Si el concepto social de clase media aplicado a
Brasil es un término a menudo vaporoso e impreciso cuando no directamente
inexistente –habida cuenta de las desigualdades galopantes que siempre ha
sufrido, al igual que el resto de sus vecinos, el país sudamericano-,
trasladada dicha noción al ámbito artístico, y más concretamente al musical,
adquiere una significación más candente y posible. El compositor y cantante
mineiro Tadeu Franco es un buen ejemplo de esto último. Descubierto y
apadrinado a principios de los ochenta por el referencial Milton Nascimento –instante
de gloria para la posteridad-, Franco ha ido desarrollando una discreta carrera
aderezada con un pequeño puñado de álbumes, numerosas participaciones en festivales
de la canción y una contrastada labor de instrumentista, autor, maestro de
promesas en ciernes y hasta presentador de televisión que le ha permitido mantenerse en un segundo
plano en la escena brasileña sin que por ello se hayan resentido su integridad
estética y su autonomía vital.
Fue en el disco de Nascimento de 1982 “Änïmä” –no
precisamente uno de los discos más destacados del trespontano de adopción: una
grabación a medio camino entre la introspección post-hippie y cierta sobrecarga
en la producción- donde Franco hizo por primera vez acto de aparición (como
cantante invitado), más concretamente en la canción “Comunhão”, compartiendo
micrófono con la cantante de Bahía Simone –de la escuela de texturas aguerridas
como la de Maria Bethânia-, en una de las piezas más aprovechables del álbum:
un rock contenido de tono positivo y pacifista –“Vida futura no ponto de explodir”-. “Comunhão” comparte relevancia
en ese disco con “As Várias Pontas de Uma Estrela”, con Caetano Veloso como
atracción.
La introducción de Bituca en el escaparate
discográfico tuvo para Tadeu Franco su punto culminante con la publicación de
“Cativante”, el debut del segundo con producción del propio Nascimento. Un
disco apoyado mayormente en composiciones ajenas: algunas cedidas expresamente
por sus autores y otras oficiando propiamente como revisiones. “Canto de uma terra”
es la única escrita por Franco y convertida con el paso del tiempo en clásico
mineiro: reformulada por su paisana Déa Trancoso en su disco de 2007, “Tum Tum
Tum. De Minas”, que la despojó de los borrascosos arreglos de la versión
original. “Nenhum mistério” –que uno de sus autores, Lô Borges, incluiría a
continuación en su propio “Sonho Real”- tiene impresa la misma fantasía pop que
ya cultivaba por aquel entonces Djavan, y “Gente que vem de Lisboa” –de Tavinho
Moura y Fernando Brant: el segundo también activo colaborador de Bituca- tira
de abigarramiento tropicalista –temáticamente muy cercana a las “Três Caravelas”
de Veloso y Gil-. Milton cede en exclusiva la propia “Cativante”, un fervoroso
himno libertario –“Fruto de um vendaval e
uma procura incesante”- y Tadeu devuelve el regalo cerrando el disco con “Coração civil”, un explícito –y ascendente- alegato antimilistarista con
la dictadura aún caliente que Milton incluyera en su disco del 81 “Caçador De
Mim”. Pero la pieza más reconocible del lp sin lugar a dudas es “Aonde eu nasci
passa um rio”, incluida en el pináculo de Caetano y Gal Costa “Domingo” de
1967, redignificada aquí por la garganta privilegiada de Franco.
Un disco excepcional con un repertorio intachable
que pide a gritos una justa reivindicación como uno de los tesoros de la MPB de
la década de los ochenta. Si bien Tadeu Franco no volvió a repetir un estado de
gracia parecido, bueno es recordar no obstante que su exquisito criterio le
llevó a firmar en los noventa un emocionado y más que convincente homenaje a
uno de los baladistas pre-bossa nova por excelencia: don Orlando Silva.
Tadeu continúa ejerciendo de sabio difusor y
elegante ejecutante aún en nuestros días, fortaleciendo la vigencia de una
profesión que en su país de origen todavía hunde sus raíces en el imaginario
local con pasión, dedicación y respeto: qué envidia.
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