martes, 14 de marzo de 2023

Biig Piig, "Bubblegum"





Escuchando la trayectoria previa a este "Bubblegum", que se trata del álbum de debut de la irlandesa Jessica Smyth, podemos deducir que el momento más arduo de la pandemia de 202o supuso para ella (como para cualquiera) no solamente un punto de inflexión vital, social y ontológico, sino que en su caso particular otro de consideración a nivel musical. Bregada anteriormente en el hip-hop de bajo presupuesto -lleva sacando canciones como Biig Piig desde 2016- a través sobre todo de la serie de tres eps que editó entre 2018 y 2019 ("Big Fan of the Sesh", "A World Without Snooze" y "No Place for Patience"). Fue en el cuarto, llamado "The Sky Is Bleeding" -lanzado cuando se empezaba a despejar el horizonte con la vacunación del Covid-19 ya en marcha- cuando se acercó a presupuestos más armónicos, más pop. Algo que en "Bubblegum" (Sony) se confirma y multiplica con excelentes resultados.






Este es un disco perfecto de 2023: tiene 7 canciones (¿para qué más?, tu capacidad de concentración, ya lo suficientemente mermada con tanta oferta, con tanto estímulo, lo agradecerá) que apenas suman dieciocho minutos -la canción más larga dura 2:55-, así que se evita el relleno o las intros engañosas que no van a ninguna parte y solo hacen perder el tiempo.

Además, Smyth -admirada por, entre otros, Billie Eilish o Metronomy- ha blindado el minimalismo del que siempre ha hecho gala también en este disco, con lo que no tenemos que sortear arreglos plúmbeos y demás parafernalia urbana residual. Así, piezas como "Liquorice" o "In the Dark" van al meollo del asunto y se alinean con el fragor pop de estrellas tiktokeras de gran efectividad tipo Benee. "Kerosene" recuerda poderosamente al groove de Dee-Lite. "Ghosting", a ritmo de balada trap, reserva unos pocos versos en castellano (Jessica vivió en España durante toda su niñez), algo que hace con frecuencia desde siempre -ahí estaban "Cuenta lo", "Vete" o "Perdida", previas al lp-. No obstante, la canción más destacada y redonda es "This Is What They Meant": estribillo ultrasexy que puede recordar en su aparente recato tanto a Sally Shapiro como a los Tennis más electro.

Una referencia, en definitiva, totalmente fresca, manejable e infecciosa. Perfecta para los tiempos que corren.

martes, 7 de marzo de 2023

James Yorkston, Nina Persson & The Second Hand Orchestra, “The Great White Sea Eagle”

 



La música del escocés James Yorkston siempre se ha movido en esa nebulosa frontera entre el folk alternativo y el que se considera propiamente de raíces. Entre la lentitud de querencia slowcore y las melodías rurales de los viejos marineros. Desde Richard & Linda Thompson, hasta llegar a Sam Lee son incontables los artistas que han deambulado por esa cuerda que trata de acomodarse a cierta modernidad sin perder de vista el terruño sobre el cual se amamantaron.

De todas formas, pocas veces ha conseguido Yorkston moldear una colección de canciones a la vez tan distinguidas y accesibles -¿"Moving Up Country" con The Athletes, quizá?- como en "The Great White Sea Eagle" (Domino), de tal manera que pueda llegar a conquistar audiencias más amplias sin perder el poso identitario. Para tal empresa ha vuelto a repetir con los suecos de The Second Hand Orchestra -en 2021 arrancaron su colaboración con "The Wide, Wide River"- y, además, se ha integrado un fichaje hasta cierto punto inesperado (Karl Jonas Winqvist, de la Second Hand, ejerció de celestina artística): Nina Persson, de los repulidos noventeros The Cardigans, que realza aún más el vigor pop que ya de por sí ostentan en sus esqueletos las doce piezas del álbum.




La triada "Keeping Up With The Grandchildren, Yeah", "The Heavy Lyric Police" y "A Sweetness In You" nos hacen viajar también a la década en que Persson triunfó a lo grande, pero para hacer parada y fonda en los primeros Belle & Sebastian (la primera de ellas, incluso, con unos arpegios de guitarra que parecen salidos del primer disco de Felt). "A Forestful of Rogues" tiene la tela de araña de John Cale, ya sea con The Velvet Underground o en sus discos en solitario de los setenta, y "Peter Paulo Van Der Heyden" o "Hold Out For Love" van a un galope similar al de los añorados Hefner.

Merecidamente, un disco que crece y se pega conforme avanzan las semanas.

miércoles, 1 de marzo de 2023

Lincoln Barr, "Forfeit the Prize" (2022)

 




Cuando mi amigo Miguel (Pacific Street, Hop Hop Hurrah) me habló hace unas cuantas semanas de este disco, acababa de publicarse en este blog mi lista de los mejores discos del año pasado, selección en la que hubiera formado parte "Forfeit the Prize" sin ningún problema. No obstante, sirva esta reseña para hacer constar en acta el valor de este álbum precioso escrito e interpretado con meticulosidad y refinamiento.

Lincoln Barr es un músico de Carolina del Sur que tiene ya en su haber tres discos en solitario: "Trembling Frames" (2017), "Cruel Dream: Music From & Inspired By 'The Past is Never Dead'" (2019) y el que abandera esta entrada. "Cruel Dream", como su subtítulo indica, está a la vez basado e interpretado sobre el documental "The Past is Never Dead", que contaba el hecho real de un condenado en Estados Unidos, sin pruebas de ningún tipo y al que, a pesar de  la confesión años después del verdadero culpable se le mantuvo en prisión injustamente durante un total de 18 años. El documental permanece inédito en las plataformas europeas de streaming y la música en sí es más experimental de lo que acostumbra Barr. Antes de "Trembling Frames" lideró el trío Red Jacket Mine, un combo de formato power-trio con claras reminiscencias tanto del pop-rock de guitarras de los noventa como del country más o menos alternativo (pienso, escuchando su debut "Hello, Old Cloud" de 2007, en el Elvis Costello más imbuido en su particular visión de la americana). Sea como sea, a pesar de no sentirme especialmente atraído por las canciones de Red Jacket Mine, es interesante observar ya en aquella etapa el cuidado por las melodías de voz de Lincoln Barr, característica que alcanzará su mejor y máxima expresión en "Forfeit the Prize".






El disco, publicado el pasado octubre, se abre con "A Miracle of Sorts", bajo un pulido manto de jazz que ya da a las mil maravillas el tono confesional, nocturno y delicado -pero sólido- que se va a desarrollar en el resto ("I feared myself the victim of an impractical joke/it's an onerous business"). Los Style Council de "Café Blue" o los Everything But the Girl y los Aztec Camera de la misma época parecen aflorar de alguna manera entre armonías lo suficientemente intrincadas como para funcionar con aplomo entre arreglos orquestales de fábula. Es pop romántico con un rico empleo de la metáfora y del espacio (sobre esto último de mucho sirvió su experiencia en "Cruel Dream") al que ya se aplicó Barr en "Trembling Frames" pero sin la claridad compositiva que se aprecia en "Forteit". "The Vicissitudes of Art" (título que debería hacer las delicias de Momus) le emparenta por ejemplo con el último Paddy McAloon y casi cierra un trabajo que suena imperecedero y a todas luces irresistible.