He tenido oportunidad de ver hasta el momento cinco títulos dirigidos por el versátil cineasta británico Lance Comfort. "Hatter's Castle" (1942), su segunda película, es un enfebrecido melodrama victoriano comandado con insultante prestancia por el legendario actor Robert Newton -recordado por títulos míticos, entre otros "Obsession" (Edward Dmytryk, 1949) o "Robert Louis Stevenson's Treasure Island" (Byron Haskin, 1950)-. "Hatter's Castle" maridaba la pulsión sádica de "Wuthering Heights" o "Jane Eyre" con precedentes del 'british soft horror' como fueron las cintas de George King protagonizadas por Tod Slaughter (a la cabeza "Sweeney Todd: The Demon Barber of Fleet Street" de 1936 o "The Face at the Window" de 1939). Newton estaba escoltado además por dos promesas en ciernes como Deborah Kerr y James Mason, que ya empezaban aquí a dar muestras de su incontestable talento interpretativo.
"Bedelia" (1946), basada en una novela de la misma escritora de "Laura" -Vera Caspary-, reformulaba con efectivo brío el mito de la viuda negra que allanaría el terreno para títulos posteriores como "The Strange Woman" de Edgar G. Ulmer. En "Temptation Harbour" (1947) Comfort volvió a contar en el papel protagónico con Robert Newton, esta vez acompañado ni más ni menos que de Simone Simon -"La Bête Humaine" (Jean Renoir, 1938), "Cat People" (Jacques Tourneur, 1942) o "The Curse of the Cat People" (Robert Wise & Gunther von Fritsch, 1944). "Temptation Harbour" es otro encomiable e intenso drama -con la culpa como obsesivo asidero argumental- basado en el clásico de Georges Simenon "Newhaven-Dieppe", al que también había recurrido el director Henri Decoin en 1943 o más recientemente el plúmbeo Béla Tarr en 2007. Newton, un modesto ferroviario que se rescata un maletín repleto de dinero tras presenciar la pugna entre dos mafiosos que optaban por el botín junto al puerto donde el operario tiene su cabina, vuelve a bordar un papel que se va agriando y enturbiando a medida que su codicia le hace cada vez más receloso ante todos, y mientras es acosado por uno de los dos malhechores que intenta recuperar los billetes. La fatalidad terminará por teñir por completo la trama, con la dulce femme fatale Simon apuntalando el ambiente.
También es muy interesante "Eight O'Clock Walk" (1954), donde un Richard Attenborough muy alejado de sus habituales papeles tortuosos recreaba de una manera antagónica al Peter Lorre de "M" de Fritz Lang. Aquí, además de ser un falso culpable, derrocha bondad y fragilidad de una manera absolutamente genial y convincente. Una lástima que la quinta de estas obras visualizadas, la crepuscular "Devils of Darkness" de 1965 -una muestra de camp vampírico bastante patosa que pretendía rivalizar con las de la factoría Hammer- no rayara ni mucho menos a la altura de las anteriores, sino que significara más bien un indigno canto de cisne en una trayectoria que, además de las conocidas, seguramente esconda otras joyas recomendables aún por descubrir.
En "Daughter of Darkness" Lance Comfort abordó el modelo siempre sugerente de ese terror psicológico que sugiere más que muestra y que hace de la elipsis su principal arma de atracción. Considerada por los expertos como la "Cat People" británica -aquí tienen la 'conexión Simon'-, "Daughter of Darkness" fue otra formidable muestra de cine fantástico -o, como se denominaría a posteriori, fantaterror- que, como se sabe sobradamente, no fue precisamente tendencia en los días de su facturación, más centrados en el (post)trauma bélico y en el thriller, y donde el reclamo taquillero de la icónica Universal ya era poco menos que un recuerdo en ese momento. No obstante, el cine británico dio en los años cuarenta escasas pero indelebles pinceladas que mantuvieron un delgado pero consistente hilo respecto al género: ahí está la quintaesencial película episódica "Dead of Night" (Varios Directores, 1945), "The Night Has Eyes" (Leslie Arliss, 1942), "The Halfway House" (Basil Dearden, 1944), "A Place of One's Own" (Bernard Knowles, 1945) o "The Queen of Spades" (Thorold Dickinson, 1949).
Vuelve a hacer acto de presencia en "Daughter of Darkness" la feria nocturna de "Temptation Harbour", que de paso nos recuerda poderosamente a las inquietantes atmósferas circenses de películas como "The Dark Tower" (John Harlow, 1943) o "Dual Alibi" (Alfred Travers, 1947), ambas con el histórico y turbador Herbert Lom como eficaz reclamo. El hecho de que la protagonista (Siobhan McKenna) no aparezca en los créditos en primer lugar sino en el último -con el entonces socorrido 'introducing'- nos hace acordarnos del "Frankenstein" de James Whale, donde Boris Karloff también era relegado a cerrar la lista de actores. No es un apunte trivial: en el comienzo de "Daughter of Darkness" Emily Beaudine (McKenna), una mujer con un pasado tan oculto como perturbador, que atrae irresistiblemente a los hombres y repele a las mujeres del lugar, pasea por el pueblo irlandés donde ejerce como ayudante del clérigo y trata de entablar conversación con una de las niñas de la vecindad además de ofrecerle flores. Un homenaje, intencionado o no, a una de las escenas más representativas del clásico de la Universal y, por extensión, al mito del incomprendido, del marginal que, pese a sus instintos, intenta de alguna manera hacerse justificar. Beaudine es otra Bedelia que, en lugar de envenenar furtivamente a sus víctimas las ataca salvajemente... o eso es al menos lo que, sutilmente y admirablemente, nos propone Comfort.
Desprestigiada, expulsada por el párroco y obligada trabajar en Inglaterra en la granja de una familia numerosa, hace estallar en este último escenario el tarro de las esencias: provocando a todo bicho viviente -principalmente masculino-, iniciando incendios de todo tipo y entablando un duelo final formidable con Anne Crawford -actriz que también aparecía en "The Dark Tower" y en "Bedelia", así como en el "Thunder on the Hill" de Douglas Sirk-.
Una producción ferozmente recomendable.