lunes, 31 de julio de 2023

Thomas Azier, "The Inventory of Our Desire"






El holandés Thomas Azier aparca temporalmente en "The Inventory of Our Desire" (Hylas) los arreglos arrolladores y la épica septentrional de sus trabajos anteriores, a la vez que atempera de alguna manera la visceralidad -que no la variedad- de su registro vocal. Del tecno-pop neoclásico y manierista de, por ejemplo, su celebrado "Rouge" (Virgin, 2017), con pátina de teatralidad algo exacerbada -entre los Ultravox de "Vienna" y Patrick Wolf- al pop elegante tipo The Blue Nile de "Faces" -la canción que abre "The Inventory"- puede parecer una reinvención inusitada -no teman los "puristas", su reciente ep "Zonder Titel" vuelve a centrarse en la electrónica dramática de disonancia controlada-, si no fuera porque Azier ya venía avisando de estos últimos derroteros en contadas grageas.

Más rastros: "Skin & Blister" tiene esa aparente anemia melódica rica en ensoñaciones penetrantes tan propia de David Sylvian como de los Nits (compatriotas de Azier) de "Wool". Luego llega el primer highlight con "Pelechian" y su trote sensual entre Better Person y el neorromanticismo (aquí más acústico) marca de la casa. Es, junto con "Invisible", la pieza estandarte del disco, carne de single para connoisseurs. "What Does It Mean To Be Free" apuesta por un dream-pop tan urbanita como devastador, y es en el tramo final donde cambian las tornas de manera imprevisible: una impostura a lo Nick Cave comanda "Slow Revolution" y "Donder", con las hechuras de un crooner un tanto post-apocalíptico. Cierra la casi instrumental "Only the Ocean", que retoma con firmeza el pop de cámara a la manera del Simon Bookish de "Everything / Everything" y donde, junto a "Blue Eyed Baby", el saxo adquiere un protagonismo nuclear muy de agradecer.

Sin la menor duda, su mejor disco hasta la fecha.







Está entrada está dedicada a nuestra gata Koshka (1 de abril de 2008 -  24 de julio de 2023), en especial "What Does It Mean To Be Free" ("The years are finally fading/My heart begins to crawl")

miércoles, 5 de julio de 2023

Adviento nocturno y La barca, de Mario Luzi






Si hay un autor que, dentro del saco del Hermetismo (de algún modo prolongación de las corrientes decadentista y simbolista), recoge como nadie el azogue del gran precursor Stéphane Mallarmé, ese no es otro que el florentino Mario Luzi y, dentro de su extensa obra, son sus dos primeros libros -recogidos en esta deliciosa edición bilingüe de 2012 de la Editorial Universidad de Córdoba en connivencia con la Universidad de Almería-, escritos en un periodo infausto en la historia de Italia -segunda mitad de los años treinta del siglo pasado-, con su clase trabajadora constreñida de manera infame y humillante por el fascismo, poco antes de la segunda escalada bélica mundial.

"La barca" y "Adviento nocturno" -por orden cronológico- marcan una supeditación metafísica, ambivalente y hasta punto irracional de la tradición inmediatamente anterior, tomando las enseñanzas del autor de "Igitur" como verdadero faro sobre el que desplegar el magma estructural y atmosférico de los poemas incluidos en ambas obras. Todo ello, y hasta cierto punto paradójicamente, desde una militancia crítica plenamente consciente, pues Luzi siempre destacó por tratar de argumentar sin vacilación su apuesta decidida por la abstracción y el retorcimiento de la sintaxis, colmándolos de un armazón propositivo. Como indica Francisco Deco en el estudio introductorio de esta edición, se trata de alguna manera de reagrupar todos los símbolos al alcance para generar las potencialidades de lo oscuro, en un viaje vertiginoso que nunca da como segura la consecuencia de su desembocadura, pero sí sus herramientas. 




La poesía de Luzi en esos primeros años es, podríamos decir, de un cierto costumbrismo impenetrable. Los ambientes rurales y proto-urbanitas y su devenir cotidiano establecen el punto de partida hacia el abismo. Con simbología recurrente: las mujeres -así, normalmente en plural- como figuras siempre presentes, tanto por lo que inspiran como por lo que ellas proyectan de vuelta en el ambiente. Sirva como ejemplo el más sugerente poema de "La barca" titulado "Serenata di Piazza D'Azeglio": un paseo en carro del autor -autodenominado como "inmenso pasajero", priorizando el carácter supraconsciente a la hora de escarbar en lo etéreo- que va anunciando en cada elemento que visualiza su intención más recóndita a través de la actividad manifiesta según el caso.

En "Allure" -ya perteneciente a "Adviento nocturno"- esa búsqueda de lo oculto en lo frecuente logra fundirse a cada paso, se entremezcla de tal manera que logra formar un 'tercer universo', y en ese ámbito Luzi -que lo ha relatado en pasado- hace un llamamiento a la persistencia de lo, a estas alturas, revelado:


"Piensa en mí si en palas de aventar la noche
late aún con esencias escondidas
y de mí te habla junto a las cerradas
ventanas que tú amas."


Más cercanos a la fatalidad de Dino Campana están poemas como "Tango", cuya bailarina ya en sí misma "era una sombra intangible en un soplo de músicas moradas" y donde, a través de la música "percibía el acento de la noche", transformado esto segundo finalmente en "suceso aciago de su vida sin rescate".
Versos enhebrados con la aleatoriedad en los signos de puntuación, urdiendo en apuestas como esa la condición imponderable del Universo que Luzi procuró surcar con valentía en sus primeros pasos.

Más tarde -y, como en el caso de otro iconoclasta contemporáneo como Vicente Aleixandre- fue dotando a su poesía de cierto pragmatismo formal, hasta alcanzar la destilación más armoniosa con esa maravilla que es "Invocación" (incluida en un libro posterior, "Primicias del desierto", de 1952).

sábado, 1 de julio de 2023

Elida Almeida, "Di Lonji"






¿Ha llegado el momento de la verdad para la de Pedra Badejo? Por lo que a mí respecta, y tras no haberle cogido demasiado el punto a su disco de debut "Ora Doci, Ora Margos" (Harmonia, 2014) durante el periodo de mayor persistencia en el trabajo de campo que dediqué a las músicas de Cabo Verde (2011-2016), creo que "Di Lonji" (y tras la escucha reciente de sus otros dos álbumes intermedios) es, desde luego, la grabación más directa y convincente hasta la fecha de Elida Almeida, también conocida entre los suyos como Daisy.

Define muy bien los tramos, siendo el primero más intimista y, a partir de la contagiosa "Bedjera" se impone el más risueño -pero no por ello menos combativo en textos-, con el semba "Djarmai", los zouks "Mo Ki Nta Fazi" y "Eh Ka Bo" y los vibrantes funanás "Amigu" o "Domingo Denxo". Es la táctica que viene acometiendo Elida en todos sus discos: ir cogiendo ritmo de manera gradual para irnos metiendo, sin prisa pero sin pausa, en vereda. Solo que en esta ocasión la turgencia de las partituras está mejor moldeada y acotada que nunca.






Los apuntes electrónicos en "Dondona" o "Mulata" son de una sutilidad orgánica francamente maestra, y se agradece que las esporádicas concesiones rockeras que emborronaban un tanto en el pasado hayan sido desterradas o, como mínimo, pulidas al máximo en "Di Lonji".

No pasará a la historia como una visionaria en el plano polifónico -ni falta que hace: lo importante es el compromiso irrenunciable con sus raíces, su aptitud y su orgullo de clase, procediendo como procede de un pueblo que recientemente inauguró su primera carretera-, mas la apuesta y el abrigo constantes del sello francés Lusafrica empiezan a cobrar todo el sentido y sitúan este disco junto a las obras mayores de compatriotas como Nancy Vieira, Lura, Neuza o Fantcha. Conquistando status por derecho propio.