lunes, 23 de junio de 2025

Alexandra Savior, "Beneath the Lilypad"

 



No esperen encontrar en el tercer disco de Alexandra McDermott virajes pintorescos o argucias conceptuales para tratar de escapar de la concreta línea trazada en los dos previos. Pero tampoco insistan, por favor, en compararla una y otra vez con la aparatosa Lana del Rey: demuestren bagaje y un mínimo de imaginación para ponerla aunque sea por un tiempo en consonancia con otras autoras de menor pedigrí comercial pero más saludables y sinceras prestaciones. Ahí van un par de sugerencias: resituemos a Savior entre la primera Molly Burch y la última Eve Adams.

Lejos de experimentar con sonoridades más contemporáneas o probar con supuestas excentricidades avant la lettre, lo de esta autora estadounidense consiste en aferrarse a un modelo de canción pop tradicional con vocación tanto de coronar estilísticamente como de destilar de manera ejemplar. El resultado es plenamente satisfactorio, desde la compostura spectoriana de "Unforgivable" o "Goodbye, Old Friend" al in crescendo vaquero de "Hark!" (con ese falsete que recuerda tanto a la Aldous Harding de "Party") o "You Make it Easier".






Las volutas arpegiadas en canciones como "The Mothership", habituales en Savior, aquí se nos muestran con la contención justa, acompañando sin tensionar en demasía. Los barroquismos de "All of the Girls" o la titular del disco son proporcionados, de cocción sostenida para que se adhieran al oído de inmediato. En el caso de la última, con un regusto afrancesado que entronca a las mil maravillas con otra de las piezas más notables, a modo de crooner de empático sentimentalismo como es "Venus". Y con la preciosa portada a medio camino entre el expresionismo alemán, el simbolismo de principios de siglo (XX) y las imágenes de Jean Vigo. Para terminar, podríamos llamar la atención incluso sobre el tanteo inicial de indie-rock de "Let me Out" que se resuelve con buen tino: diluyéndose en una modélica cadencia gótica de campo abierto.

No siempre la autocomplacencia se desarrolla con tanta capacidad de persuasión. "Beneath the Lilypad" es un disco que no te revoluciona (ni falta que hace): sostiene firmemente a su autora y sostiene al receptor cuando el caos parece cernirse sobre tanta propuesta que se viene abajo a la tercera canción.

lunes, 16 de junio de 2025

Rubel, "Beleza. Mas Agora a Gente Faz o que com Isso?"

 




Rubel Brisolla tiene hoy un pie en el pasado y otro en el presente. En su cuarto disco no parece que haya cabida el futuro, aunque en el álbum anterior -"As Palavras vol. 1&2", de hace un par de años- pareciera escrutar el porvenir intencionadamente. Pero una operación muy delicada de corazón entre medias ha hecho que el de Volta Redonda mire esta vez hacia adentro y haga inventario de sus raíces.

Asociado con algunos nombres propios de la vanguardia de ayer y la que se está construyendo actualmente -Gal Costa, Adriana Calcanhotto, Mahmundi-, es seguramente el primero de ellos el que da la pista más fidedigna sobre el contenido de "Beleza. Mas Agora a Gente Faz o que com Isso?". Con Gal colaboró poco antes de la muerte de esta en una versión en directo de "Baby", el clásico inagotable que se incluyera en "Domingo", ese disco seminal en la carrera de Costa y Caetano Veloso. Y es de Caetano de quien se perciben a su vez influencias más obvias -pero no por ello menos valiosas- en algunas canciones -no todas- de este nuevo disco. Quizá el ejemplo más claro sería "Carta de Maria", que parece un spin-off del "Alegría Alegría" del por entonces intratable Veloso de finales de los sesenta.





El tono dulce, recogido y juguetón del de Salvador, quizá reconstruido con la sensibilidad de artistas-puente como Rodrigo Amarante o Tim Bernardes, va y viene a lo largo de toda la grabación, pero no seríamos justos si no abriéramos el abanico a varios de los otros autores y autoras del Tropicalismo clásico para situar estas canciones de Rubel. Preñado de arreglos de cuerda tan sobrenaturales como copiosos -en la onda de los cruciales de Joe Boyd o Lindolpho Gaya- que se entremezclan con versiones formidables en este caso tanto del mexicano El David Aguilar -"A Janela, Carolina"- como de los sobrevaloradísimos Radiohead, a los que se merienda con su lectura de "Reckoner" gracias, entre otras cosas, a un falsete mucho más brillante, exquisito y efectivo que cualquiera de los registros del grupo británico.

Hay canciones irresistibles como "Ouro" o "Praticar a Teimosia", que suplen la falta de originalidad con profundidad ambiental y alquimia confesional de alta graduación. Tocan aceradamente a las puertas del espíritu, y cuando ocurre eso se puede relativizar la importancia de otros aspectos formales. Dicho de otra manera: lo normal es enfrentarse con un trabajo así ante la disyuntiva taxativa del "o lo tomas o lo dejas" sin medias tintas. Yo lo tomo, definitivamente.

viernes, 6 de junio de 2025

Leo Blomov, "Blomovinho"

 




Una de las características más destacables del Romanticismo clásico era el interés exacerbado por las culturas entonces consideradas exóticas: el gusto por investigar e involucrarse de lleno en otro yo que reafirmase, paradójicamente, la personalidad única del propio creador, fuese éste músico, pintor o literato.

"Blomovinho", el tercer disco del francés Leo Blomov, que hasta ahora se movía en unas coordenadas bedroom pop donde compaginaba su lengua natal con el inglés, se lanza al universo brasileño -ya lo había tanteado antes en alguna canción suelta- con todo el equipaje que se le presupone a tamaña aventura (portugués incluido). Y es que aunque algunos tengamos interiorizado semejante mundo, aún en 2025 mucho de lo relacionado con Brasil sigue pareciendo a oídos de la modernidad como un artefacto -para los frívolos un mero souvenir- un tanto irreconocible -aunque ya se haya avanzado mucho al respecto-, y remoto. De ahí el aspecto distintivo del asunto.

Blomov se propone con esta colección reanimar las sonoridades de aquel país sobre todo con el pálpito de los años setenta donde la samba y la bossa nova, fieles a su proverbial espíritu misceláneo, ahondaron en otras músicas norteamericanas -además del jazz- como el soul, el funk o la música disco más contenida. "Blomovinho" parece querer zambullirse por tanto en las refrescantes aguas del movimiento del Clube da Esquina -la canción "Beto Beto", de hecho, es un homenaje al prohombre del movimiento Beto Guedes- donde gente como Gonzaguinha dieron las mejores alegrías musicales de aquel periodo. Pero también el primer Djavan, Tim Maia o el Marcos Valle de, pongamos por caso, "No Ruma do Sol".





Con una tesitura vocal asimismo que recuerda bastante a la de Arto Lindsay, Blomov chapotea con desmesura en la yatch-canção que, de todas formas, también echa mano de otros socorridos baluartes como João Gilberto (descaradamente en "Meu Amor"). El resultado aun así se alinea sin dificultad con los muestreos elegantes de artistas más o menos actuales como Marinero, Pearl & the Oysters -que Leo, como nosotros, se empeña en reivindicar siempre que puede- o el Mac DeMarco de "This Old Dog" -en el balanceo de "As Praias do Norte"-.

El disco de Leo está publicado a través del sello de Bertrand Burgalar -Tricatel-, el cual ejerce de auténtico mecenas y animador, y está empapado de la misma querencia por estos sonidos de ultramar sobre los que un buen día personajes como el belga Guy Cabay -compañero de sello y del que Blomov se declara admirador, lo cual le honra mucho- también cayeron rendidos en un arrebato idealista, ese que nos sigue enseñando otros paraísos con sus infinitas posibilidades.

lunes, 2 de junio de 2025

Stereolab, "Instant Holograms on Metal Film"

 




Asistimos a la empecinada certeza de que el mundo tal y como se conoce desde hace ya más de doscientos años es una soberana tomadura de pelo. El triunfo de la burguesía tras la Revolución Francesa -junto con el advenimiento de la Industrial- solo trajo un cambio de cromos -o una extensión muy medida de la colección- y el consiguiente mantenimiento de la estructura piramidal, ergo jerárquica, que nunca va a laminarse con protestas pacíficas, entrismo institucional, oportunismo socialdemócrata o burocracia socialista. El trampantojo globalizador sirvió para mantener entretenido al personal hasta la siguiente amenaza de una guerra mundial, que es cuando el capitalismo necesita restructurarse y adecuarse a las resituaciones que imponen, entre otras, la debacle medioambiental, la salud mental mundial y el agotamiento de las fórmulas democráticas grises o de las exóticamente dictatoriales. Por eso se ha impuesto en los últimos años esa promoción de fantoches fascistas, bufones mediáticos sin mayor objetivo que el de seguir socavando el sentido común con el objetivo de rentabilizar sus vidas gracias al control de los medios de (des)información y a la docencia de la hijoputez más rastrera. Una manera híbrida, como cualquier otra, de tratar de seguir sacando a flote un status quo pestilente e inhumano.

Para los que pensamos que el marxismo no es -y nunca ha sido-, ni por asomo, una solución o siquiera una estrategia válida para darle la vuelta al panorama, y tenemos claro que se ha quedado tan solo en una teoría a ratos decente de cómo diagnosticar los problemas (y nada más), aun así escuchamos con interés y empatía a quienes, como en el caso de Stereolab (reconocidos situacionistas de este último asunto), van más allá de recetas endebles y buenrollismo endémico para poner el dedo en la llaga más allá de cortoplacismos: que el problema es -básicamente- el dinero, las bolsas mundiales, el control de la violencia y esa especulación constante sobre la que se basa el funcionamiento de una élites dirigentes obscenas por naturaleza y cutres éticamente.







Sus mensajes políticos siempre han estado al cabo de entrevistas y debates con grupo, en la carrera en solitario de Laetitia Sadier o en cualquiera de los numerosos proyectos paralelos o previos en los que se han visto imbuidos desde los años ochenta Sadier, Gane y compañía. Ese atrevimiento, a juego con su fórmula sonora, nunca pasaron desapercibidas para el público más curioso e insobornable. Y esa coherencia y calado ideológico se trasladan siempre a un repertorio que apenas ha sufrido grietas -si acaso contados momentos de cierta y comprensible apatía por parte del público ante la avalancha de lanzamientos- desde que fundaran The Groop hace ya tres décadas y media.

"Instant Holograms on Metal Film", su vuelta a la actividad después de tres lustros de silencio, nos devuelve a unos Stereolab en buena forma, de nuevo pletóricos tanto en su mercurial argamasa sonora como en el engranaje vocal, con la incorporación sobre todo de Marie Merlet -compañera de Sadier en Monade- en los soportes, cubriendo de alguna manera el hueco que Mary Hansen había dejado vacío desde su deceso en 2002.





El vitriolo ideológico está plasmado con más contundencia si cabe que nunca: “We can’t eat our way out of it/We can’t drink our way out of it no more/The juncture invites us to provide care/Dying modernity” cantan en "Aerial Troubles", el single por antonomasia del disco junto a la soberbia "Melodie Is a Wound", esta última ampliada con la acostumbrada digresión estructural que el grupo ha practicado con frecuencia a lo largo de su ya larguísima trayectoria. Y por nombrar otras destacadas: el cupo pastoral tiene su representación en un corte como "Immortal Hands", el guiño ye-yé lo está en "If You Remember I Forgot How to Dream Pt.1", y el bálsamo soft-pop se corresponde con la exuberante "Flashes from Everywhere".

Stereolab ahondan en la particular ensalada de post-pop, psicodelia retrofuturista, tropicalismo pálido, vanguardia analógica y lounge hirsuto que les hizo ser considerados, con toda la razón, uno de los combos inventores de los pasados años noventa. Y lo que hace que "Instant Holograms on Metal Film" sea evaluado con un entusiasmo que en principio no debería ser viable constatando su longevidad es por la frescura con la que remozan una y otra vez su propio sonido, que construyeron desde el principio a base de intuición y conocimiento enciclopédico de "otras músicas" posibles. No parece que el tiempo haya pasado por ellos: lo que pesa más bien son los lapsos de unas marchitas actualidades a nuestro alrededor que van inexorablemente ligadas a un estrepitoso declive hacia el más oscuro de los abismos.