El holandés Thomas Azier aparca temporalmente en "The Inventory of Our Desire" (Hylas) los arreglos arrolladores y la épica septentrional de sus trabajos anteriores, a la vez que atempera de alguna manera la visceralidad -que no la variedad- de su registro vocal. Del tecno-pop neoclásico y manierista de, por ejemplo, su celebrado "Rouge" (Virgin, 2017), con pátina de teatralidad algo exacerbada -entre los Ultravox de "Vienna" y Patrick Wolf- al pop elegante tipo The Blue Nile de "Faces" -la canción que abre "The Inventory"- puede parecer una reinvención inusitada -no teman los "puristas", su reciente ep "Zonder Titel" vuelve a centrarse en la electrónica dramática de disonancia controlada-, si no fuera porque Azier ya venía avisando de estos últimos derroteros en contadas grageas.
Más rastros: "Skin & Blister" tiene esa aparente anemia melódica rica en ensoñaciones penetrantes tan propia de David Sylvian como de los Nits (compatriotas de Azier) de "Wool". Luego llega el primer highlight con "Pelechian" y su trote sensual entre Better Person y el neorromanticismo (aquí más acústico) marca de la casa. Es, junto con "Invisible", la pieza estandarte del disco, carne de single para connoisseurs. "What Does It Mean To Be Free" apuesta por un dream-pop tan urbanita como devastador, y es en el tramo final donde cambian las tornas de manera imprevisible: una impostura a lo Nick Cave comanda "Slow Revolution" y "Donder", con las hechuras de un crooner un tanto post-apocalíptico. Cierra la casi instrumental "Only the Ocean", que retoma con firmeza el pop de cámara a la manera del Simon Bookish de "Everything / Everything" y donde, junto a "Blue Eyed Baby", el saxo adquiere un protagonismo nuclear muy de agradecer.
Sin la menor duda, su mejor disco hasta la fecha.
Está entrada está dedicada a nuestra gata Koshka (1 de abril de 2008 - 24 de julio de 2023), en especial "What Does It Mean To Be Free" ("The years are finally fading/My heart begins to crawl")