“Barrios bajos, hez y escoria
de una tétrica bohemia.
En tu tristísima historia
vives sin pena ni gloria
consumido por tu anemia.
Cuando rompen tus derechos
tus navajas siembran tajos
y se dora tu belleza
en la clásica majeza
de tu barrio... Barrios bajos.
Sangre, celos, hambre y crimen,
son tus bellos madrigales
y tan sólo te redimen,
las mazmorras y hospitales.
Tu destino,
sabor tiene de mal vino.
Tus deslices,
cunas son de meretrices.
Son tus cantos,
rimas que tejen los llantos
del vicio y de la maldad.
Barrio triste,
ten alardes de ti mismo.
De crespón negro te vistes
ocultando tu altruismo.
Barrios bajos.
Es tu ley la ley del mal
y tu eterno madrigal
riman los chulos y majos
con la punta del puñal.”
Muchísimo antes de que La Banda Trapera del Rio cantaran aquello de “Venid a las cloacas”, o que Leño alertaran sobre “Este Madrid” en el que “ni las ratas pueden vivir”, en la canción popular española ya se hacían letras (bastante más) salvajes y sin concesiones, describiendo directamente y en toda su crudeza al lumplenproletariado del primer tercio del siglo XX.
Este tango está compuesto por el compositor catalán de zarzuelas Juan Dotrás Vila, que se encargó de la música y de los arreglos correspondientes y, casi con toda seguridad, por Pedro Puche (director de la película que da título a dicha composición, la cual funciona a lo largo de todo el metraje a modo de leitmotiv) en el apartado de la letra.
El murciano Puche, además de director de cine durante la II República, la Guerra Civil (de este periodo es “Barrios Bajos”) y, ya depurado por los delincuentes golpistas, durante los primeros años del franquismo, fue también un destacado letrista de cuplés –estrellas como Raquel Meller o Sara Montiel interpretaron varias de sus coplillas-.
“Barrios Bajos” (1937), la película, fue una de las más de treinta cintas (entre filmes y documentales) que se produjeron desde el Sindicato de la Industria del Espectáculo (SIE) de Barcelona, en ese momento controlado por el combo CNT-FAI y que está considerada, junto con “Aurora de Esperanza” (del mismo año) como la cinta más destacada de la también entonces distribuidora catalana. Sin embargo “Barrios Bajos”, alejada de preceptos específicamente libertarios, se trataba de una especie de folletín con, eso sí, marcado cariz social, influido por el realismo francés -más el de Carné que el de Vigo, para entendernos- cuyo guión -libreto teatral del también dibujante Lluís Elias i Bracons- influyó irremediablemente en muchos aspectos sobre esta letra suburbial y violenta: uno de los textos más potentes y descarnados de la música de aquí y que indudablemente –al contrario de lo que vaticinaban las crónicas de su tiempo- no deja de tener plena vigencia, se mire por donde se mire, casi cien años después.