (que me recuerda en algún momento al fraseo juguetón de Lene Lovich) o el aroma de principios de los sesenta de "All the Time" se llevan la palma de este producto bueno por dentro incómodo por fuera (inexplicable el horror de la portada). Sea como sea, cosas así deberían estar pasando constantemente en el mainstream. Suena aquí.
Tras la escucha en su momento del lejano y decepcionante ep "It's Only You" (Mansions & Millions, 2016), nada hacía presagiar que el polaco Adam Byczkowski pudiera enmendar la plana en su álbum de debut. Pero, oh sorpresa, hay que plegarse a la evidencia: el sello Arbutus se ha apuntado dos soberanos tantos este año (del segundo hablaremos más adelante) y "Something to Lose" es, sin lugar a dudas, uno de ellos. La elegancia y la estilización de los años ochenta elevadas ambas a la enésima potencia. Destacan sobremanera la hiperromántica "Hearts of Fire" (en la onda del Steve Allen post-Deaf School) o la que da título genérico al disco, pero son también harto apetecibles los ecos de The Blue Nile en "True Love" o de los primeros Talk Talk en "Close to You". Esto sí que es sophisti-pop en estado de gracia: jaque mate, Sean Nicholas Savage. Suena aquí.
Brill Building deconstruido y pasado por una minipimer que tritura a partes iguales psicodelia, calambre, fantasmagoría y cataclismo existencial. Patrick Flegel como la penúltima sacerdotisa del lo-fi: presentida al otro lado de la pared, susurrando a los corazones perdidamente rotos. Destacan los sintetizadores obsesivos y galopantes de "Lucifer Stand" y el lounge-noise gótico de "Heavy Metal". Tampoco se pierdan su otro trabajo en 2020, titulado "Cat O' Nine Tails" (CCQSK): aunque menos ambicioso aparentemente, no defrauda. Suena aquí.
Martin Newell es ya de los pocos -por no decir que casi el único- que mantiene intacto el elixir del mejor pop británico clásico con toda su flema pastoral y su retranca psicodélica. "Dolly Birds & Spies", con su sonido adorablemente casero, pone una nueva pica en una obra cuasi-interminable entregada al amor profundo y desinteresado por el formato canción. Un disco que hubiese sido bueno (y necesario) en 1968, en 1977, en 1984 o en 1993. Que lo es en 2020 y que lo será en el año 2100. La enésima lección del bardo de Essex. Suena aquí.
Trans-pop con maneras novelty que bien puede recordar a Tot Taylor -"What Do You Expect Me to Do"-, a Arthur Russell -"For As Briefly As I Live....."- o a Ryūichi Sakamoto -"My"-. Es post-punk ambiental y cibernético con pinceladas swing y jazz -"Undoctored/Spirit Wife"- que, entre otras cosas, hace de la provocación una denuncia concreta -"I'm Gonna See My Abuser Again"-. Suena aquí.
La portada no engaña: esto va dirigido directamente a los admiradores de Jonathan Richman, de The Beach Boys, de Henry Mancini, de los primeros Pavement y de los que, en general y pese a todo, se empeñan en tener una visión sentimental transparente y sincera de los hechos. En el universo de Chaz Doriocourt todo es absolutamente entrañable: hasta la apropiación del recordado fraseo del "Hey Ya!" de Outkast en "My Best Car". Suena aquí.
La historia secreta de la canción popular polaca no podía terminar de explicarse sin el rescate de esta especie de orquesta heterodoxa que interpreta canciones con instrumentación artesanal conectada a una electricidad que a ratos recuerda a la new wave menos sofisticada -Gruppo Sportivo, por ejemplo-, al pop ye-yé, a cierto aliento balcánico o, cómo no, a la poezja śpiewana (la poesía cantada tradicional de su país). Piotr Skiepko y el folclore modernizado con tiento e intuición desde los lejanos (y radiofónicos) ochenta. Suena aquí.
"Ask the Unicorn" (ESP, 1968) se convirtió a mediados de la década de los 2000 en otro de esos (grandes) hallazgos de psych-folk desenterrados para solaz del voraz post-modernismo. Después de alguna grabación suelta e ignota en la década de los ochenta, Ed Askew volvió a la arena aprovechando la ola reivindicativa de Vashti Bunyan y Linda Perhacs: en los últimos diez años lleva unas editadas unas cuantas grabaciones -que alternan composiciones nuevas con cosas que tenía guardadas en un cajón a lo largo del tiempo-, siendo la más rotunda este breve "2020" al piano y los sintes, con una dejadez estremecedora y -por suerte- menos querencia dylaniana en el apartado vocal que en sus inicios. Todo resulta aquí doloroso, terminal, a medida que se golpean las teclas. Incluido el ¿homenaje? melódico del "Starman" de Bowie en "Chartreuse". Suena aquí.
La sombra de Roy Orbison -atención a "Hope You're Crying"- parece haberse conjurado de momento para perseguir a este joven crooner de las Islas Feroe al que también podríamos situar entre Paul Quinn (el de Bourgie Bourgie), el último Billy MacKenzie o The Divine Comedy -"This Ship Has Sailed"-. Tiene, quizá hasta por proximidad geográfica, la prestancia erudita de un Sondre Lerche -"You'll See"-. "Illusions" es de una sutileza y distinción hoy poco comunes, lo que hace que el drama aquí expuesto se vista poco menos que de caricia reconfortante. El barco que anunciaban los Walker Brothers alejándose sin remedio hacia el sur ("I know your suitcase/Is all full of bones/Your luggage is too heavy I fear" canta en la ya citada "This Ship Has Sailed"). Un pequeño gran tesoro. Suena aquí.
Desde "Birds of my Neighborghood" (RCA, 1999) Karen y Don Peris no han bajado la guardia en casi ningún momento, convirtiéndose sin discusión en uno de los mejores grupos de los últimos veinte años. "See You Tomorrow" amenaza seriamente la elección de su mejor disco, que hasta ahora se dilucidaba -en el plano personal- entre el "Birds" y "Small Planes" (What Are Records?, 2001). En el fondo, qué mas da que puedan ser estos, aquel o cualquier otro que se nos ocurra... lo importante es que la belleza sobrenatural de sus composiciones no ha perdido nada de su fulgor ni -a la vez- de su aterciopelada intimidad. Imposible destacar unas canciones por encima de otras. Ojalá nunca se acabe su mundo. Suena aquí.
Ya dio la campanada en 2017 con el álbum "Pop Food", y este año ha decidido centrarse en formatos cortos (hasta tres EP's), siendo este "Dinner Is Not Over" el que, indiscutiblemente, va camino de convertirse en un auténtico clásico. Refrescante, irreverente, impredecible... en solo cuatro canciones consigue sintetizar lo mejor del pop mientras otros necesitan hacer discos extensos y aparatosos sin lograr transmitir ni la mitad que la imaginación de Stauber. Sesame Street, They Might Be Giants, Andy Partridge o Devo son algunos nombres que irremediablemente vienen a la cabeza al escuchar esta bendita desfachatez. El cuarto de hora mejor aprovechado de la temporada. Suena aquí.
Publicado originalmente en 1974 por CID, y debido a la escasísima repercusión que se le dio en su momento, como bien se indica desde el sub-sello de Munster el disco acabó obteniendo "estatus de santo grial entre coleccionistas de todo el mundo" de los más exquisitos sonidos de la música popular brasileña. En los últimos tiempos ha conocido, que se sepa, dos reediciones: la de este año del sello madrileño y otra de Polysom de 2016. "Jaime & Nair" es un magnífico documento de un tropicalismo en su primera impresión ya entonces en declive en lo referente a la más candente novedad, con claros ecos del Caetano Veloso de los trabajos homónimos, de Rita Lee o de la Ana Lúcia de "Caminhos", todo eminentemente folk -añadida psicodelia espolvoreada- con acertados y ajustados arreglos orquestales. Suena aquí.
Perfección country-pop con arreglos de barroquismo sutil -lounge 'bacharachiano'- pero tremendamente maduro a cargo de esta canadiense que maneja una poesía tan sencilla y breve como efectiva. Se barrunta un gran bagaje a sus espaldas -tanto familiar como personal- para que haya salido de aquí semejante precisión, pues estamos hablando de un segundo disco (con una diferencia de ¡8! años respecto a su urgente debut, "Young Men"). Cuánta finura y cuánto amor. Suena aquí.
Mitad del dúo coreano de culto de la segunda mitad de los ochenta Someday, Jo Dong-Ik se recicló posteriormente como prestigioso productor y arreglista de, entre otros, su pareja la cantante Jang Pil-Soon, que aparece en dos de las composiciones de este el tercer disco en solitario de Dong-Ik, colección que alterna piezas instrumentales con cantadas y recitadas: un prodigio de aletargado ambient-pop de cámara, una sima descomunal e inasible. Pureza glacial y nocturna. Suena aquí.
Después de una década publicando grabaciones entre desconcertantes y dispersas, Joël Iriarte recupera la inspiración y la frescura de sus primeros dos discos en solitario (no es baladí que el nuevo se haya bautizado como la segunda parte del segundo de ellos). Aquí hay un buen puñado de canciones destinadas desde el minuto 1 a convertirse en absolutos clásicos del cada vez más mermado indie español. Desde el glorioso arranque de la apocalíptica "Calaveras Negras" hasta la skatalítica "Bailar hasta morir" es casi todo un manifiesto de cómo seguir moviendo el esqueleto en medio de esta decadencia reinante que no parece tener fin. Hits jangle -"Discoteca en ruinas"-, pretensiones mainstream -"Serenata", con una guitarra como las de Lindsey Buckingham en "Tango in the Night"-, pastis piadosas -"Chococristos"- y una delirante revisión en clave rumbera del "It Must Have Been Love" de Roxette. Vuelven a encajar todas las piezas en el abigarrado universo del ex-Tarántula. Suena aquí.
Integrante del trío 'idol' japonés Negicco, se ha valido del apoyo de, entre otros, el líder de Lamp -Taiyo Someya-, lo que otorga al sonido de "Stardust in Blue" el peso del sonido shibuya-kei normalmente característico del grupo tokiota. Cuidados arreglos, sustanciosas melodías... City pop -vertiente jazzy- con mucho donaire. Suena aquí.
Será por deformación "profesional", pero la de Salvador de Bahía me recuerda musicalmente más a artistas caboverdianas como Lura -hasta físicamente se da un aire a esta- o Nancy Vieira que a cualquier paisano o paisana que se nos ocurra. El segundo trabajo de Luedji Luna es denso como el verano en Barra Grande y recio como un palo de agua. Eso sí: exige una escucha completa para valorar en su justa medida la diversidad y calado del conjunto. A su vez, engarza con la soltura que se le presupone a las brasileñas (y a sus hermanas del otro lado del atlántico) pulsión africana -las guitarras del keniata Kato Change-, jazz estadounidense y MPB de alto voltaje. Feminismo negro inasequible al desaliento. Suena aquí.
Su álbum "Music For Cats" de 2016 -que entonces se editó bajo el apelativo de F L ♥ R E S- es un pequeño clásico del synthpop más underground de la pasada década, al menos en los mentideros de Bandcamp. "Blind Eye on the Mess" es una bomba en la línea vapowave vocal de baja fidelidad en la que se suele mover James, su único responsable, y que inunda igualmente "Endless Tears". Ideal para fiestas ilegales donde esté prohibido terminantemente pinchar guitarras. Nostalgia ochentera de la buena (y sin pulir) con la sensibilidad de hoy. Suena aquí.
Ha ido estilizando su manera de escribir hasta abandonar la rugosidad rockera de sus tres primeros discos y abrazar definitivamente el pop afrancesado en este "Tu Ne Mourras Pas". Pespuntes de folk neutro por aquí -algo habitual en su cancionero-, pistas de country sedoso por allá, todo ello apuntalado con armonías de chanson gloriosamente adornadas con orquestaciones precisas y adecuadamente retro. Qué tremenda preciosidad se ha marcado la canadiense. Suena aquí.
Una cosa es ser un fenomenal intérprete de samba -y Mingo Silva, indiscutiblemente, lo es- y otra además es ser un muy buen compositor dentro del género. El de Niteroi conjuga ambas aptitudes. Miembro activo del sindicato Samba do Trabajalhador -ritmo y lucha obrera a partes iguales- organizado alrededor del guitarrista carioca Moacyr Luz -que colabora en "Flor da lua"-, Mingo Silva ha facturado un impecable disco de samba-canção (el primero de su carrera con 50 años cumplidos) que nos retrotrae con total naturalidad a los maestros de los años 30, 40 o 50 del siglo pasado, pero también a otros posteriores como Martinho da Vila o Paulinho da Viola. Zeca Pagodinho, maestro del pagode, da también su aprobación al bautismo y se une a la fiesta en "Devagar, coração". Orgullo de clase. Suena aquí.
Nick Currie es de esos artistas a los que no puedes seguir con puntualidad a no ser que dediques tu existencia exclusivamente a su trabajo dada la cantidad ingente que suele producir. "Vivid" no solo ha llamado la atención casualmente por ser uno de los primeros discos que se convirtió en crónica -en tiempo real- de la Covid-19, sino porque, sospecho, es uno de los más geniales que ha realizado en los últimos años. Desde la inicial "Oblivion", el de Paisley ya nos deja claro de dónde salen el concepto y las maneras de gente como Owen Pallett o Simon Bookish. Ese insistente pop de cámara-dormitorio petulante e irónico tiene, desde luego, denominación de origen en el ex-The Happy Family, y en "Vivid" lo saca a pasear con indudable savoir-faire y sentimiento. Las letras no dejan lugar a la duda: odas al teletrabajo -"Working from Home"-, reflexiones durante el confinamiento estricto -"Empty Paris", "Long Distance Love", "Selt-Isolation"-: mejor que cualquier telediario o columna de periódico. Suena aquí.
El indie-rock salvable del año. Esta australiana admiradora de gente como Aldous Harding aúna guitarras robustas y nerviosas à la Pixies -"Like Demi"- con melodías perfectamente sostenidas y apasionadas, llenas de matices, desembocando en alguna letanía beatle -"Graceful"-. Y suena extraordinariamente segura para tratarse de un disco de debut. Recupera la mejor tensión que hubo alguna vez en los malditos (por sobrevalorados) años noventa. Suena aquí.
Compendio de composiciones ajenas y propias, bien clásicas o bien camino de serlo. Cariño, respeto y valentía para atacar las sagradas enseñanzas de la ranchera, el bolero o la cumbia. Un disco sabiamente aglutinador (hermoso por los cuatro costados) que, seguro, marca un punto de inflexión en su carrera. Su reinterpretación del "Veracruz" de Agustín Lara se nos va a quedar aquí para siempre. Suena aquí.
La continuación de su extraordinario "Natsu Summer & Dub Sensation" (2018) vuelve a incidir en el reggae-pop de fantasía al que ya nos tiene acostumbrados. Otra oda al eterno verano a ritmo de dub romántico, con el correteo del xilófono como seña de identidad. Incluye una deliciosa versión de la canción central de la serie de éxito nipona "Tokyo Elevator Girl” de 1992. Suena aquí.
Sophisti-pop de escuadra y cartabón desde Londres. Un cuarteto de músicos más que experimentados -en la nómina de alguno de ellos consta haber servido de soporte de gente como George Fitzgerald o Drake- que han venido cuidando con mimo la aparición de este debut después de varios ep's a modo de fogueo. Funk, soul, yatch pop o easy listening edulcorado que nos retrotraen a la más rabiosa FM de los ochenta. Entre Work Drugs, Djavan y... Level 42 (¿cuándo toca reivindicar su obra maestra "Running in the Family"?), no escatiman esfuerzos para entregar un disco fresco y eficiente al máximo. El premio gordo se lo lleva la crepuspular "The Stream", cantada a dúo con la intérprete de k-pop MISO. Suena aquí.
62 canciones. Alrededor de 10 años. Me hice a su vez un recopilatorio de todo esto y las reduje a 34 (algunas se repetían en diferentes versiones y otras no pasaron el corte). Esa selección fue mi principal banda sonora en lo más duro del confinamiento. They Might Be Giants -"Above It All"-, XTC -"Abyss"-, The Beatles -"All That Remains"-, Gangway -"Finding My Way"-, Prince & The Revolution -"Got It 4 U"-, Prefab Sprout -"Into The Nite"-, Elvis Costello -"My Love"- o Devo -"New Religion"- asoman consciente o inconscientemente en este arsenal de grabaciones caseras de las cuales bien podría salir una edición física destilada. Me apunto como asesor del invento. Suena aquí.
Tiene un registro de voz que puede recordar, según la canción, a Nick Drake, a Stuart A. Staples o a Nick Cave, pero con un enfoque algo más tradicionalista. Los textos enarbolan un amor imperturbable por paisajes y personajes inaccesibles. El entramado musical es hercúleo, en constante progresión y bien aprovisionado de detalles. Tiene porte litúrgico -Jeff Buckley- y cinematográfico y sabe otorgar el protagonismo adecuado a los silencios. Hay nómina de invitados ilustres donde destaca Elizabeth Fraser -la encontrarán en "The Moon Shines Bright"-. Suena aquí.
Los espíritus más perezosos lo catalogarán de italo-disco, pero está mucho más cerca de la canción melódica italiana más clásica. Sigue tiñendo su propuesta, eso sí, de ironía indie a golpe de sinte desmesurado. El segundo de Diego De Gregorio sigue escorado hacia el fragor de la canícula -"Tropicale", segunda parte de su homenaje al mítico "Festivalbar"- mientras bromea con juegos de palabras interminables entre copa y copa. Suena aquí.
Algo más convencional (pero solo en apariencia) que en su obra maestra "The Queen Who Stole the Sky", la neozelandesa vuelve a marcar la diferencia desde el inicio con la desarmante "When Will Death Come". El disco es un alegato estremecedor sobre la pérdida -paterna en este caso, como adelantan tanto el título como la canción homónima-, siempre al borde de un hermoso precipicio -"The Heart And Its Double"-. Una suerte de blues coheniano donde no hay espacio para las especulaciones expresivas: a flor de piel. Suena aquí.
Después del deslumbrante reggae electrónico de "Rea" (2014), Teresa Iturrioz e Ibon Errazkin retornan de alguna manera al pop sencillo y acústico de antaño. De hecho "Hola" sirve (y mucho) para superar el descalabro artístico que supuso "Monólogo Interior" (2010), seguramente el gran resbalón del tronco principal de la saga de Aventuras de Kirlian. Portentosas canciones como "El Roce" o "El Sueño", en otras circunstancias, serían clásicos de la música española: hoy nos tenemos que conformar con que sean platos exquisitos para una clientela cada vez más decreciente. Sea como sea ellos permanecen como un baluarte (casi) inexpugnable. Suena aquí.
A punto de cumplirse veinte años de su debut -"Faces Down"- el noruego Sondre Lerche, con una trayectoria a cuestas que no ha proporcionado más que alegrías a los connoisseurs del mejor POP, cierra su trilogía de la letra P -tras "Please" y el electrónico "Pleasure"- consagrada a liberar fantasmas de su frustrada relación sentimental con Mona Fastvold. El hilo que se recorre desde Cole Porter a Paddy McAloon -pasando por Paul McCartney, Brian Wilson, Elvis Costello o Andy Partridge- vuelve a tener en Lerche un heredero indiscutible y meritorio. Difícil inferir si este "Patience" es el mejor disco de su carrera, pero de momento sí que podemos asegurar que es uno de los más conseguidos y maduros de su ya abundante producción. Los hits acostumbrados -"You Are Not Who I Thought I Was"-, las confesiones de satén -"Are We Alone Now", "My Love Is Hard To Explain"-, las baladas mágicas y pluscuamperfectas -"I Love You Because It's True", "Put The Camera Down", "Why Would I Let You Go"-... y como colofón una exultante bossa nova -"Why Did I Write The Book Of Love"-, en reconocimiento explícito a otros maestros como Chico Buarque. Festín pletórico de melodías refinadas y arreglos de muchos quilates.
¿Ha sacado Lerche su particular "Jordan: the Comeback"?: la respuesta solo puede ser afirmativa. Suena aquí.
Primer disco con el sello ultracool de Montreal (más visibilidad) para esta artista ateniense que le da cosa mala al electro-pop con maneras de 'minimal' carnoso. Hay muestreos de pop tropical que recuerdan a Dislocation Dance -"Forest"-, a sílfides como Anna Domino o la primera Mathilde Santing -"Monster", "Sleeping Separate"- a Munya -"Cherry"- o hasta a cosas de 2 Tone -"The Break"-. Y además está "Samba": sin duda, uno de los hits del año (aunque ya fuera conocido como adelanto en el 19). Caramelo imperdible. Suena aquí.
Nunca he sido lo que se dice fan del Moxham post-Young Marble Giants, y considero que Louis Philippe no hacía un disco realmente convincente desde el lejano "An Unknown Spring" de 2007 -nota: el mismo día que escribo esto ya se puede escuchar completo en algunas plataformas el rococó "Thunderclouds" firmado como Louis Philippe & The Night Mail, con algunas extraordinarias canciones en su haber-. Así que este segundo capítulo de la colaboración entre el galés y el francés -el primero, "The Huddle House", data igualmente de 2007- supone una muy agradable sorpresa. "The Devil Laughs" suena especialmente recogido, sereno y cálido. Folk-pop tratado con mimo e inusitada sabiduría. "Day Must Come" me recuerda a Martin Stephenson, "It Goes Like This" a la ingravidez de Shack y "Come To Me Nancy" al propio "Colossal Youth"de los Giants..., pero el premio especial del lote se lo lleva el valsecito de "Singing Out" que, prácticamente al final del álbum, deja un regusto imperecedero. Suena aquí.
Lo descubrí en la web de Atonal. Borja Coquillat, principal responsable de la página destaca de "Delírios Líricos" la "capacidad singular para conjugar la psicodelia, el soft pop más nutritivo y la paleta sin igual de las músicas polulares de su país de origen" (Brasil), que toca "un pop barroco, bañado en ocasiones de bossa, vestido en otras con el traje de un folk-jazz melancólico (...) que aglutina lo mejor del pop del pasado con un aliento vitalista y aventurero totalmente contemporáneo". El líder de Cérebro Eletrônico es un bendito alucinado armado de armonías vocales candorosas y apropiadas que parece querer recoger el testigo de subversivos históricos da beleza como Tom Zé. Bienvenidos al huerto ácido del paulistano. Ver crítica completa de Atonal aquí. Suena ahí y también aquí.
Al parecer, en los desgraciados noventa se siguió practicando esa cosa tan dañina en general como es el rock progresivo, un poco más allá de la estafa horizontal del post-rock y de incomprensibles fenómenos como los horrendos Radiohead -el grupo más obscenamente inflado de la historia contemporánea-. Uno de los nombres de ese progresivo lindando con alguna de esas referencias fueron No-Man, reactivados en los últimos tiempos después de un largo descanso. Su cantante, Tim Bowness, que tiene ya aparte una abultada obra en solitario, continúa en su línea de dream-pop tan catedralicio como volátil. Con un registro de voz muy cercano a Rob Taylor de Coloma, Bowness esparce en todas y cada una de las piezas del disco -muy hermanadas sonoramente entre sí- un tenue fulgor de querencia cósmica que va calando en el ánimo para no despegarse jamás. El triunfo del susurro en lo más alto del punto de observación. Suena aquí.
Una más que honrosa continuación de su muy celebrado por estos lares "Pop Therapy" de hace dos temporadas. Entre Daryl Hall & John Oates y los franceses Papooz y con hits irresistibles como "Shadow on the Wall" o "Aerostar", los de Nueva Orleans reinciden en su sonido pegajosamente afectado y en el mestizaje en clave tecnófila entre new wave, funk romántico y blue-eyed soul, ideal todo para un brunch interminable al borde de la piscina. Suena aquí.
Como todos los (últimos) años, no podía faltar la ración correspondiente de rescate caboverdiano. "Fundo de marê palinha" fue publicado originalmente en 1976 -es decir, el mismo año que "Pépé Lopi", el excepcional debut de Os Tubarões de Ildo Lobo-, momento crucial de independencia en el ambiente y de renovación musical en el país. Seis de las doce composiciones que en su momento fueron acreditadas con el nombre de Maninho al principio del nombre artístico -las ausentes lo son no sabemos si por cuestiones de derechos o de otro criterio que se nos escapa- conforman este 10" de funaná vibrante y sentido que preparó estilísticamente a músicos igualmente recomendables de la siguiente década como Dionisio Maio. Suena aquí.
Japonesa afincada en Corea del Sur es quizá por esta misma circunstancia que se mueve todo el tiempo en un territorio entre el k-pop y el j-pop (creo que está más clara, no obstante, la segunda vertiente: más rica e instruida a nivel sonoro). La canción homónima es por méritos propios un pelotazo a la altura de los de las mejores Negicco y lidera una primera mitad del álbum que ya de por sí corta el aliento. La segunda quizá tenga en la rodaja philly sound -vía city pop- de "Cherries Jubies" su otro highlight. Es su disco de debut -tras iniciarse con el discreto grupo 'idol' Real Girls Project- y se ha convertido en todo un acontecimiento en su país de adopción. ¿Hype?, ¿bluff?... ya se verá en próximas entregas. De momento el entusiasmo mostrado por lo apabullante de "Soul Lady" parece totalmente justificado. Suena aquí.