martes, 9 de diciembre de 2025

Rodrigo Leão, "O Rapaz da Montanha"

 



Deberían sobrar las presentaciones, pero sospecho que el nombre de Rodrigo Leão, al menos en España, se haya confinado en ciertos circuitos elitistas de la otrora muy mal llamada world music. Miembro cardinal en los ochenta de los legendarios Sétima Legião (post-punk con ínfulas celtas) y teclista estrella de los no menos trascendentales Madredeus, el portugués decidió romper con ambas formaciones en la segunda mitad de los noventa y centrar todos sus esfuerzos en una carrera en solitario -que ya había empezado un poco antes- donde la búsqueda sin concesiones marcara el desarrollo posterior de su obra, haciéndose acompañar a menudo de ilustres de todo pelaje como las y los cantantes Helena Noguerra, Rosa Passos, Stuart A. Staples, Scott Matthew o Neil Hannon.

"O Rapaz da Montanha", su nuevo disco, queda indefectiblemente marcado por la canción titular, apología de una revolución profunda que pide liberarse del mecanicismo digital y la desazón armamentística en las que nos hayamos desgraciadamente inmersos, para tratar de imaginar un mundo diferente al que poder empezar a dar(nos) aire. Esa emancipación ya parece adquirir un pulso entre apolíneo y urgente con el instrumental "O labirinto" y vuelve a encontrar palabra en "Já Sabia". Resuena una contundente sentencia que derrumba la inconsistencia proverbial de cualquier creyente: "Si Dios perdona a los que yerran, ¿quién perdona a Dios?" en "Cadeira Preta", con las voces de su mujer Ana Carolina Costa -también coautora de esta y otras letras- o su hija Sofía -que se reserva la final y exquisita, y algo camusiana, "Vento Sem Fim"-: todo queda en casa.






De percusiones recias -recicladas de la herencia de Sétima Legião y los grupos británicos que les inspiraron-, acordeones viajeros y cuerdas intensas se provee este disco que, pese a su insobornable carácter autóctono -la sombra fadista de Madredeus se percibe en algunas como la feminista "Guarda-te"; la de cantautores insignes como Sérgio Godinho en "Andava Eu..." y su tajante reflexión sobre la vejez-, pese a su insobornable carácter autóctono no desdeña a su vez influjos de Nino Rota o Wim Mertens, o tentaciones medievalistas, todo ello por una vocación cinematográfica tan cara siempre a Leão. O del denominado tango nuevo, como en "Esperança", y que ya desplegó con suma competencia en su aclamado "Cinema" de 2004.

Un trabajo elocuente, que mira al futuro con una mezcla de crítica preocupación y extraña esperanza, ahondando en las sinergias más incorruptas del alma.

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