El breve periplo de la actriz Zita Johann en el mundo del cine -la primera mitad de los años treinta- fue de infarto: figura principal en películas de Griffith -"The Struggle", la última del creador de "The Birth of a Nation"-, Howard Hawks -"Tiger Shark"- o "The Mummy" de Karl Freund. En esta última -quintaesencia del horror de la Universal- era ni más ni menos que la aristócrata hechizada por Boris Karloff que acaba como una especie de Isis escoltada por Anubis. Fue tal su ascensión en apariencia imparable que en 1933 -año de la gestación de "The Sin of Nora Moran"- Johann estuvo a punto de irse para el otro barrio tras un aparatoso accidente de automóvil -le diagnosticaron traumatismos varios-, el cual conducía su novio del momento: el escritor, futuro director y alcohólico empedernido John Huston. Pero después de tres títulos más, Zita cesaría casi para siempre su actividad en la gran pantalla un año después para regresar al teatro -de donde lícitamente procedía- y solo volver a hacer acto de presencia en los años ochenta en una cinta de terror cualquiera.
Poco a poco considerada película de culto, "The Sin of Nora Moran" fue junto a "The Mummy" el otro momento de gloria de Johann, esta vez desde la más rabiosa industria independiente -Majestic Pictures- y acompañada de sufridos y sempiternos secundarios como Paul Cavanagh -"The Verdict", "Secret Beyond the Door", "House of Wax"- o Alan Dinehart -"Supernatural", "Dante's Inferno", "The Whistler"-. "Nora Moran" ha crecido con el paso del tiempo hasta convertirse en la estilosa serie B que, sin miedo a equivocarnos, se adelanta diez o más años al modo de filmar las mejores producciones baratas de Jack Bernhard, Henry Levin, Jacques Tourneur, Mark Robson o Edgar G. Ulmer.
La alusión a este último, el director checo de "The Black Cat" o "The Man from Planet X", no es en absoluto trivial: hay muchísimos (¿demasiados?) puntos en común entre "The Sin of Nora Moran" y "Detour" (1945), la gran obra maestra de Ulmer, hasta el punto de poder considerarlas primas (no tan) lejanas. El fatalismo, la mala suerte y las casualidades escabrosas se repiten con fruición en ambas películas, por no hablar de la pulsión constante entre sueño y realidad, y de ese tono pesadillesco y demencial de las que las dos se aprovisionan al máximo.
Al presenciar la peripecia vital de la doblemente húerfana Moran (Johann), bailarina de poca monta, creemos estar viendo una trayectoria angustiosamente análoga a la de Al Roberts, el pianista frustrado y maledicente de "Detour". Todo ello en relación a la inmersión de uno y otro personaje en el lado sórdido y malsano del sueño americano: buscan reconocimiento, fama y estabilidad económica y mental, y se encuentran a cambio atrapados en una vorágine de luces de neón siniestras, con compañeros manipuladores -Roberts es atormentado por Ann Savage, otra actriz rescatada en su senectud- y explotadores -en el caso de Moran incluso víctima de un jefe violador en una escena que aprovecha la rendija pre-código Hays, que se empezaría a aplicar al año siguiente, para poner el acento en semejante comportamiento abominable y desgraciadamente frecuente-, enredados una y otro en crímenes azarosos que bordean el absurdo.
"The Sin of Nora Moran" juega inteligentemente a contar las evoluciones de su protagonista mezclando de manera compulsiva flashbacks y saltos sinuosos de todo pelaje, hasta el punto de invitarnos a perder la noción del tiempo. Baste como ejemplo la ¿aparición? de la anciana que había recogido a Nora tras la funesta experiencia del abuso por parte del domador en el circo donde trabajaba, hablándole dentro de la celda de la prisión donde Moran ha sido acusada de un asesinato posterior: no sabemos si la señora está ahí o es solo producto de nuestra imaginación, con la única intención de contarnos ese capítulo puntual o, además, de velar por la infortunada.
La actriz principal ha sido seducida por un prometedor político -Cavanagh- que a su vez está casado y que tiene en su cuñado -Dinehart- a su principal valedor en su carrera por el poder. Este último es quien le confiesa a su hermana -la mujer de Cavanagh- toda la historia desde el principio, cómo descubre el adulterio y cómo llegará a chantajear a su protegido. Pero no contará con otra extorsión fatal que terminará de complicarlo todo definitivamente, con muerte de por medio...
La redención de Nora Moran, en el tramo final de la película, implicará arrastrar a su amante a un destino fatídico, pero compartido. Ella, mártir estoica, acusada injustamente de asesinato y cuya vida ha sido un tormento incesante, devolverá la locura y la resiliencia a las que ha sido sometida en una secuencia fantasmagórica que de alguna manera recuerda también a la parte final de la posterior "Peter Ibbetson" (1935), solo que la primera resulta por una parte mucho más comedida en el plano amoroso y más abrupta en su resolución que la de Hathaway.
"The Sin of Nora Moran" es una rara avis en una época donde el cine americano ni tan siquiera había terminado de digerir el precedente por excelencia del noir, esto es, las películas de gangsters. Sin embargo, ahí está la realización del polaco Phil Goldstone, más conocido por su faceta como productor -"White Zombie" (1932) de Halperin a la cabeza- como una adelantada muestra de cine negro y extrañeza psicológica de presupuesto ceñido, recursos astutos, vehemencia onírica e influencia insospechada.
"Atravesé el infierno esa noche"