domingo, 9 de noviembre de 2025

Vanille, "Un Chant d'Amour"

 



Qué importante es saber respetarse como oyente. Y más en tiempos como estos, dominados por cualquier flatulencia global que no mira por el criterio del receptor, sino por inyectar una falsa catarsis colectiva en forma de ciega (en este caso sorda) y unánime adulación de la que hacer partícipe a un atribulado y desorientado público, hambriento de un ídolo salvador al que poder aferrarse. Es por ello que se hace más indispensable que nunca el apostar por la música de calado cercano, que no especule con exhibiciones vacuas disfrazadas de trascendentalismo y falsa innovación.

El tercer disco de la canadiense Raquel Leblanc apuesta más que nunca por la chanson québecoise, un poco en contraposición al aliento más indie de "Soleil '96" (2021) y al más pastoral de "La Clairière" de hace un par de años. Por tanto más cerca pongamos por caso de paisanas como Maude Audet que de otras como Joni Mitchell.

La canción que da título al disco y sirve de inmejorable entrada al mismo va sobrada de intencionalidad nostálgica, como de resaca post-yeyé, como ocurrirá más adelante con "Ne t'en fais pas pour moi" o "Ainsi (je vis le jour)". Con un tempo de algo más de subida están "Lune d'Argent" y "Te revoilà", consiguiendo meternos en vereda: sin sobresaltos, pero encantados de poder disfrutar desde el asiento de paisajes no por conocidos menos atrayentes. "Deux coeurs", más ladeada al soft-pop de los años setenta, se beneficia de una embebida pero cálida percusión y es una de las más notables.




Si bien "Le saut" es quizá la menos interesante, por incurrir (sin demasiado interés) en la concurrida 'cuota' lounge-dream-pop tipo Stereolab-Ivy-Broadcast, paradójicamente y con parecidos mimbres remonta el nivel "Ce n'est pas ici, ce n'est pas ailleurs" gracias a una melodía más redonda y efectiva que su precedente. Cierra el disco la más robusta del conjunto, "Un espoir", con quizá el mejor y más espiritualizado estribillo de todos.

"Un Chant d'Amour" (cuya portada armoniza con la de "Married in Mount Airy" de otra canadiense, Nicole Dollanganger) es un modesto pero consecuente y afectuoso disco de pop atemporal que no pretende negociar con ningún atavismo generacional ni vender humo a espuertas. Nosotros lo acogemos con la hospitalidad que se merece, porque no necesitamos ni redentoras ni ficticias revolucionarias. Queremos trabajos sólidos como este, que se puedan escuchar de principio a fin sin tener que ser partícipes de ninguna esotérica y dispersa confabulación.

No hay comentarios: