Al grupo Simentera –liderados en su momento por el
actual ministro de Cultura de Cabo Verde Mário Lúcio- siempre le distinguió,
además de su calidad intrínseca, su capacidad para actualizar con estilo y
criterio las armonías tradicionales de la música de su país. También el hecho
de funcionar como cantera de algunas de las mejores y más personales cantantes
de las islas. MARIA DE SOUSA y TÉTÉ ALINHO tienen en común una dicción
que les sitúa más cerca de vocalistas de fado que de otr@s vocalistas de las
islas. Aun así, su espíritu se centra fundamentalmente en el morna, consiguiendo
de esa manera una aleación llamativa, resuelta con seguridad y consistencia. “Doce guerra” es un pequeño clásico compuesto
por Antero Simas (habitual en el repertorio de Mirri Lobo) e interpretado,
además de por De Sousa, por la ineludible Cesária Évora, entre otros. “Nha Terra Aonte E Aoje” venía originalmente
en el cuatro elepé de Os Tubarões de Ildo Lobo, “Tabanca”, y es un morna
impresionante, como casi todo lo que compuso el gran emisario de Pedra de Lume.
Ambas se acomodan al particular tour de
force que implica por defecto el acostumbrado registro de María de Sousa,
casi de soprano.
Más grave, Tété Alinho borda con oficio y
distinción dos piezas de su repertorio en solitario, en el cual suele hacerse
acompañar de buenos amigos como el citado Lúcio o el compositor Armando de
Pina. Canciones como “De cor a som” y sobre todo la tradicional “Chica Dinha
Maninha” -el vello de punta-, volvieron a situarla entre lo más rotundo del
panorama actual, igual que hiciera como voz principal del grupo madre.
LENA
FRANÇA y TEREZINHA ARAÚJO también fueron “simenteras”. La primera “amornada” por prescripción propia.
Tanto que nos hemos visto obligados a escoger, además de “Nha Regresso” –del
prestigioso autor Manel de Novas-, su “Dispidida cantando” haciendo honor a la
tristeza de la separación, tan arraigada entre los suyos. La Araújo, por su
parte, le da tanto a los ritmos en plan acústico y minimalista –el semba “Tia
Xica Caioió”, del angoleño Eleúterio
Sanches- y “Tera na tchora pena” del guineano (de Guinea-Bissau) José Carlos
Schwartz, uno de los compositores más requeridos del África Occidental.
Terezinha incluyó estas y otras canciones en su disco “Nôs Riqueza”,
reivindicando así el poder y el manifiesto hermanamiento de la parte lusófona
del continente.
GARDÉNIA
BENRÓS debe su reputación en gran
medida al disco que se realizó en homenaje a Silvestre Pinheiro de Faria, el
poeta y compositor más afamado de la isla de Brava. La coladeira “Grandeza Di
Djabraba”, ya desde la letra, honra las bondades de su tierra natal, festejada
con un irresistible ritmo cadencioso. “Valsa Matilde”, como su propio título
indica, es un vals para lucimiento de la voz de Benrós con el espíritu del
bravense flotando sempiterno en el ambiente.
Sofisticada -por el lado del jazz-pop tropical o
por el del morna delicado-, ROSA MESTRE
tiene público asegurado y rendido a sus evidentes aptitudes dentro de la
comunidad caboverdiana en Estados Unidos, donde han certificado su eclecticismo
fino e infalible. La soltura y potencia vocal pueden ratificarse escuchando “Ha
Mar e Nau” y “Nha Rei”.
La penúltima sensación caboverdiana se llama JENIFER SOLIDADE –la última, me chivan,
es a esta hora Assol Garcia-. En la propuesta de Solidade hay referencias en
las letras a las últimas tecnologías –el álbum es gráfico en su título: “Um
Click”- a ritmo de coladeira versátil –complementada con sutiles rapeados- sin
necesidad de abusos con sintetizadores o vocoders –“Largam da Mon”-. También picotea
de Sade, Marisa Monte –“So Minha”- o Nancy Vieira en una colección que repasa
con total espontaneidad cualquier estilo, ya sea vernáculo o directamente cosmopolita.
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