“Honrar
lo que se ignora”
(“Leyenda para un monumento”. Hugo von
Hofmannsthal)
Fueron grandes amigos, buenos colegas, se
profesaron mutua admiración. De todo ello quedó constancia en las cartas y
notas que ambos se intercambiaron a lo largo del tiempo (al castellano, al
menos, nos han llegado publicadas oficialmente las que Hofmannsthal le escribió
a Rilke por Maldoror Ediciones). La posteridad, sin embargo, nos ha legado un
hecho como mínimo curioso: hoy en día son poco menos que canónicas –desde el
punto de vista de la reflexión lírica- por un lado las cartas que Rainer Maria
escribiera a Franz Xaver Kappus –ese ‘joven poeta’ que inspirara el título
genérico a la recopilación epistolar de Rilke- con el objeto principal de
animar y aconsejar a Kappus en lo concerniente a la versificación y la
estrategia poética –siempre en paralelo a la vital- y a su vez la que
Hofmannsthal escribe, de manera alegórica, bajo la piel de un autor imaginario
–Chandos- a Francis Bacon –este sí, personaje histórico pero anacrónico
respecto a cuando se escribe- con el objeto de transmitir su renuncia a toda
actividad literaria. En el caso de Hofmannsthal –el “Rimbaud austrohúngaro”- la
amenaza se cumplió finalmente en la vida real “solo” en el terreno estricto de la
poesía, ya que continuaría escribiendo dramas y libretos operísticos hasta el
final de sus días.
Las “Cartas a un joven poeta” se escribieron entre
1903 y 1906; “Una carta” –o como se la conoce mayormente en la actualidad:
“Carta de Lord Chandos”- fue producto de la crisis existencial y creativa de
Hoffmansthal entre 1901 y 1902. Hablamos, por tanto, de dos situaciones que
corren casi paralelas. Por un lado, la asistencial por parte Rilke y por el
otro la de abandono por parte de Hoffmansthal. En ambos casos, el destinatario
nunca fue ninguno de los dos.
Entre 1902 y 1924 se produjo la correspondencia
entre ambos, pero no queda constancia ni del aliento que Rilke pudiera haberle
proporcionado a un Hofmannsthal por aquel entonces recién desencantado, ni al
contrario de una posible llamada de socorro.
“Entre en
usted. Examine ese fundamento que usted llama escribir; ponga a prueba si
extiende sus raíces hasta el lugar más profundo de su corazón; reconozca si se
moriría usted si se le privara de escribir”, parece estar diciéndole Rainer Maria a Hugo.
Hofmansthal parece replicar: “… para hacer más aguda la percepción de mi estado interior, me
gustaría responderle como merece, abrirme enteramente a usted, pero ignoro cómo
hacerlo. Ni siquiera sé si sigo siendo la misma persona a la que se dirige su
inestimable carta”.
Mientras Hoffmansthal habla sin tapujos de “enfermedad del espíritu”, Rilke llama a
“aguardar con honda humildad y paciencia
la hora del descenso de una nueva claridad (…)”, y sentencia: “no busque ahora las respuestas, que no se
le pueden dar, porque usted no podría vivirlas”.
Como si un médico atendiese al paciente
equivocado, y otro paciente jamás llegase a conocer su verdadera medicina. Entre la
decisión de uno y el lamento del otro, las evoluciones de ambos autores a
través de sus cartas parecen estar tocándose constantemente, pero a la hora de
tratar sobre temas tan candentes nunca llegan a cruzarse. Dos de los autores
más importantes en lengua alemana del cambio de siglo, mucho más allá del mero
simbolismo con el que se suelen relacionar de manera perezosa sus propuestas, autores
de obras maestras como “Psique” o “Tras una lectura de Dante” (en el caso de
Hugo von Hofmannsthal) y del libro “Sonetos a Orfeo” (Rilke) nos han legado esta
involuntaria peculiaridad metaliteraria –o anécdota inconsciente- a través de
sus misivas.
“Y eso es
algo que nadie entenderá
pues
demasiado duele para poder llorarlo”
(Hugo von Hofmannsthal)
* * *
“Siente,
callado amigo de tantas lejanías,
cómo el
espacio aún aumenta con tu aliento.
Dentro
del armazón de oscuros campanarios
deja oír
tu sonido. Lo que de ti se nutre
se
fortalecerá con este alimento.
Entra y
sal en la transformación.
¿Qué es
tu experiencia más doliente?
Si el
beber te es amargo, hazte vino.
Sé en
esta noche de exceso
fuerza
mágica en el cruce de tus sentidos
y sé
sentido de su extraño encuentro.
Y si lo
terrestre te ha olvidado,
dile a la
tierra callada: me deslizo.
Dile al
agua veloz: soy”
(Rainer Maria Rilke)
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