miércoles, 28 de junio de 2023

Pearl & The Oysters, "Coast 2 Coast"






Da gusto encontrar propuestas que transmitan buenas -y variadas- dosis de imaginación, esparcimiento y brío. Y que consigan plasmarlas con desenvoltura y encanto. Algunas de esas iniciativas consiguen hasta que el oyente deje a un lado durante la escucha los préstamos que pueda percibir evidentes y la sensación de cierta paramnesia.

Todo esto sucede con el dúo formado por Juliette Davis  y Joachim Polack, que se conocieron en Paris hace ya unos cuantos años -aunque a partir del segundo de sus cuatro discos fijaron su residencia en Estados Unidos-, asentándose definitivamente en Los Angeles donde, me cuentan mis informantes, se cuece en los últimos tiempos una escena pop especialmente activa.




Pearl & The Oysters, digámoslo ya y simplificando quizá en demasía, son una versión hedonista y dicharachera de Stereolab. De hecho Davis posee una belleza angulosa que recuerda a la de la propia Laetitia Sadier quien, de hecho, ha sido invitada en este "Coast 2 Coast" a interpretar "Read the Room", desgraciadamente la pieza menos atractiva del álbum, con ese guitarreo sucio y monocorde que no parece querer despegar en ningún momento.

Salvado el -relativo- escollo, toca comentar lo destacado, que es básicamente todo lo demás. Y no se puede empezar sino hablando de "Pacific Ave", una de las canciones del año, efectivo hit de estribillo sexy-funk donde la pareja se gusta cosa bárbara: no parará de sonar este verano en nuestros corazones. La cuota de 'sonido japonés' se destapa en canciones como "Fireflies" o en instrumentales como "Timetron", sin interrumpir por ello una influencia que se remonta a su primer disco (el homónimo de 2017) donde ya introducían ostensibles cuñas de picopop. Hay baladas space-pop realmente irresistibles como "Moon Canyon Park" o "D'Ya Hear Me!" y ambientes hawaianos en "Vicarious Voyage". Por no hablar del sophisti-pop de "Paraiso" que habría encajado a las mil maravillas en el homónimo de Strongboi.

Como ven, todo muy refrescante e idílico. Chapuzón retro para aguantar mejor las infernales temperaturas en las que ya estamos atrapados.

martes, 27 de junio de 2023

John Southworth, "When you're this, this in love"






Después de "Rialto" (Tin Angel, 2021), musical claramente influido por Edward Gorey que contó con las participaciones de, entre otros, Daniel Knox y la líder de The Weather Station Tamara Lindeman, donde cedía protagonismo a su mano derecha el arreglista Andrew Downing como no lo hacía quizá desde "Easterween" (Sud de Valeur, 2012), el británico afincado en Canadá John Southworth regresa a la reconcentración de cantautor letraherido con "When you're this, this in love".

Trataré de ser telegráfico a la hora de intentar reflejar en la pantalla las bondades de esta nueva maravilla de nuestro juglar favorito del presente siglo, ya que desde que lo descubrí hace ya quince años con "The Pillowmaker" han sido ya unas cuantas ocasiones en las que ha tocado insistir ante la indiferencia casi general que, sin embargo e incomprensiblemente, sigue flotando a su alrededor (por aquello de no estar respaldado por ningún sello de postín ni ningún millonario caprichoso, imagino).






Los ritmos lentos, litúrgicos y a la vez a la intemperie de "Vertigo" o "Vow" atrapan a la perfección esas letras (¿o es más bien al revés?) que las acompañan, marcan mayormente el tono del disco y nos recuerdan que el amor no es un camino precisamente fácil, cómodo o proporcional. Pero no es todo monocromático: Southworth vira ostensiblemente al barroquismo  pop en "Time to unwind" y reserva un sedimento glam para "Always on the river" y "Wondering What Went Wrong". La cuota habitual de music-hall -con reactualización del universo Kinks en palabras y acordes- descansa en "Songs in the land". El costumbrismo de esta última -con referencias a Johnny Rotten- se liga con la siguiente, "Tiny Tim", mientras que el preciosismo escapista tanto en el plano armónico como en el textual de "Angel landing" encaja con las maneras más románticas de Paddy McAloon.

A 27 años de su poderoso y formidable debut "Mars Pennsylvania" John lo sigue teniendo, y de qué manera.

domingo, 25 de junio de 2023

strongboi, "strongboi"






Segundo hito de la sudafricana Alice Phoebe Lou en su itinerario sonoro, esta vez acompañada por el teclista de origen israelí Ziv Yamin en lo que es el debut del proyecto al que están ambos prácticamente consagrados desde 2020 y que tiene su centro de operaciones en Berlín. ¿Y cuál fue el primer hito?: sin lugar a dudas la segunda grabación en solitario de Lou, "Paper Castles" (autoeditado, 2019), un disco que si bien se escapó de mi radar en aquel año (ya me gustaría estar a todo), en los últimos meses ha supuesto una revelación y el perfecto acompañamiento a este "strongboi" que, pese a que parece estar pasando bastante desapercibido, ya se ha colocado como uno de los imprescindibles del presente año para quien esto suscribe.

"Paper Castles" conectaba como ningún otro de su discografía con la penúltima camada retro que (re)busca(ba) en las sonoridades de los años cincuenta -tanto las de crooner pop-rocker como en las exóticas-, actualizadas siempre bajo el dictado indie lo-fi. No en vano una de sus piezas más destacadas se llamaba "Nostalgia". Un disco que, como reflejaba acertadamente su portada, se entregaba a la contemplación extasiada del Universo para tratar de extraer sentimientos íntimos.
La canción titular también surcaba otros mundos posibles para coquetear con cierto smooth soul trendy, lo que entronca por la vía directa con "strongboi".




El zumbido adherente de "fool around" es el inmejorable arranque del binomio Lou-Yamin y donde Alice ya deja entrever que vuelve a una expresividad rebosante y autoplacentera que no desprendía desde el citado "Paper Castles". Repite ronroneo instrumental "meilia (haziz remix)", siendo de esas contadas veces donde empezar por el estribillo se antoja más que apropiado. En "ugi" o "flame" no puedo sino acordarme del lustroso pop sintetizado de Video Age, con ese pellizco de funk ora blanqueado ora perezoso, según cada caso. Cierra "butter", que certifica tras las seis canciones previas el estado de gracia del dúo, combinando el reposado y selvático rasgueo folk con el soft-pop setentero en un señorial cambio de ritmo que solo puede saber a gloria.

No puedo dejar de recomendar encarecidamente también los primeros adelantos de la pareja, agrupados hace un par de años en un 10'' igualmente reconstituyente: la propia "Strongboi" (con rapeado y r&b tropical ochentas incluidos), una canción tan hermosamente evocadora como "Honey Thighs", y una nocturna "Tuff Girl" en la onda de Sade Adu.

domingo, 11 de junio de 2023

Lucas Santtana, "O Paraíso"






Encuadrada en sus inicios -el debut "Eletro Ben Dodô" (1999)- en el 'samba esquema funk'  de los Nação Zumbi o Skank de turno, la música de Lucas Santtana, a través de los nueve álbumes que ya atesora, ha ido asentándose inexorablemente en un clasicismo brasileño -sobre todo a partir de "Sobre Noites E Dias" de 2014- donde poder desplegar como en ningún otro formato su talento para la composición melódica enriquecida.

Sobrino del libertario por excelencia del movimiento tropicalista -Tom Zé- que, sin duda, le abrió también el primer apetito en el tránsito hacia sonidos menos convencionales, Santtana no obstante siempre aspiró a desarrollarse como autor total, escribiendo ya desde muy pronto hermosísimas bossanovas para gente como Arto Lindsay -"Mar Da Gávea"- o Marisa Monte -"Abololô"-.




Sin rastro apenas de experimentalismos -si acaso algún que otro tratamiento en la voz o el apunte electrónico retro de "What's Life"- queda el terreno expedito nuevamente en este último disco para las emociones desnudas. La mimetización con aquel tropicalismo de finales de los sesenta arranca con la propia "O Paraíso", una soft-samba ideal para ir abriendo boca. Los arreglos vaporosos del reggae "Vamos a Ficar Na Terra" -conteniendo el mensaje principal sobre el que gira el disco, esto es, la preservación y defensa del entorno natural, amenazado hasta límites insoportables- anima a balancearse a medida que avanza ese tono fabulador, todo ello a la altura del mejor Gilberto Gil.

Pero si en algo Lucas Santtana ha sabido adaptarse respecto a su entorno consustancial es sin duda en ese dulce registro tan cercano a Caetano Veloso, ya sea versioneando al padre de los esquemas modernos -Jorge Ben- en "Errare Humanum Est", en la versión de Beatles "The Fool on the Hill" -con Flore Benguigui de L'Impératrice, cuyas "Agitations tropicales" ya recomendamos hace un tiempo aquí- o recogiendo el guante del afoxé de "Livro" del de Santo Amaro en "Muita Pose, Pouca Yoga".  

Santtana é, com certeza, aquarela do Brasil contemporâneo.