Hace unos pocos años uno tuvo que asistir anonadado a una patética diatriba acerca de la presunta sobreexposición editorial que en la actualidad tienen las escritoras del siglo XIX, en concreto las adscritas de una u otra manera al Romanticismo. Se supone que ahora mismo casi monopolizan ese espectro de mercado donde los autores masculinos se hayan (pobrecitos) discriminados y no sé qué otras estupideces de semejante calibre. Y esto te lo soltaba un supuesto librero, coreado por un amigo común autoproclamado desde siempre como adalid y férreo preservador de aquella corriente literaria.
Huelga decir que dicha argumentación es radicalmente falsa, además de una patraña propia de esa carcunda mesetaria, herida en el orgullo patriarcal alimentado desde eones, que hoy se revuelven como gato panza arriba por miedo a ver arrinconada su visión cerril y estúpida. Keats, Gautier, Nerval, el propio Percy B. Shelley, Byron, Wordsworth, Coleridge, Blake, etc., etc., son reeditados y traducidos al castellano con puntualidad prusiana y detallismo en el juicio, además de que siguen copando casi en exclusiva cualquier recopilación retrospectiva sobre el movimiento de marras. Que Sand, las hermanas Brönte, Barrett Browning o la propia Mary Shelley tengan cada vez más presencia y valoración (y aun así siguen por debajo), aparte de ser de justicia tiene que ser motivo de regocijo y no, lógicamente, de suspicacia reaccionaria.
Prueba de todo lo dicho es este volumen de Mary W. Shelley, mundialmente conocida por "Frankenstein", de la que a duras penas se conocen o estiman otras obras de su producción (a lo sumo el relato fantástico "El Sueño"). Y no digamos ya en lo concerniente a sus poemas, "inéditos en vida de la autora (...), desconocidos para el gran público (...), dispersos a través de sus diarios (...), con ninguna edición crítica y rigurosa". Desgraciadamente los que han llegado a nuestros días son contados (muchos, escritos durante su adolescencia, se perdieron), pero eso no quita para que el presente volumen dispuesto por Visor, aun siendo muy breve en espacio, resulte sabroso en sensaciones, en potencia lírica. Además de los poemas sobre la pérdida y la distancia que suponen mayoría dentro del listado -en especial "El Elegido", donde recrea dolorosamente su memoria sobre Percy-, destacan algunos de sus poemas político-filosóficos, como esa "Oda a la ignorancia" cuyos versos tienen una vigencia total y ratifican la orientación revolucionaria y consecuente de quien tuvo los padres -y la pareja- que tuvo.
La anecdótica discusión a la que me referí al principio de estas líneas es, que yo recuerde, la última que he tenido realmente tensa con cualquiera de mis amistades (y no tan amistades). A estas alturas es poco probable que vaya a tener alguna de semejante cariz. El sentido común me dice que ante el ciego fanatismo es mejor torcer el rumbo, o seguirlo en línea recta haciendo oídos sordos a la estulticia.