SAEKO SUZUKI – “Visinda Og Leyndardómur” (Dear Heart, 1984)
Disco compuesto entre Mari Fukuhama (de Real
Fish), el marido de Saeko (Keiichi Suzuki, de Moonriders) y la propia Saeko
(ex-Films). Aparentemente un álbum de tecno-pop de fácil digestión, viene
intercalado por instrumentales bizarros, donde la colisión entre cajas de
ritmos, teclados insistentes e inconformistas y discontinuos arreglos de cuerda
lo hace posicionarse no muy lejos de otros artefactos de la época como las
grabaciones más sintéticas de Franco Battiato -también mezcla orientalismo y
oblicua intelectualidad con yuppismo de serie B- o el “Amour Toujours” de la
francesa Lio.
Las canciones propiamente dichas son de pulso
radiante –“Kagi To Stamp”, “Okashinaokashina Ferryboat”, “Lovely Planet”- pero también añorantes
de las melodías de las cajas de música –“Mahow
No Kuni”-, de estructuras y arreglos con suficientes sorpresas en sus
evoluciones para poder hablar de un trabajo ambicioso y poco acomodaticio.
Por intermediación de Keiichi tendría lugar un
tiempo después la colaboración de los mismísimos Andy Partridge y Dave Gregory en
el posterior “Studio Romantic” (1987) de Saeko, donde se hacía una versión del “Happy Families” que los XTC habían
compuesto en teoría expresamente para la película “She’s Having a Baby” de John
Hughes.
YUKAKO HAYASE – “Soutsu” (Sixty, 1986)
Actriz desde finales de los setenta y cantante a
partir de este su disco de debut. Empieza y acaba con sendos arrullos que escoltan
otras ocho canciones donde hay pop-rock erudito revestido de ritmos
calenturientos –"Sartre de
Nemurenai", “Cecil Cecil”-,
bossa nova –“Butterfly”-, pop garboso
a la francesa –“Le Cabaret”-, sophisti-pop
expansivo –“I Want To Die on Wednesday”-
y hasta aires de music-hall –“Pink de
Chapeau”-. La imaginación y la diversidad al poder. La carrera de Hayase no
volvió a contar con un despliegue de canciones tan atinado, y por ello este
“Soutsu” queda para la posteridad, aparte de cómo su disco más valioso, como
uno de los grandes álbumes de city pop, esa corriente también típicamente
nipona que cristalizó en los años setenta y que era una especie de pop
elegante, adulto y urbanita –como el mismo nombre indica- cuyas producciones
hoy suelen sonar un tanto trasnochadas. Pero no es el caso.
Este dúo –bautizado con el título de un cuento
corto de Roald Dahl- en sus inicios hacía un pop abstraído, minimalista y
pausado, más ‘ambient’ que ‘dream’. Su
cantante –Miyako Koda- gastaba un look a la manera de Tracy Thorn, pero su
música entonces estaba más cerca de su paisana Anna Domino o de la Virginia
Astley más pop que de Everything But The Girl, aunque con el paso del tiempo
arreglaran más sus canciones y les diera ya en los noventa por convertirse en
los Swing Out Sister japoneses.
“10 Palettes”, su segunda grabación, gana en
efusividad con respecto al debut, hoy convertido por otro lado en disco de
culto en su país. Esta continuación se compone de diez canciones cosmopolitas,
más valientes y (algo más) bulliciosas: con un trote que no por ello deja de
lado el espíritu recogidamente autárquico de sus comienzos. Gana en
extroversión y, por tanto, en versatilidad, y eso se acaba pagando (para bien).
Recuerda poderosamente a “Cardiffians”, la obra maestra de Ian Devine y Alison
Statton: es el mismo pop detallista, a la vez circunspecto y retozón, en el
lado completamente opuesto a la vulgaridad.
Después de abandonar a finales de los noventa,
volvieron hace bien poco (el año pasado) para demostrar que siguen facturando
muy buenas y refinadas canciones.
FLIPPER'S GUITAR – “Three Cheers For Our Side” (Polystar, 1989)
“Las
escuchas compulsivas de los primeros Aztec Camera (“Boys Fire The Tricot” o la
canción que le hubiera gustado escribir a Andy Pawlak), The Monochrome Set
(“Sending To Your Heart”) o Sarah Records (“My Red Shoes Story”, “Goodbye, Our
Pastels Badges”) pilotan sobre su álbum de debut -“Three Cheers For Our Side”,
1989-, vitaminado y repleto de melodías de fantasía y arreglos adictivos
(“Happy Like A Honeybee”), paradigma de estreno cargado de ideas, apropiaciones
y fervor adolescente. (…) Luego vendrían las carreras en solitario: Keigo
Oyamada como Cornelius (sólo parece interesante su iniciático “The First
Question Award”, que todavía mantiene parte del espíritu Flipper’s Guitar antes
de convertirse en ese chamán de revista de tendencias al uso a base de
poliédricos muzaks electrónicos más próximos al tostón pseudo-experimental que
a otra cosa) (…)“
Como básicamente sigo pensando lo mismo, corto y
pego de la entrada que les dediqué hace casi tres años en lo concerniente al
primer lp de este exquisito grupo de indie-jangle pop y que se puede consultar
completa aquí.
Un grupo ya merecidamente legendario.
PIZZICATO FIVE – “Bossa Nova 2001” (Triad, 1993)
Deberían sobrar las presentaciones y las
consideraciones: el mejor grupo japonés de todos los tiempos frente a la que es,
sin lugar a dudas, su obra maestra. Uno de los discos clave de la década de los
noventa y también de la eternidad. Para los que conocíamos desde aquella década
los recopilatorios concebidos para el mercado occidental (“Made in USA” o “The
Sound of Music of Pizzicato Five”, publicados a través del sello Matador),
descubrir el contenido íntegro de este “Bossa Nova 2001” supone un festín para
los sentidos como pocas veces se puede uno encontrar en un disco de pop, pues
incluye las mejores canciones de los ya por sí fastuosos listados.
Hagamos memoria: “Sweet Soul Revue” fue
sintonía del programa radiofónico "Déjate besar" del otrora distinguido Jorge Albi, “Magic Carpet Ride” funcionó de
cortinilla para "El Ambigú” de Diego A. Manrique en su etapa en Radio 3 y “Sophisticated Catchy” hizo lo propio
para “Lo + Plus” de Canal +.
“Bossa Nova 2001” no da tregua: tiene además “Peace Music” (¿la mejor canción del
P5?) y otros clásicos de su repertorio como “Sweet
Thursday”, “Go Go Dancer” y
prácticamente todas -16 cortes en total-, dejando para el final una “Cleopatra 2001” que bien vale toda una
carrera. El elixir de la perpetua juventud.
Los padrinos del Shibuya-Key: Bacharach en vena,
obsesión por los sonidos cariocas (Marcos Valle), el dance pop más sofisticado
o la pronunciación francesa, todo ello gentileza de uno de los francotiradores
más exquisitos, desprejuiciados y sabios: el emperador pop Yasuharu Konishi
(¿para cuando una estatua en cada rincón de Shibuya, a la manera de Ultraman?),
flanqueado a lo largo de su trayectoria por diferentes vocalistas, de las
cuales Maki Nomiya (que ya aparece aquí) es la más duradera y representativa.
Otros discos imprescindibles: “Pizzicatomania”
(selección de sus primeros singles, cuando eran prácticamente un trío de techno
kayo y tenían otra cantante), “The International Playboy & Playgirl Record”
y “The Fifth Release from Pizzicato Five.”
A new stereophonic sound spectacular!