Alma mater de Claustrofobia, uno de los grupos más personales del pop español en general, y del underground barcelonés en particular, Pedro Burruezo decidió desde hace mucho tiempo apartarse de coyunturas musicales y guiarse exclusivamente por los dictados del corazón y por las melodías que transpira el alma. Ahora, y al frente de la Bohemia Camerata, ha dado un paso más hacia un discurso intransferible, único en el panorama de la música popular de nuestro país. Del pop literario al mestizaje sin ataduras, libre, sin prisas: siempre apasionado.
Coincidiendo con su inminente actuación el próximo sábado día 30 de Mayo en el teatro Tarambana del madrileño barrio de Carabanchel, en la clausura de la 1ª Muestra “CRICOT” y presentando su segundo disco con la Bohemia, "Multaqa Antigua Contemporània. The Tavern of the modern mystics", he aquí una charla soñada y, por fin, hecha realidad.
Entre 1992 (fecha de publicación del último disco de Claustrofobia) y 2005 (primer disco con La Bohemia Camerata), y exceptuando la reunión más que puntual con Claustrofobia en 1999 con motivo del recopilatorio Les Tresors, muy poco supimos de ti en esos 13 años de aparente inactividad creativa. ¿Cómo fueron? Y, sobre todo, ¿cómo los viviste? ¿Pensaste en algún momento en que no volverías a tener otro proyecto sólido a través del cual encauzar tu creatividad como escritor de canciones, estabas convencido por el contrario de que volverías a publicar o te daban un poco lo mismo las pretensiones que alcanzaran las ideas que te traías entre manos?
Lo que más me atrajo del flamenco, cuando empecé a profundizar en él, hace unos cuantos años ya, fue que los artistas eran artistas en virtud de lo que representaban para unos pocos y, generalmente, para unos pocos muy cercanos, no tanto en virtud de su aparición en los medios, de sus ventas de discos, de las críticas de los que se supone que entienden… Esto me cautivó. En cuanto a mi vida profesional, sí, ha tenido altibajos, y creo yo que los seguirá teniendo, a pesar de que, ahora mismo, me encuentro en una época con bastantes actuaciones y de muy diversos tipos, discos y proyectos diferentes. Pero la historia es que, cuando un artista lo es… lo es, lo sepan o no las masas. No es eso lo principal, el reconocimiento mediático. En todo ese tiempo que mencionas, yo escuchaba, aprendía, estudiaba, leía, tenía mi huerto, me purificaba, componía mucho. Hice algunas actuaciones pequeñas. Vivía en una comunidad. Los sábados, cuando había mucha gente, me pedían que cantara. Yo cantaba piezas de género, boleros, valses, tangos, rumba, algo de flamenco. Gustaba mucho. Eran gente no del mundo musical. Yo soñaba con hacer un café cantante con bailarinas misteriosas, contadores de cuentos sufíes, piezas con arreglos contemporáneos… Hasta que me dieron una pequeña oportunidad, el bueno de Ramon Súrio, que estaba programando en La Pedrera, y yo no quise resucitar a Claustrofobia, sino seguir soñando más con el futuro que con el pasado. La primera actuación salió muy bien y todavía no hemos parado. En ese tiempo, se gestaba todo eso. Mientras, me adentraba en un mundo nuevo, el retorno a lo sagrado.
Pedro Burruezo “El Españoletto” fue una especie de proyecto fantasma en ese periodo largo de interrupción discográfica. Creo que consistió a nivel público en una aventura con algunos conciertos y poco más y que sólo algunos afortunados tuvieron oportunidad de presenciar. ¿En qué consistía? ¿Era la antesala de Burruezo y La Bohemia Camerata?
Mucho tiempo antes que El Cigala, pensaba que se podían cantar algunos clásicos de otra manera. Salía al escenario con la sola ayuda del piano de Doménico Lafont. E interpretaba las cosas a mi estilo, fundiendo la copla, a Bola de Nieve, a Cohen, a los sufis, lo flamenco… Lo de Los Goyescos fue ya la Bohemia Camerata. La historia fue que, una noche, me tocó tocar en un club en el que unos tíos estaban llevando a cabo una despedida de soltero. Y se burlaron hasta lo cruel de mí y de Doménico. Estaban muy borrachos. A mí no me importaba el hecho de que se burlaran. Pero sí es verdad que aquella noche no canté bien, porque no me podía concentrar. Me di cuenta de que no podía ir a actuar a según qué sitios. No por clasismo ni esnobismo ni nada parecido. Sólo porque yo necesito escucharme un poco, dolerme, y para eso hace falta silencio. Y le di una vuelta de tuerca a la Camerata y pensé en presentar la cosa más para teatros que para clubes, aunque, la verdad, en este tiempo hemos tocado en todo tipo de sitios, fiestas y yo qué sé. Hago unos requerimientos y, si se cumplen, adelante. Yo no quiero un silencio sepulcral, una actitud de conferencia, fría, pasiva, pero sí que pueda rebuscarme para mis adentros.
¿Podrías definir, en pocas palabras, y para un público profano, qué es Burruezo & Bohemia Camerata?
A estas alturas, me es difícil llevar a cabo mis ideas musicales si no es acompañado por personas que tengan un gran nivel musical, técnico. Y que, al mismo tiempo, sean muy versátiles y capaces de intuir mis desvaríos. Mis ideas musicales nunca sé por dónde van a ir. Nunca he buscado la originalidad, porque eso no se debe buscar. Partiendo de unas ideas más o menos concretas, los discos han sido lo que han sido, y toda la trayectoria de Claustrofobia y de Bohemia Camerata, porque se nos iba la olla en una determinada dirección y, bueno, nos dejábamos llevar. Burruezo & Bohemia Camerata es un grupo musical que, dirigido por mí, y secundado por grandes músicos (Lea Shalom, Jovic Sagristà, “Mon”, Lorenzana…), busca unir el pasado con el futuro, Oriente con Occidente, lo clásico con lo popular, la técnica con el corazón. Sería una especie de café cantante contemporáneo entre lo místico y lo suburbial, entre la música de género y lo que hacen los extasiados… Yo qué sé… Seguro que tú mismo lo puedes definir mucho mejor, ja ja.
En nuestro primer contacto me decías que “Multaqa Antigua Contemporània” lo habíais distribuido intencionadamente para las tiendas en la sección de “nuevas músicas”. “Barcelona intimíssimo café”, si no me equivoco, aún podía encontrarse en la sección ‘pop-rock’. Independientemente de que se pudiera tratar de una decisión adscrita a un disco como “Multaqa”, suena a definitiva toma de postura, a desconfianza de llegar a un público ‘moderno’, a una búsqueda de un público más afín y quizá alejado de los vaivenes de las tendencias…
Lo que me interesa de la música, lo que más me interesa, es tenerla como un fin para llegar a la emoción, tanto mía como de los músicos y del público. Una emoción sincera, rotunda, salvaje… Eso no existe ya en el mundo del pop-rock. O sólo de una forma muy excepcional. La pureza de la música ha desaparecido, prácticamente. Hay corrientes. Unos siguen unas. Otros siguen otras. Las tendencias marcan. Las grandes empresas del alcohol financian los festivales. Lo moderno no me interesa. Sí me interesa lo contemporáneo, que son cosas muy diferentes. De repente, todo el mundo va vestido de la misma forma. O están los de aquí y los de allá. No me interesa. Yo no formo parte de ninguna tendencia preestablecida. Nosotros no esperamos ningún reconocimiento de los sectores oficiales ni de los oficiosos. Nosotros tenemos un camino marcado sólo por la emoción y por lo sagrado. El pop-rock es, hoy, algo absolutamente caduco. Muy poca gente del pop-rock es hoy capaz de emocionar y de llevar un camino diferente. Antonio Vega, de los muy pocos. Que descanse en paz.
En los discos de Bohemia Camerata haces un especial hincapié en la explicación de las canciones: cómo surgieron, qué referencias (lecturas, escuchas, sensaciones) has empleado y te han inspirado en cada una de ellas. Me parece de agradecer porque ahí hay mucha información valiosa y que puede servir en un momento determinado a situar mejor al oyente (sobre todo si es profano en según qué sonidos), pero quizá para otros puede resultar demasiado pretencioso. Imagino que asumes el riesgo sin ningún problema, pero en este tipo de cuestiones se plantea siempre la pregunta: ¿No deberían hablar por si solas las canciones, más allá de otros soportes? ¿Lo haces para satisfacer –en un plano material- a quienes buscan algo más que el frío soporte digital, crees imprescindible tener que aclarar una serie de conceptos, o es una mezcla de todo esto?
Imagínate que, en su momento, Camarón, por ejemplo, hubiera tenido que sentirse obligado a hacer discos para satisfacer a la gente de las peñas flamencas. Imaginemos a la mayoría de artistas sujetos a lo que desea y/o espera la gente de ellos. Para mí sería muy fácil contentar a unos fans, digamos “de culto”, haciendo discos sin explicaciones, extraños, disonantes, proclamando una fama de bohemio, bebedor, noctámbulo… Pero es que yo estoy en las antípodas de todo eso y ni me gusta ni me interesa. Estudio las confesiones espirituales tradicionales, cultivo mi huerto, tengo una práctica espiritual continua… Me surgen problemas y contradicciones como a todo el mundo. Vivo en un mundo de confusión absoluta. Vivo en un caos que está llevando a nuestra especie a la extinción y que, al mismo tiempo, resulta fascinante. ¿Por qué no explicarlo? Sí, supongo que hay gente a la que mis textos les parecerán confusos. ¿Y qué? Pero, tanto si se equivocan como si no, ¿son ellos los que tienen poder para coaccionar mi creatividad? Yo procuro hacer lo que quiero, como quiero, cuando quiero, con quien quiero… Afortunadamente, siempre encuentro a personas que financian mis locuras. Una anécdota muy graciosa. A mediados de los 80, un crítico muy sensible me dijo, más o menos: “Oye, tus letras son geniales. Lo único que no entiendo es por qué te empeñas en poner palabras tan raras como tamarindo, Ariadna…”. Al cabo de unos años, me encontré al susodicho, que es muy querido, y me aclaró: “Oye, tío, eres la hostia. Tengo en la familia tres personas que se llaman Ariadna y ahora sé que el tamarindo es un arbusto bastante común en la climatología mediterránea”. Que la mayoría de las personas, y sobre todo en el mundo del rock, no tengan ningún interés por la poesía de San Juan de la Cruz o de Rûmî… no creo que tenga que convertirme a mí en seguidor de la poesía de Bunbury o de las letras de Alaska. Yo hago las cosas a mi manera. A quien le guste, genial. A quien no, la FNAC está llena de discos de todos los estilos.
¿Qué diferencias –líricas y sonoras- destacarías entre “Barcelona Intimíssimo Café” y “Multaqa Antigua Contemporània”. En el primero hay referencias más cercanas, entendidas quizá desde un punto de vista más empírico, por lo que supone de un escenario vivido, aunque al final en ambos creo que se confunde todo un poco.
El mensaje es, más o menos, el mismo, en ambos discos, aunque, en el segundo, se profundiza más en la vía espiritual. Las canciones del primer disco parten de géneros concretos, aunque con una visión muy contemporánea, como la habanera, la rumba, el vals criollo, la copla, la ranchera… En “Multaqa…”, los géneros se desvanecen por completo y el mensaje aparece menos sujeto a las formas del género. El segundo disco es más libre, más de autor, menos clasificable.
¿Qué influencias han aparecido en el segundo disco que en el primero no estuvieran por ningún sitio?
En la actualidad, según lo que nos contraten, vamos con un espectáculo basado en el primero o en el segundo disco. Seguimos haciendo el café cantante más tradicional y/o el “Multaqa”, con Wafir S. Gibril, según presupuestos, disponibilidad, características del festival o del teatro y/o evento. Entre el primero y el segundo disco pasaron muchas cosas en mi vida personal que me llevaron a profundizar en caminos de los que no puedo hablar con muchas personas, porque no entenderían nada. Mi intención, no premeditada, ha sido hacer música espiritual del siglo XXI, con un mensaje inmortal que se pierde en la noche de los tiempos, pero con unas formas artísticas reconocibles para los amantes de las músicas de vanguardia y de las músicas contemporáneas.
¿Es “Multaqa Antigua Contemporània" un disco más atmosférico que “Barcelona Intimíssimo Café”?
Rotundamente, sí. Ya te digo, se difuminan los géneros y aparece un mensaje en un contexto menos claro, más atmosférico.
Llaman la atención los sonidos pregrabados de “El cant dels ocells… agraïts”. Creo que hace mucho que no utilizabas este tipo de soluciones sintéticas, programaciones. ¿Te lo pedía exclusivamente esta canción? ¿Algún anhelo oculto de los primeros tiempos de Claustro? ¿Sigues utilizando máquinas para componer?
Yo, a la hora de crear, tengo una libertad absoluta. Si me da por poner programaciones electrónicas, lo hago. Si me da por hacer algo que suene completamente orgánico, lo hago también. Las formas no son lo más importante, sólo una pequeña parte. Lo que cuenta es la intención, como en el mundo espiritual. Lo más relevante es no estar atado a nada, ni siquiera a los gustos y deseos de tus propios seguidores y de los periodistas. En la actualidad, veo la música como un medio de retorno a lo sagrado, al misterio. Me gusta lo esencial, sea electrónico, orgánico, lo que sea.
¿Es “Cantiga XXI”, además de una canción arrebatada, una pieza descriptiva? El protagonista parece cabalgar a través de la letra en ese pasaje galopante que se insinúa…
En estos momentos de gran confusión, dolor y caos, en todo el mundo occidental surgen “murits”, amantes, enamorados, que emprenden una carrera loca y apasionada en busca de lo sagrado partiendo de las confesiones espirituales tradicionales, pero sin costumbrismos, yendo a la esencia, sin formalismos estériles. El protagonista de la canción trota al galope porque su corazón va descartando los velos poco a poco que le separan de lo más verdadero y la emoción le lleva a salir en su busca incluso poniendo su vida en peligro. Pero, en realidad, no hace falta salir hacia ninguna parte. Basta, en todo caso, con adentrarse en uno mismo. El protagonista de mi canción ama la poesía de San Juan de la Cruz. Esa poesía que dice: “Su origen no lo sé pues no le tiene… Mas sé que todo origen de ella viene… Aunque es de noche…”. La fuente…
“Yo vengo de un mundo extraño/yo sigo un camino cierto/bello y milenario” cantas en el “Salvaje vals sufí goyesco”. Te consideras pues parte de una cadena, de una tradición que viene de los trovadores, o incluso más lejos aún…
Yo creo que, desde los tiempos de los primeros hombres, siempre ha habido personas que se han vinculado a la gran sabiduría esencial, lo que hoy llamamos sabiduría perenne, huyendo de idolatrías, falsas espiritualidades y demás confusiones mundanas. Tal vez sí, soy un trovador, no más que eso, el trovador que habla del secreto mejor guardado del universo. Y que lo hace con metáforas, para que nadie le tome por loco. En estos días, muchos periodistas se sorprenden mucho cuando utilizo palabras como lo sagrado, lo misterioso, la compasión… Los periodistas son los primeros que quieren convertir la música en algo material, tangible, que se puede etiquetar… Cuando algo se sale de sus esquemas mentales, están perdidos. De todas formas, yo tengo mucha suerte de tener a tantas personas en los medios que nos quieren mucho, que siempre nos han querido. Huyo siempre de todos los tópicos que rodean al mundo del rock y presento nuestra iniciativa como un grupo tranquilo, sereno, al margen de las pandillas del universo pop, tan estériles. Hoy, uno escucha algunos de los discos que se hicieron muy conocidos en los 80 y es para morirse de risa. Yo no busco lo moderno ni lo antiguo, lo de allí ni lo de aquí. Yo sigo mi camino. Aunque me cree algunos enemigos. Otras puertas se abren. Este domingo (17 de Mayo, en Lérida), por ejemplo, actuamos en la Basílica de Tremp, una experiencia gratísima a la que jamás tendrán acceso muchos músicos del rock, pese a que les encantaría. En fin, cada uno sigue su camino. Yo soy como los burros, Burruezo, muy terco… y muy “zen-cillo”, ja ja.
En tus canciones hay dolor, pero también hay mucha esperanza. ¿Aun con lo que tenemos encima crees que se puede –y debe- ser optimista?
Millones de personas en este momento, en todo el mundo, han dejado de creer en sí mismas, en idolatrase a sí mismas, para confiar… Y sé que es difícil creer en eso porque hay mucho sufrimiento en el mundo. Pero todo ese sufrimiento lo ha causado, principalmente, el hombre moderno, que nunca escarmienta. Yo tengo muy poco que ver con el hombre moderno. Hay que aprender a esperar. Hay que ser paciente. En este fin de ciclo apasionante, lleno de dolor, confusión, caos… toca esperar. Toca estar un poco en la retaguardia a la espera de mejores momentos. No hay que ser optimista ni pesimista. Todo está escrito. Uno abandona las idolatrías y gira su rostro hacia lo verdaderamente esencial y todo se transforma. La música es muy importante en este momento. Por todas partes me encuentro personas que quieren retornar a la senda de la música como un valor de lo misterioso, de lo ritual. Ahora mismo, cualquier gran concierto de rock es como un partido de fútbol: sí, la gente grita, berrea, se abraza, llora, salta, baila… pero todo eso no es más que un sucedáneo del verdadero rito. La mayoría de las personas viven completamente ajenas al trance, si quiera en su versión más embrionaria. Esto es un gran desastre para la Humanidad. Sin éxtasis, no hay verdad.
También, y desde siempre, tus canciones han desprendido siempre sinceridad. Un valor que hoy en día está muy a la baja. ¿Por qué crees que es tan difícil presentarse uno tal como es, a despecho de conciencias? ¿Puede convertirse esa misma sinceridad en un arma arrojadiza, tornarse en una impostura publicitaria? ¿Dónde crees que está la fórmula para conseguir que se ajuste la balanza entre la claridad y la pose, tú que provienes de un mundo como es el pop donde casi todo es artificio?
Insisto en que vivimos unos tiempos de gran confusión. Gentes de las peores calañas pasan ante los medios como pseudo nuevos profetas. La gente de la más baja estopa moral le habla de tú a tú a personas de una gran sabiduría y conciencia. Cantantes que nunca han visto una gallina se hacen llamar ecologistas. Las campañas de todo tipo por el medio ambiente y la justicia social las patrocinan empresas que practican la usura y la especulación y que cuentan, entre sus inversionistas, con traficantes de armas, de drogas, de mujeres. Pero el que quiere ver… ve, con muchísima claridad.
¿Tienen las tabernas, los cafés, algo aún de lugares donde esté viva la conspiración (artística, se entiende) o corren el riesgo de convertirse definitivamente en una entelequia, en un museo? ¿Aún se puede luchar por ellos y por las funciones más ancestrales que tenían en este mundo tan globalizado?
Los cafés cantantes de los que yo hablo no han existido nunca. Son cafés cantantes soñados, oníricos. Aunque, en realidad, en el primer disco la reivindicación del café cantante (cosa en la que aún sigo) era más real. De la misma manera que, de un disco a otro, se han difuminado los géneros, el café cantante del primero se parecía más a lo real que en el caso del cabaret del segundo, un cabaret completamente inexistente, el cabaret de aquellos cuyos corazones aspiran a una borrachera continua. En el mundo de los sufis, el concepto “borrachera” es muy diferente al del universo de los que sólo saben los textos en un plano literal. El café cantante en el que yo canto cada día está lleno de borrachos…
María José Peña (ex-Claustrofobia) colabora en el primer disco con Bohemia Camerata, en concreto canta la nana “La princesita de la caja de música quiere volar”, y, de manera indirecta, en la recuperación del “Rito gitano” de Claustrofobia que incluíais como especie de bonus, básicamente porque es una composición enteramente suya. ¿Por qué no ha colaborado hasta ahora más con La Bohemia Camerata? ¿Es porque no lo habéis sentido así o es porque has pretendido delimitar conscientemente el universo de la Bohemia con otros colegas artísticos? Sea como sea, ¿habrá más participación de María José en el futuro?
María José vive ahora mismo muy alejada del universo musical. Y tiene muchas otras preocupaciones y prioridades de todo tipo. Y yo no quiero importunarla ni darle más trabajo. Pero su marido sí participa en el disco, recitando el poema incluido en “Alhambra, Tasawwuf”. Curiosamente, la esposa de Antoni Baltar también canta varios coros del disco. O sea que, como ves, los claustrofóbicos somos como una familia. Pero no sé qué pasará en el futuro. ¿Quién lo sabe?
En Claustrofobia teníais una canción como "El sudor de las minas" donde citabais artistas predilectos, referencias de vuestro universo. ¿Con qué nombres haría Pedro Burruezo una canción de similares características ahora mismo?
Ahora mismo, yo no citaría a nadie de mi universo artístico porque apenas existe. Hay artistas que me gustan, que conozco, como Wyatt o Morente, como Om Kolsoum o Fernanto “Terremoto”…. Muchos artistas son de gran calidad y nos conectan con lo intangible. Pero de ahí a ponerlos en una canción… eso son cosas de los veinte años. Y estaba muy bien en su momento. El problema de mucha gente es que quiere seguir haciendo cosas de los veinte años a los 45 y, claro, sí, se hacen, pero sin aquella gracia naïf, y entonces es patético.
Desde siempre ha dado la sensación de que ibas completamente al margen de lo establecido, y creo que en tu caso no es ningún tópico, un lugar común para completar titulares. ¿Te has sentido siempre así o te has considerado en algún momento dentro de algún colectivo de resistencia espiritual, estética? ¿Te sientes cercano a algún artista contemporáneo, hay alguien que esté haciendo cosas con las que te sientas más identificado?
Creo que ya he dicho que me siento muy en un centro de resistencia espiritual, vinculado a la sabiduría perenne. La práctica totalidad de los artistas de música pop, flamenco, clásica y lo que sea… viven completamente ajenos a estas preocupaciones. Me parece que Franco Batiatto sí está en estas coordenadas. En España, las personas con las que comparto mis preocupaciones espirituales no tienen nada que ver con el mundo musical, aunque sí artístico en algunos casos. La espiritualidad y lo estético van muy unidas. Un dicho atribuido al profeta Muhámmad (s.a.s.) nos dice que: “La divinidad es bella y ama lo bello”. El Tasawwuf es el camino del bello obrar. Llegar algún día a tener una conducta irreprochable con la Creación, con la familia, con la sociedad, con la Naturaleza, con el Uno… me parece un camino importante a seguir. Yo no aspiro a esoterismos vacuos ni complicados, sólo a comportarme siempre de la mejor forma con todo el mundo, cosa realmente difícil, aunque no lo parezca. El mundo del pop rock está lleno de gente que se comporta de una manera pésima. No quiero tener nada que ver con todo eso. Cuando alguien te salude por la calle, que tu saludo siempre sea más bello que el recibo.
Hace tres años tuve la oportunidad de verte por primera vez en directo. Me impresionó La Bohemia Camerata, por su intensidad, su valor y su independencia. ¿En esta gira vamos a encontrar muchas novedades o camináis por terreno asentado sobre el cual vais a seguir incidiendo? ¿Qué aporta Wafir S. Gibril respecto a espectáculos anteriores?
El espectáculo no reproduce tanto todas las canciones de “Multaqa” como sí su espíritu. El espectáculo incluye más cosas de carácter tradicional, algunos experimentos, versiones de “Multaqa” más orgánicas. Wafir es como un hermano para mí y él aporta toda la visión de Oriente. Mi Oriente es más soñado, más onírico. El suyo es muy tangible.
Imagino que ya estarás pensando en la próxima colección de canciones. ¿Puedes adelantar algo de la dirección que van a tomar?
No sé nada. He empezado a componer y tengo dos piezas inacabadas en el cajón. Suenan muy litúrgicas. Pero no puedo adelantar nada más porque ni yo mismo lo sé.