martes, 12 de agosto de 2025

Gary Wilson, "Lisa Wants to Talk to You" (2008)

 




El mito del Sueño Americano, aun a día de hoy, nos insiste en que puedes ocasionar un terremoto económico y cultural, con perseverancia, en modo freelance militante y desde el garaje de tus progenitores. En el caso de Gary Wilson, pese a intentarlo con las primeras grabadoras domésticas desde muy joven allá por fines de los años sesenta del siglo pasado, no ha pasado a la postre más allá de un culto minoritario -pero igualmente obstinado- entre los amantes de pop disfuncional.

Hoy en día, quien más y quien menos tiene a su disposición maneras muy directas para crear música y divulgarla con total normalidad en una red que, muy pronto supimos, sigue premiando con el éxito y el reconocimiento masivo a aquellos que o tienen buenos contactos -y buenas ganas de integrarse en dinámicas bastante discutibles- o un respaldo familiar dispuesto correr con todos los gastos, que ocasiona el afán por llegar a lo más alto. En 1977, a otra escala, el problema venía a ser el mismo. "You Think You Really Know Me", el debut en solitario del músico de Endicott (estado de Nueva York) fue publicado en la más escrupulosa de las autoediciones tras venir de un primer experimento de avant-jazz, "Another Galaxy", como The Gary Wilson Trio. "You Think You Really Know Me" no pasó en su día de un circuito realmente limitado pero el boca a boca, unido a un retiro de su responsable que parecía definitivo a principios de los años ochenta, hicieron que el disco adquiriera la categoría de clásico underground. Wilson compagina ahí ensoñaciones perturbadoras, música concreta -John Cage, a quien conoció fugazmente, es uno de sus ídolos- con canciones donde convivían el proto-tecno con el soul-funk rijoso de tercera mano. Todo un bocado tentador para los buscadores de rarezas imposibles.




Esa creciente devoción hizo que el nombre de Gary Wilson pasara a la categoría de leyenda arcana desde la segunda mitad de los ochenta y hasta la inauguración del presente siglo. Y que se obrara el milagro: el del retorno de Wilson a los estudios y a los escenarios, donde reiniciar de cara a viejos y nuevos fans el pulso de sus excentricidades tanto en un contexto como en el otro.

De su ingente producción tras el regreso en 2004 -ya acumula cerca de una quincena de títulos- , es sin duda "Lisa Wants to Talk to You" no solamente el álbum más congruente e inspirado de la última etapa, sino de toda su carrera (incluido, sí, "You Think You Really Know Me"). Quizá porque Wilson se ciñe más que nunca al formato canción, y deja de lado tanteos aleatorios. Como un Resident del sophisti-pop empecinado en entretener al personal de un eterno garito decadente, ornamenta sus eufonías con letras que van de lo sarcástico y futurista a lo provocador, esto último entendido desde un punto de vista escatológico en lo que respecta a las relaciones sentimentales, cuando no directamente reaccionario (asunto este espinoso y no del todo clarificado por el que no le suelen preguntar en las entrevistas). 



La portada de la reedición de 2012, algo más presentable que la original


Sea como sea, son canciones enrarecidas pero muy pegadizas y atrevidas. De un dramatismo distante -"Feel the Breeze"-, trabajando en un crucero desviado -"Lisa Wants to Talk to You"-, tensando las relaciones de seducción -"Mary Won't you Dance for Me"- hasta regodearse en la incomodidad. Entre el new jack swing de saldo -"Run Through the Woods", "Your Dream is Not My Scene"- y el funk sicalíptico -"Sandy", "You Are Still my Girlfriend"-, salpicando el muestreo con algunos instrumentales ad hoc.

"Lisa Wants to Talk to You" ha sido noticia este 2025, de nuevo de manera irónica. Y es que el nuevo disco publicado por Gary Wilson este año, "Come on, Mary", y publicitado como tal, no es más que "Lisa Wants to Talk to You" con algunas canciones menos y, las que están, reordenadas para la ocasión. Algo que ya ha practicado con cierta asiduidad, caso de "A Beautiful Bliss" (2017), reimpreso el año pasado con otra portada. La humorada sin fin.

No se pierdan, por último, la colaboración de Gary con, ni más ni menos, R. Stevie Moore -dios los cría...-, otro de los tótems indiscutibles -si acaso el que más- de la más rabiosa independencia y sonido mejorable. "Fake News Trending" (2019), firmado a medias, hará las delicias de los seguidores del pop escurridizo, delirante y entrañable. No fundaron grandes emporios pero su tenacidad, salta a la vista, permanece inquebrantable.

sábado, 9 de agosto de 2025

Jun Miyake, "Stolen from Strangers" (2007)

 




El pianista, trompetista y compositor kiotense Jun Miyake lleva desde los años ochenta publicando discos que van de lo hasta cierto punto insólito en la hibridación de estilos de lo más dispar al muzak ilustrado. De sus primeras colecciones con títulos tan explícitos como "June Night Love" (1983) o "Especially Sexy" (1984), que iban del jazz normativo al city pop pasando por el smooth-funk tipo Shakatak, Miyake ha hecho de la exploración desprejuiciada -pero con sumo gusto- su principal filosofía.

Igual que en "Tokoshie no Tenohira/Love you Tokyo" de 1988, por ejemplo, absorbía con solvencia los preceptos heterodoxos de los primeros trabajos de la Yellow Magic Orchestra mezclando humor con electrónica, o espíritu de jingle con experimentos dislocados, Miyake dedicaba toda una grabación a su amor por la samba y la bossa nova en "Innocent Bossa in the Mirror" (2002), donde se hacía acompañar de figuras tanto de dentro como de fuera de Brasil, siempre asociadas al viraje iconoclasta de dichos estilos, como Vinícius Cantuária o Arto Lindsay.

Con ambos, precisamente, volvió a laborar en el más que notable "Stolen from Strangers". Mientras Cantuária se ciñe a tocar percusión y alguna guitarra, el ex-DNA aparece acreditado a la voz en cuatro de los doce cortes, inaugurando la serie con "Alviverde", que parece extraída de cualquiera de sus mejores trabajos ("Mundo Civilizado", "O Corpo Sutil" o "Noon Chill") gracias precisamente a esa percusión de fondo, a la habitual voz apocada de Arto y los breves latigazos de este con la distorsión de la guitarra, tan característicos. Más oscura y bolerística es "O Fim", como una excusa para ilustrar una pieza de teatro alternativo. Y con similar compostura prosigue "The Here and After", como envuelta en tinieblas de algodón, aquí con Lisa Papineau al micrófono.




En "Abandon Sight" Miyake va tras los también nocturnos pasos de Stan Getz o Chet Baker, y el paso no se le detiene en "Le Voyageur Solitarie" o en "Le Mec Dans Un Train", especies de opereta-chanson de aire dipsómano y con los galos Arthur H y Sanseverino respectivamente en el apartado de la entonación. En este punto de la escucha certificamos que las transiciones entre unos estilos y otros se desenvuelven con total naturalidad, ayudándonos a mantener en todo momento la atención y el disfrute. Es Satoshi Murakawa quien cierra este exquisito viaje con "Niji Wa Tohku", que transpira un débito sincero y emocionado por Nino Rota.

Con razón este es el disco más recomendado para entrar en el mundo de Jun Miyake (gracias, M.). Tiene mucho de lo que más me gusta y todo está perfectamente guionizado.

viernes, 8 de agosto de 2025

Vincent Delerm, "La Fresque"

 




El estilo de Vincent Delerm apenas ha sido perturbado desde su debut homónimo de 2002. Es toda una marca de fábrica que en "La Fresque" se reimprime con escasas alteraciones, pero con un savoir faire que parece indestructible. 

Su pulso eminentemente cinematográfico se hace aquí más recurrente que nunca, ya desde el spoken word de la pieza que da título al disco y que lo abre con resonancias ensoñadoras de anuncio televisivo pulcro y bucólico. La relación de referencias más o menos eruditas tomadas de aquí y de allá -Edward Hopper, Jarvis Cocker, Hugh Grant, Rodin- y plasmadas a la mínima de cambio, es otra práctica que Delerm ha venido cultivando desde sus inicios. Son constantes guiños a la cultura popular y de élite con el propósito de crear un escenario de complicidad entre el autor y su audiencia selecta.

En Vincent encontramos la proverbial afectación del pop francés en su vertiente más nostálgica y seductora. Todas las canciones están tratadas con el mimo y la contención que se espera de tan estilizado concepto. Amores furtivos -"Se plaire"-, reminiscencias hemingwaianas -"Comme si Paris était une fête"-, vetustas impresiones delante de la gran pantalla -"Lonesome"- o estremecedores recados -"C'est pour vous"-, atiborradas todas de arreglos de cuerda suntuosos.




Hay otras de mayor ligereza instrumental como "Louise Ciccone" -dedicada a la célebre intérprete de "Holiday"- o "D'autres vies que la tienne" -esta también con variopintas referencias literarias: no olvidemos de paso que Vincent es hijo de Philippe Delerm, esquivo escritor de culto en Francia- para mitigar la abrumadora carga existencial que comprenden las primeras.

Y, para terminar, una letanía -con la participación, entre otros, de nuestro bien ponderado Albin de la Simone- en la que buscar la identificación, la connivencia secreta a través de una sensibilidad contradictoria, en unos versos definitorios:

"Nos gusta temblar,
Nos gusta tener miedo,
Nos gusta irnos
Del cine entre lágrimas.
Esa conmoción
De sentirnos vivos.
Y este torbellino
En algún lugar de la ciudad,
Como si fuéramos
El ejército de frágiles sombras.
Nos gusta amar,
Nos gusta prendernos fuego,
Nos gusta crear
El maravilloso vértigo.
El amor que te vuelve loco,
Este hermoso veneno dentro de nosotros.
Y esta sensación
En algún lugar de la ciudad,
Como si fuéramos
El ejército de frágiles sombras.
Nos gusta sonrojarnos,
Nos gusta vacilar,
A veces traicionándonos.
Y la voz estrangulada
Hablando al azar,
No siempre sabiendo"

("L'armée des ombres fragiles")