miércoles, 26 de noviembre de 2025

Cascken, "Anemoia & Anhedonia"

 



Con un título tan explícito y a la vez tan proclive a tentaciones conceptuales -anhelo por un pasado no vivido en colisión con un presente poco vivible- debuta en formato grande Ashley McCracken desde la costa oeste estadounidense. Artista trans con unos recursos que lo enfilan de lleno en el costal del bedroom pop, pero con ganas de condimentar los presupuestos adscritos a dicha corriente con algo más que electrónica de bajo presupuesto, añadiendo grooves con influencias tanto del hip-hop como del funk más aguado, esto es, con una mirada de reojo hacia las sonoridades de la segunda mitad de los ochenta, en concreto de ciertas coordenadas del new jack swing.

La extraordinaria nana de sofisticado temple "In My Dreams", que abre el disco, mezcla la dulzura juvenil de unos The Russian Futurists con la particular concepción de art-pop marginal y esquivo de gente como Dani Lee Pearce (época "For As Briefly As I Life"), cuidando con acertada intuición las progresiones armónicas. Sensación que me vuelve a asaltar al escuchar otras como "Rainstorm". Hay ecos de Dorio en "Beach Stroll" transformando, como este, el twee-pop en una canción del verano con ingenuo glamour. "Summer Scars", quizá lo más cercano a un hit de todo el listado, va muy a juego con el pellizco juguetón de "Lovedrown" de Otlo, editado también este año. Y, en general, uno ve sobrevolar casi todo el tiempo la tremenda influencia -consciente o no- del Momus post-"Circus Maximus" hasta nuestros días.




Las letras son de una sencillez desarmante, de nula impostura en cualquiera de sus cortes, subrayando tanto la aspiración adolescente más elemental como a su vez el precio a pagar para tratar de conseguirla por no encajar en los sojuzgados estándares. Sin falsos malabarismos metafóricos ni reproches gratuitos. Con la condición por delante y el pop imaginativo por bandera. En una palabra: valiente.

domingo, 9 de noviembre de 2025

Vanille, "Un Chant d'Amour"

 



Qué importante es saber respetarse como oyente. Y más en tiempos como estos, dominados por cualquier flatulencia global que no mira por el criterio del receptor, sino por inyectar una falsa catarsis colectiva en forma de ciega (en este caso sorda) y unánime adulación de la que hacer partícipe a un atribulado y desorientado público, hambriento de un ídolo salvador al que poder aferrarse. Es por ello que se hace más indispensable que nunca el apostar por la música de calado cercano, que no especule con exhibiciones vacuas disfrazadas de trascendentalismo y falsa innovación.

El tercer disco de la canadiense Raquel Leblanc apuesta más que nunca por la chanson québecoise, un poco en contraposición al aliento más indie de "Soleil '96" (2021) y al más pastoral de "La Clairière" de hace un par de años. Por tanto más cerca pongamos por caso de paisanas como Maude Audet que de otras como Joni Mitchell.

La canción que da título al disco y sirve de inmejorable entrada al mismo va sobrada de intencionalidad nostálgica, como de resaca post-yeyé, como ocurrirá más adelante con "Ne t'en fais pas pour moi" o "Ainsi (je vis le jour)". Con un tempo de algo más de subida están "Lune d'Argent" y "Te revoilà", consiguiendo meternos en vereda: sin sobresaltos, pero encantados de poder disfrutar desde el asiento de paisajes no por conocidos menos atrayentes. "Deux coeurs", más ladeada al soft-pop de los años setenta, se beneficia de una embebida pero cálida percusión y es una de las más notables.




Si bien "Le saut" es quizá la menos interesante, por incurrir (sin demasiado interés) en la concurrida 'cuota' lounge-dream-pop tipo Stereolab-Ivy-Broadcast, paradójicamente y con parecidos mimbres remonta el nivel "Ce n'est pas ici, ce n'est pas ailleurs" gracias a una melodía más redonda y efectiva que su precedente. Cierra el disco la más robusta del conjunto, "Un espoir", con quizá el mejor y más espiritualizado estribillo de todos.

"Un Chant d'Amour" (cuya portada armoniza con la de "Married in Mount Airy" de otra canadiense, Nicole Dollanganger) es un modesto pero consecuente y afectuoso disco de pop atemporal que no pretende negociar con ningún atavismo generacional ni vender humo a espuertas. Nosotros lo acogemos con la hospitalidad que se merece, porque no necesitamos ni redentoras ni ficticias revolucionarias. Queremos trabajos sólidos como este, que se puedan escuchar de principio a fin sin tener que ser partícipes de ninguna esotérica y dispersa confabulación.

miércoles, 5 de noviembre de 2025

Kali Uchis, "Sincerely,"

 



Por su carácter eminentemente introspectivo y confesional, el quinto disco de Karly-Marina Loaiza destaca sobremanera respecto a los anteriores, marcados por el diva r&b y el neoperreo de arreglos abrumadores y muy desigual atención en general. Coincide intencionadamente también con el cambio de escudería, de Geffen a Capitol.

"Sincerely,", publicado hace ya seis meses, y dedicado entre otros a su primer hijo -del cual estaba embarazada en el momento de hacer acopio de estas composiciones- tampoco escatima en abundancia de arreglos, al que unir en este caso concreto unas armonías especialmente cuidadas y un agudo sentido del dramatismo existencial. De todo esto ya avisan las suntuosas cuerdas a lo philly sound de "Heaven is a Home...", que dan paso a una balada melosa pero dotada de una intensidad premonitoria.

Después viene "Sugar! Honey! Love!", que llama la atención especialmente en las inflexiones vocales y los efectos de guitarra, llevándonos sin atajos a los Cocteau Twins de principios de los noventa -"Heaven or Las Vegas"-, como mismamente ocurre en "For You", vía smooth soul. "Lose My Cool," inaugura los latidos del pop de principios de los sesenta -muro de sonido, Phil Spector, algo de brill building...- y seguramente sea el gran clásico de la colección si no fuera por la fractura en mitad de la canción, transformándose en otra distinta que también se hace insuflar el dream-pop más atildado posible.




"It's Just Us" parece concentrar con total naturalidad la tapicería crepuscular de Chris Isaak con la sensualidad extrema de Sade, que en "Silk Lingerie," queda flotando en entre modulaciones algo más volcánicas. "Territorial", mi favorita, tiene una clara cadencia fílmica y se permite introducir alguna frase en castellano -recordemos el ascendente colombiano de Loaiza- fluyendo sin impostura.

"All I Can Say" y "Daggers!", en cambio, conforman los capítulos menos atractivos del lote. Sobre todo la primera, que no aporta nada y se regodea sin más en el molde prototípico de las girl groups de los sesenta con una letanía genérica, que no busca ninguna vuelta de tuerca, a modo de supuesta complicidad retro.

Pero cuando vuelve el espíritu Elisabeth Fraser -sobre todo en los coros- en "Angels All Around Me...", muy probablemente la rodaja más sophisti-pop -y chill- de "Sincerely,", y con ello la remontada, recurre también al quebranto del clímax hacia la mitad respecto a cómo se había iniciado. Sintes de fantasía ochentera llevan en volandas "Breeze!", y "Sunshine & Rain..." rubrica en el estribillo su (efectiva) propensión mainstream. Cierra "ILYSMIH" como se había iniciado el disco, a guisa de lowtempo desde el filo del mundo.

Pura apología de romanticismo pop, de emotividad en raso y sin filtros. Absolutamente cursi, sí, ¿Y QUÉ?