"Estarán aparcando", "Estilo" y "Rumor de fondo" conforman la columna vertebral del último disco del dúo riojano Espanto. Es en estas citadas sobre todo donde siguen diseccionando, con la misma pericia de siempre, el pintoresco mundo que nos toca soportar a diario. Un mundo que, en algunos aspectos, se niega a morir ante la dictadura de la banca automática -¿quién, a estas alturas, lleva aún "calderilla suelta en el bolsillo alborotando?"-, la mensajería instantánea y otras hierbas digitales. El primero de estos cortes, de paso, nos recuerda el carácter absolutamente visionario de Herminio Molero y los primeros Radio Futura hace la friolera de 44 años al tratar de maridar el pop de sintetizadores con el pasodoble. Porque exactamente de eso mismo va "Estarán aparcando".
En "Estilo" nos recuerdan que, por mucho que insistamos en recordar cuales son sus referencias cada vez que sacan algo nuevo, ellos ya tienen, desde hace tiempo, unas señas de identidad absolutamente propias e intransferibles sobre las que hay que poner el acento. Tamaña auto-reivindicación, justa y necesaria, tampoco debería ser óbice para llamar la atención sobre ese aire tecno-rocanrolero que desprende y que, disculpas por el cuchicheo, nos recuerda a Sigue Sigue Sputnik y Terry IV. Pero oye, que su estilo es suyo y solo suyo, y no debería ser nuestro estilo venir a ponerle pegas ahora. Eso sí, en "Mi río" parece que se le da la vuelta a todo esto como a un calcetín, cuando dicen aquello de "desembocaremos en otros ríos/nos inundarán, dejémonos llevar". Como buenos patafísicos -miren, si no me creen, la portada de su single "El último rumor"- llevan una dirección, y dos sentidos.
De "Ruido de fondo" no voy a decir que es una canción-río porque ya ven que tienen otras con esa temática concreta en el disco y podría confundirles; me limitaré a invocar por lo menos ese portentoso desmenuzamiento de sonidos con los que convivimos constantemente y que, paradójicamente, corremos el riesgo de borrarlos de nuestro discernimiento. Niños llorando que se desintegran ante nuestra extrañeza y camiones de la basura que se lo llevan todo a un país lejano mientras desesperas por coger el sueño: la pesadilla de lo cotidiano.
Teresa y Luis, Luis y Teresa, compensan lo precario de su despliegue vocal con una finísima ironía y un preclaro análisis de esta realidad que se empeña en tener por sí misma tanta retranca, todo ello solo al alcance de los maestros alquimistas que saben destilar frases e hilar contextos como panaceas regurgitantes. Junto a "Fruta y Verdura" y "Cemento", la crónica de autoafirmación que destaca en "Rumores" -además de un entramado siempre atractivo donde conviven el bubblegum de Denim, los Gothic Archies de "The Tiny Goat" o "In the Reptile Room" y Pablo Milanés: puro chismorreo- confirma desde ya que estamos ante una de las triadas indispensables del pop español: una proeza en mitad de la rabiosa mediocridad que campa a sus anchas por estos lares.