lunes, 8 de febrero de 2016

En busca de Cabo Verde (X)







CHIQUINHO. En homenaje a la novela homónima de su compatriota Baltasar Lopes da Silva se bautizó este misterioso cantante que empezó a hacer sus armas a principios de los años setenta: Afrobeat, funaná, merengue africano, samba psicodélica o coladeira. Publicó con el importantísimo sello Discos Monte Clara, por donde también pasaron Bulimundo Sérgio, Gomes, Luis Morais, Bana, Djosinha, Paulino Vieira o Dionisio Maio. Su disco de mediados de los noventa “Moças Di Somada”, aunque irregular, contiene al menos cuatro grandes piezas. Nos hemos decidido en esta ocasión por el mid-tempo “Abelha” y el trepidante himno “Cabo Verde Que Di Nos”.

JULINHO DA CONCERTINA. Nació en 1957 en Piloncan, isla de Santiago. Practica un funaná contemporáneo muy característico, de protagonismo absoluto de la concertina –especie de acordeón; de ahí coge su apellido artístico- y una base rítmica contundente y veloz, que ha influido de mera evidente y decisiva en grupos como Ferro Gaita. Emigrante prematuro, como muchos otros músicos de las islas tuvo que subsistir a base de trabajos duros que, sin embargo, jamás le apartaron de su amor por la práctica sonora y la preocupación por la expansión allende los mares del funaná. “Emigrante” hace clara referencia a su experiencia como tal. Y no se asusten: a pesar de sus piezas suelen rondar los diez minutos, la intensidad y frescura de las mismas se disfruta como si duraran menos de la mitad.







JORGE HUMBERTO. Mindelo -São Vicente-, 1959. Uno de los mejores compositores contemporáneos, dotado de una especial sensibilidad y talento, más allá de estilos y modas, con especial preocupación por las letras. Comenzó en el grupo Progresso a principios de los ochenta, siguió trabajando con gente como Vasco Martins, y todo ello a medida que se iba convirtiendo en un autor muy requerido por sus colegas compatriotas. Como tantos, comenzó grabando con pocos medios y mucho sintetizador, consiguiendo maravillas pop como “Na Buton de Roserinha” o “Zulinha”; cuando el presupuesto daba para más músicos y medios en general también ha facturado discos increíbles y elegantes como “Identidade”.

ISLAND BOYS. Desconocido combo que practicaban, allá a principos de los noventa, un fino y pegadizo funaná de milimétrica síncopa y límpido contratempo. También le daban al morna atmosférico, pero nos hemos decantado por “Dor Di Nos Mãe” (que da título a su único álbum conocido) y “Bô ê Nha Solução”. Osea, por lo más bailable e irresistible.







JORGE SOUSA. Recurre a un repertorio mayormente clásico (B. Leza, Luis Morais, Franck Cavaquinho), además de poner palabras a muchas de las composiciones del histórico trompetista Morgadinho. Sousa es un defensor a ultranza del morna más místico. Todo ello encapsulado en su disco de 1998 “Sinal d’ amor”. “Mi na tradição” y “Djoca” son las elegidas.

OS PECOS BAND. El grupo liderado por el carismático Gau Salgado siempre ha fluctuado entre el electro-funaná y el kizomba. Instalados desde hace años en Estados Unidos –Brockton, Massachusetts-, forman desde principios de los noventa una de las células artísticas caboverdianas más importantes de Norteamérica, territorio clave para entender la emigración y posterior asentamiento de aquella comunidad en el exterior. “Carga Pisado” y “Cabo Verde Di Noz” –la segunda da título a su segundo álbum, de 1994- son las dos piezas clave de su cancionero.







OS CONQUISTADORES. Otro grupo del que se tienen muy pocos datos: apenas que publicaron un disco en 1994 –“Traidora”- dentro de la nómina del ineludible sello del franco-caboverdiano José Da Silva, Lusáfrica. Os Conquistadores poseían la caja de ritmos más vertiginosa del panorama local de la época, hecho demostrado en cualquiera de las ocho piezas de su álbum. “Odio Di Mi” y “Falé Sabe” destacan por su desatado instinto afro-pop y apego a la piel sintética.


FORTINHO. ‘O Rei do kizomba’ caboverdiano. Su disco “Bela Morena Criola” fue uno de los de más éxito en las noches de Mindelo y Praia a mediados de los noventa entre oriundos y visitantes. Fortinho Tavares siempre desprende simpatía y seducción. “Robera” y “Bela Morena Criola” son los dardos más certeros de su repertorio, que suele alimentar a álbum por año (un caso bastante atípico en la escena de su país, dadas las dificultades atávicas de muchos músicos de las islas para grabar siquiera alguna vez en la vida).



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