sábado, 29 de octubre de 2016

Eiichi Ohtaki, “A Long Vacation” (1981) / “Each Time” (1984)






Hablé de él por encima en este mismo blog al incluir el segundo volumen de su super-grupo Niagara Triangle en la segunda entrega de la serie de discos imprescindibles del pop japonés. Entonces no tenía del todo ubicado el resto de su producción, de la cual “A Long Vacation” y “Each Time” conforman un díptico en solitario arrollador, merecedores ambos trabajos, sin lugar a dudas, de haber aparecido en dicha lista.

Eiitchi Ohtaki nace en 1948 al norte de Japón, en la prefectura de Iwate, más concretamente en Esashi (actual Oshu Esashi). Huérfano de padre, su primera conmoción musical fue la escucha de Connie Francis en casa de unos familiares. A continuación sería la radio la que reconduciría definitivamente su pasión por las canciones, primero través de lo que se programaba en la Compañía de Radiodifusión del Lejano Oriente y la red de emisoras del ejército estadounidense en Japón (FEN) a principios de los sesenta, y a la que seguirán sus primeros escarceos en programas propios, lo que le llevará a descubrir a artistas indispensables en su educación musical como Elvis Presley o, sobre todo, los Beach Boys. Justo después le llegarían The Beatles, la referencia ineludible del momento. Intentando emular a estos últimos, formará en la universidad sus primeros grupos, que no pasan de ser homenajes libérrimos de los de Liverpool, proyectos absolutamente intrascendentes en todos los sentidos.






1968 es el año clave. En la facultad de Letras de la Universidad de Waseda conoce a Haruomi Hosono, futuro fundador de la Yellow Magic Orchestra, con quien forma su primer grupo importante: los seminales Happy End, en los que también va a militar el poeta Takashi Matsumoto. Happy End tienen una vida corta (apenas cuatro años), pero sientan las bases del rock japonés gracias fundamentalmente al álbum “Kazemachi Roman” (1971), piedra filosofal del folk-rock psicodélico de aquel país y considerado por muchos (quizá con demasiado entusiasmo) como el mejor disco de pop-rock japonés de todos los tiempos.

Ya en Happy End, además de las referencias a Buffalo Springfield o The Band, Ohtaki irá colando sus tiernas composiciones inspiradas en clásicos del pop de finales de los cincuenta como el propio Presley o The Righteous Brothers: baladas tiernas de corazón teenager como “Blue Valentine’s Day”, que sería rescatada después en diferentes recopilatorios del artista.

Comienza a publicar sus primeros experimentos en solitario y a mediados de los años setenta funda Niagara Triangle junto con dos Sugar Babe, Tatsuro Yamashita y Ginji Ito, a los que había producido su único disco, el también legendario “Songs”, de 1975. Niagara Triangle tienen un éxito moderado, quizá no el suficiente para plantearse una trayectoria de más recorrido, lo que recoloca a Ohtaki de nuevo en solitario, fabricando discos un tanto dispersos donde da rienda suelta a su pasión por el rock’n’roll de los cincuenta, el surf-pop de Brian Wilson y el pop sin etiquetas en general. Combinación que no terminará de cristalizar definitivamente hasta las ediciones de “A Long Vacation” primero, “Each Time” después y, en medio de ellos, el segundo volumen de Niagara Triangle, de 1982, ya con un equipo de colaboradores completamente diferente respecto a la primera encarnación del combo.






En paralelo a estas producciones, Ohtaki seguirá con sus labores de productor, arreglista, ingeniero y compositor para otros. De su indudable talento surgirán piezas de éxito en Japón como la poderosa “Winter Riviera” –en la voz de Shinichi Mori- y de la que el propio Eiichi haría su particular versión -“Summer Night in Riviera”-, o “Atsuki Kokoro ni" (“In A Passionate Heart”), incluida en el repertorio de Akira Kobayashi. Canciones interpretadas por desaforados crooners que alcanzarían la gloria nacional alrededor de la década de los setenta. Y mi canción favorita de todo su repertorio: “Yume de Aetara” (“If I See You in My Dreams”), interpretada hasta la saciedad por artistas de todo pelaje, siendo de alguna manera la versión canónica la que cantó Celia Paul en 1977, además de las varias relecturas que de la misma que hizo el propio Ohtaki, dando rienda a su pasión por Phil Spector y el torbellino de arreglos esplendorosos.






“A Long Vacation” (Niagara, 1981) contó con el beneplácito unánime de público y crítica en su momento. Se convirtió en un acontecimiento comercial y mediático, siendo un año después el primer álbum japonés publicado en formato compacto. Las canciones grandes se suceden sin apenas solución de continuidad: del arranque eufórico y wilsoniano de “You Are Natural Color” hasta el efluvio de canción tradicional rusa (adaptada a la tecnología del momento) de “Say Goodbye To Trans-Siberian Railway” pasando por el compendio camp y brill building de “Velvet Motel”, el aliento de Bacharach de “In the Canary Islands” (la más bella canción que jamás se haya compuesto en homenaje a las Islas Afortunadas) o la tórrida balada “Wednesday In Rain”: la ambición melódica y orquestal se impone (casi) en cada registro –ahí está la palpitante, a la manera de The Walker Brothers, “Karen In Love”-, sin despreciar soluciones entonces à la page como arreglos con sintetizadores que en ningún caso entorpecen el fluir exuberante del conjunto. No falta, a modo de avituallamiento para rebajar tanto trascendentalismo, el rock old school de las onomatopéyicas “Pap-Pi-Doo-Bi-Doo-Ba Story” o “Fun X 4”, que nos retrotraen a las refrescantes tonadas de Bobby Vee o Rick Nelson.






La repercusión de “Each Time” (Niagara, 1984) ha quedado en parte ensombrecida por el impacto de “A Long Vacation”, su disco precedente, pero podemos hablar de uno que raya a la misma altura que aquél. Mantiene unas pautas muy similares y, con su portada genuinamente city pop (género que está convenientemente plasmado además en el interior del disco),  intensifica el amor por los tiempos teen-pop en Estados Unidos, de los que Eiichi Ohtaki fue testigo de primera mano a través de las ondas, mezclado siempre con la pulsión  new wave. Abre la remilgada “The Magic pupil”, entre el Frankie Avalon de “Beauty School Drop-Out” y el primer Cliff Richard (el de “Schoolboy Crush”), por ejemplo. “Sketch of Leaves”, “Silver Jet”, “Ship in a glass bottle” o “Lake Side Story”, ya sea con arreglos de clarinete, perezosos pianos o suntuosos apuntes de cuerda, conforman la parte más rotunda e intimista de la grabación, como envuelta en una ensoñación de la que solo unos pocos maestros clásicos tienen la llave original.


No hubo más. O no al menos bajo su nombre real (le gustaba picar de aquí y de allí a través de muy fugaces pseudónimos tras la mesa de mezclas, delante de un micrófono de radio o diseñando). Ha sido 2016 el año de la publicación de su primer disco post-mortem (fue hace tres años, por culpa de la desafortunada ingesta de una manzana que le produjo un aneurisma irreversible que Eiichi nos dejó para siempre). “Debut Again”, también publicado en el sello que él mismo fundara en los setenta, recopila las versiones propias de un puñado de hits cedidos a otros, alguno de ellos enumerados más arriba. Poniendo de manifiesto una vez más todas sus capacidades para la escritura de perlas maravillosas.

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