viernes, 19 de abril de 2019

Marta y el secreto del pabellón, de Julie Campbell





A principios-mediados de los años ochenta, un poco antes de empezar a darle a Poe, Kafka o Stendhal, uno –como cualquier otro/a chico/chica de una edad similar- andaba enfrascado en las recurrentes peripecias de Los Cinco de Enid Blyton, de Guillermo El Travieso de Richmal Crompton o, sobre todo, de Los Tres Investigadores de Robert Arthur. En ese sentido, 1985, que fue un año crucial en algún que otro aspecto, significó el año de transición entre la literatura juvenil y los primeros escarceos con otra más adulta y complejizada. En las vacaciones de ese año, en Portugal y a través de una amiga de aquel país, descubrí otra saga orientada supuestamente más bien al publico pre-adolescente femenino –un poco en la onda de la Puck de Knud Meister y Carlo Andersen- llamada Patricia. Por uno de esos impulsos casi inconscientes, y a través casi de un finísimo hilo mnemotécnico, decidí hace un tiempo recabar más información sobre aquella colección, que en mi frágil recuerdo desconocía si se trataba de una serie de origen portugués o, como en el caso de las citadas más arriba, de traducciones de origen anglosajón o escandinavo.

Casi ya decidido a adquirir algún ejemplar de aquella época en el idioma del país vecino con la excusa de practicar la lectura en dicha lengua, descubrí que aquella Patricia, creación de la estadounidense Julie Campbell, cuyo personaje originalmente correspondía a Trixie Belden… tuvo su correspondiente traslación a la lengua de Cervantes con el nombre de Marta (Belden).





Acabé finalmente haciéndome con un número en castellano -1º edición- de julio de 1970 –la primera impresión en inglés fue en 1951-, el que hoy protagoniza la actualización correspondiente del blog. Una excusa como otra cualquiera para recuperar el aroma de las aventuras de otro grupo de pubescentes típicamente americanos de clase media que, en medio de un ambiente ordinario, coquetean con el misterio blanco desentrañando los pequeños devaneos de una incipiente delincuencia urbana, que se desvía a las zonas de las afueras para esconderse de sus fechorías. En una de estas, una pareja de amigas –Marta y Honey- descubre un diamante de considerable valor en una de las cabañas –el pabellón del título que nos ocupa- próximas a sus respectivas casas, joya que intentará ser rescatada por enigmáticos personajes que acechan en todo momento y que, lógicamente, nuestras protagonistas tratarán de desenmascarar para entregárselos al cuerpo de policía. Para echarles un cable en la resolución del secreto andan a su lado los respectivos hermanos de cada una de ellas. Campbell aprovecha para desarrollar en paralelo un fresco sobre los arquetípicas relaciones no solamente entre todos ellos –con los previsibles sesgos sexistas que la autora, como otros dedicados a la producción de este tipo de productos, no consigue extirpar- sino también en cuestiones de clase –Honey, por ejemplo, representa a un miembro de cierta clase media-alta, mientras que Marta procede más bien de otra más abnegada de media-baja-, cuestiones que no terminan de reprobarse o disputarse, haciendo Campbell por otro lado una 'minimización buenista' de las fronteras entre ambas. Consideraciones todas ellas, huelga decir, de importante calado sabiendo que son modelo de publicaciones dirigidas a un público carente aún de un criterio cognitivo pleno que siempre puede influir, para mal, en individuos que más tarde interioricen y normalicen situaciones de discriminación en cuestiones de género o clase social. Aparte de esto último, un enternecedor viaje al pasado y a la imaginación por la deducción. Habrá que volver a acercarse a ello otro día en su lengua primordial. O incluso en portugués, como era la intención inicial.




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