A pesar de su exigua discografía
–apenas media docena de álbumes en casi cuarenta años-, Elżbieta Adamiak nunca ha parado.
Por sus venas corre el amor infinito por muchas de las cosas que conlleva el
mundo de la música: la pedagogía, el mecenazgo, la poesía y la difusión sincera
y alejada en la medida de lo posible del puro show business. El trato con su público es especial, íntimo. No hay
lugar para concesiones baratas. Por eso sigue siendo respetada reverencialmente
en Polonia: además de por sus canciones exquisitas por su insobornable actitud
ante el medio.
Pese a nacer en Łódź, uno de los
centros neurálgicos de la efervescencia creativa y artística del país,
paradójicamente fue para Elżbieta -Eli para los amigos y seguidores- un territorio no especialmente propicio al principio: allá estaban
más interesados por el cine que por la música, por lo que Adamiak tuvo que
marchar en su juventud a Cracovia, mucho más receptiva a sus aspiraciones
sonoras, para empezar a sentirse como en casa. En la capital de la Pequeña
Polonia se mezcló con total naturalidad dentro del bullicioso movimiento
estudiantil de los años setenta y, a la vez que desparramaba su talento
instrumental y compositivo por los escenarios de allá, empezaba a grabar sus
primeras canciones y a triunfar en casi cualquier festival que se le pusiese
por delante. Se empapó tanto de todas aquellas experiencias que después
regresaría a su ciudad natal para impulsar la escena musical, abriendo locales
para actuar o dirigiendo talleres para nuevas promesas: siendo, en definitiva,
una francotiradora indispensable de la noche de Łódź.
El debut, de título homónimo, no
solo es su disco más importante –en el canónico recopilatorio de Elżbieta “Nic Nie Mam”, de 2002, sus
canciones seleccionadas ocupan un tercio del listado total- sino otra de esas
grabaciones imprescindibles dentro de la historia de la poesía cantada polaca.
Como suele ocurrir en muchos
otros discos nacionales tanto de la época como de otras inmediatamente anteriores –según ya indiqué en entradas previas relacionadas- el influjo de la música popular brasileña es
perceptible desde los primeros compases. El hermoso flow desafinado de la inicial “Opisywanie Mieszkania” –con el
añadido de un muy sugerente saxo- nos pone sobre la pista de muchas de las
intenciones de esta grabación ya legendaria. Si la influencia de João Gilberto
en esta primera canción podría ser la más evidente, “Pozwól Mi Pozbierać Łzy” la emparenta vocalmente con Elis Regina en una bossa versátil, nerviosa y
nostálgica.
Incluye “Jesienna Zaduma”, la que
es seguramente su canción más significativa, por aquello de ser aquella con la
que se diera a conocer en su primer extended play, de 1978. Más escorada hacia
los tempos juglarescos de la balada
literaria polaca, “Jesienna Zamuda” posee, como el resto de piezas, una pericia
melódica admirable, a menudo mecida en una especia de canción de cuna
ligeramente lúgubre.
Los arreglos discurren, se
imponen o interrumpen siempre en las fases pertinentes. En “Kamień” por ejemplo, el contrabajo se
convierte en atinado -y afinado- solista que luego da al pie certeramente al
resto de instrumentos; similar función se le otorga a un sutil piano en “No I
Cóż, Chyba Wiosna". Lo que
viene a ser jugar sabiamente con los tempos y los silencios.
El pop pastoral de “Czas Twojego Życia” y la cabaretera “Poruszam
Się Na Pograniczu Kiczu” son dos de
los números más animados del tramo final, donde la pasmosa inspiración para
armar unas melodías afortunadamente opulentas y distinguidas permanece
equidistante respecto al resto de la obra.
Ya en los ochenta, y coincidiendo
con su aportación para la radio y la televisión polacas, sus canciones siempre
estilosas añaden producciones más acordes con los tiempos, sumando –mal que le
pese a la facción más rockista y tradicional- sutiles arreglos electrónicos que
jamás enturbian su impecable sentido de la belleza. A partir de los noventa su
presencia se va evaporando poco a poco, para volver por todo lo alto en 2009
con otra obra maestra: “Zbieram Siebie”, un disco de madurez en toda la
extensión de la palabra –mayormente pianos y acordeones en ristre- con algunas
de las partituras más terriblemente hermosas y profundamente serenas de los
últimos años. Los asistentes a su retorno a los escenarios ya por aquel
entonces pudieron certificar el inmejorable estado de forma de esta esencial
dama de la canción. Que siga derrochando maestría por muchos años más.